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10 de mayo del 2005 |
Naturaleza y cultura
La Insignia. Perú, mayo del 2005.
«La aparición de la cultura significó el comienzo de un tipo de desarrollo evolutivo que hasta entonces no existía: la evolución de la cultura o la evolución humana propiamente dicha.» La evolución en la ciencia actual Definitivamente, la evolución ha dejado de ser una teoría. Es no solo un aspecto de la dinámica del universo sino una condición general de la vida a la cual deben adecuarse para ser comprensibles todas las teorías y todos los sistemas del conocimiento sobre el mundo viviente. Y, cuando nos detenemos a considerar de modo analítico que es la vida, nos percatamos de que las propiedades más significativas de las cosas que consideramos vivas son su bella organización adaptativa, su diversidad individual, su continuidad de generación en generación en el tiempo y la transición a formas más estrechamente relacionadas. Una manera más científica de decirlo es que la vida se caracteriza por su autoreproducción, el cambio genético, la reproducción del cambio genético y la continuidad evolutiva (1). Sin embargo, no hay todavía un concepto científico unívoco sobre la evolución biológica, quedan aún diversos problemas en cuanto a sus mecanismos. Pero, el proceso evolutivo -aunque bajo distintas variantes, tales como la teoría sintética, o las teorías estocásticas, por ejemplo- es actualmente aceptado por toda la comunidad científica y sólo se oponen a él algunos grupos religiosos radicales, como aquellos que en los Estados Unidos abogan por la enseñanza, en pie de igualdad, tanto del evolucionismo como de la Biblia cuando no por la pura y simple supresión de la enseñanza de las teorías evolucionistas. Algunos filósofos han señalado que la teoría de la evolución tiene muchas lagunas observacionales y teóricas. Así, para Popper presenta el grave problema que no es susceptible de falsación, lo que a ojos de este filósofo debilita enormemente la teoría. Pero no se opone a ella, solamente señala esta insuficiencia desde su perspectiva (2). En el ámbito puramente científico, a partir de finales del siglo XIX y especialmente desde los albores del siglo XX, la genética mendeliana así como el descubrimiento de las mutaciones y el desarrollo de la genética de poblaciones, introdujeron nuevos elementos que, incorporados a la noción básica de la selección natural establecida por el darwinismo, dieron lugar al neodarwinismo y a la teoría sintética de la evolución. Fueron sus principales teóricos: A. Weismann, T. Dobzhansky, J. Huxley, E. Mayr y G.G. Simpson, cuyas tesis más señaladas son la selección natural, la deriva genética (aparición de mutaciones al azar en poblaciones poco numerosas) y la migración diferencial, esto es la ocupación de diferentes ambientes según las características genéticas. Si bien es cierto que nunca se negó que la condición humana estuviera formada por cuerpo y alma, o por materia e intelecto, la corporalidad ha sido siempre una categoría reducida a su pura condición fisiológica. Es así que en la filosofía, como en las ciencias sociales, el intelecto representa al atributo único y propio del hombre. Descartes definía al hombre como una "caña pensante" pero rechazaba la idea de que la mente podía operar por principios físicos. Esta grieta entre los hechos físicos y las ideas, entre el soma la razón y las emociones, ha venido separando en dos a la naturaleza humana desde que el hombre empezó a pensar en estos fenómenos, pese a que tanto Leibnitz como Hobbes adelantándose a su tiempo entendieron que la inteligencia es una forma de procesamiento de información que necesita de una maquinaria compleja para llevarla a cabo (3). De allí que, al identificarse el intelecto con la cultura quedó la diferencia tradicional entre cultura y biología. Pese a la influencia spenceriana, a fines del siglo XIX había desaparecido casi el entusiasmo por las ideas evolucionistas en el estudio de la cultura humana, especialmente entre los sociólogos y antropólogos norteamericanos. El hecho de que Engels incorporase las teorías evolucionistas de Morgan a la doctrina marxista fue en una época motivo de temor para todo estadounidense creyente en la evolución cultural, porque con ello podía hacerse acreedor a la sospecha de subversión política (4). Los conceptos de cultura En su empleo común y cotidiano la palabra cultura (5) se usa para referirse a un cierto grado o nivel intelectual alcanzado como efectos de la educación y del afinamiento de ciertos conocimientos y modos de ser y de pensar, generalmente a través de la lectura y la preocupación por determinados aspectos más o menos especializados del conocimiento o de las artes. Así, se califica de "cultos" a quienes los poseen y de "incultos" a quienes carecen de ellos. Lo mismo se dice de los pueblos. Este concepto, además de sus limitaciones y de su inoperancia en los campos de las ciencias sociales, presupone una contracción defectiva y elitista de la naturaleza de la cultura, puesto que en sociedades como la nuestra las preocupaciones por el saber, las bellas artes, la ilustración o el comportamiento refinado corresponden a los sectores más cultivados de las clases dominantes. Este es el sentido con el que se han constituido las instituciones y actividades denominadas "culturales" como son institutos, casas de cultura, premios de cultura, revistas, páginas y secciones culturales en los medios de comunicación y la propia Unesco. El problema reside en que este concepto incompleto y relativo de cultura tan arraigado entre nosotros acarrea graves prejuicios porque: 1) oculta la mayor parte de la realidad de la vida social y no permite comprenderla en su naturaleza real; 2) porque se han instituido entidades "culturales" con funciones sociales importantes que no alcanzan a desarrollarse adecuadamente ni a llevar a cabo políticas efectivas porque bajo este concepto relativo e incompleto de cultura las llamadas "actividades culturales" adquieren carácter secundario, como bien podemos observarlo entre nosotros y 3) porque la naturaleza limitada del término se convierte en grave escollo para el entendimiento de la mecánica social frente a la educación, al desarrollo, a la organización política, al derecho, a los conflictos, a las desigualdades y a otros aspectos importantes de la vida social. Usado así el concepto de cultura no permite entender racionalmente la naturaleza de los problemas sociales ya que se entiende a la cultura como un aspecto secundario, dependiente de los demás, y no como un concepto sistemático, totalizante, clave para comprender la mecánica de la vida social humana. A mediados del siglo XIX la preocupación por el concepto de cultura -término que se venía repitiéndose con frecuencia pese a no ser precisado- cobraba cada vez mayor amplitud en su significado, tanto para los filósofos cuanto para los etnólogos, sociólogos e historiadores que se encontraban con campos cada vez más amplios de investigación por la diversidad de pueblos y sociedades que se iban descubriendo e investigando. Pasó entonces a usarse el término para referirse al conjunto de modos de vida y costumbres, conocimiento y grado de desarrollo artístico, científico y económico en una época o de pueblo determinados. Se habló entonces de la cultura griega o de la cultura persa, de la cultura de la edad media o de la cultura de la Ilustración, etc. o la cultura de la pobreza, la cultura del consumismo, la cultura del "achoramiento" u otras formas más o menos identificables de comportamientos sociales. El concepto antropológico de cultura Como sucedió con las ciencias físicas, que poco habían progresado mientras no fueron abstraídos los conceptos de masa, momento, energía, etc., igual pasó con las ciencias sociales en las que fue, sólo cuando se estableció el concepto antropológico de cultura, que se obtuvo la base de todo un sistema válido de formulaciones para estas disciplinas. Si bien no se ha establecido ni se ha buscado establecer una definición única de cultura, los científicos sociales están de acuerdo en determinadas condiciones que hacen de esta noción de cultura una abstracción válida para significar un todo integrado, funcional, objetivo y, sobre todo, discernible. Reconocía el historiador Phillip Bagby: Los antropólogos han conseguido establecer unas cuantas proposiciones de validez universal, que si no fuera por su carencia de forma matemática, podrían muy bien ser consideradas como leyes ... El establecimiento de estas regularidades universales afirma nuestra creencia que el mundo de las cosas humanas no es totalmente desordenado (6). Fue Sir Edward Burnett Tylor, fundador de la antropología académica, quien en 1871 estableció la amplitud y significación del concepto de cultura entendiéndola como "... las aptitudes y los hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad... en la medida en que puede ser investigada según principios generales constituye un tema apto para el estudio de las leyes del pensamiento y la acción humanas" (7). Así pues, la noción de cultura resultó ser para la antropología como las nociones de gravedad para la física, de enfermedad para la medicina o de evolución para la biología; es decir, la piedra fundamental sobre la cual se estructura la disciplina (8). Por su parte Malinowski se refiere a la noción de cultura como "el problema central más importante dentro de las ciencias sociales" (9). Melville Herkovits ha caracterizado a la cultura como "algo que puede ser aprendido, estructurado, analizado y dividido en diversos aspectos, algo dinámico y variable que emerge de todos los componentes de la especie humana" (Herkovits, 1969). Por su parte dice Leslie White: "Cultura es el nombre de un orden o clase distinto de fenómenos, es decir, de cosas y acontecimientos que dependen del ejercicio de una habilidad mental peculiar de la especie humana que hemos llamado simbolización" (10). En tanto que Clyde Klukchohn en una de sus definiciones la entiende como "todos los modos de vida históricamente creados, tanto explícitos cuanto implícitos, racionales y no racionales, que existen en cualquier tiempo determinado como guías potenciales del comportamiento de los hombres" y la entiende también como "la parte del ambiente hecha por el hombre" (11). Sin embargo, en las definiciones antropológicas siempre se ha tenido cuidado en señalar que la cultura tenía carácter extrasomático y era transmitida por mecanismos distintos a los de la herencia biológica. Afirmaba Franz Boas que de acuerdo con los principios del relativismo cultural todas las culturas eran iguales y por ello mismo, comparables, que no había culturas superiores ni inferiores, por lo tanto era imposible ordenar la cultura en un esquema evolutivo. Este enfoque superorgánico de la cultura, propuesto y sustentado principalmente por Alfred Kroeber, entendía la cultura como una superrealidad que existía por encima y más allá de sus portadores individuales y establecía sus propias leyes. Ahora la cultura se entiende mejor como la información transmitida por medios conductuales entre los animales de la misma especie, fundamentalmente en procesos de enseñanza-aprendizaje. Es decir, la cultura se entiende como un proceso que se desarrolla en la evolución biológica y que en su forma más acabada caracteriza a la especie humana, pero que es ya en el panorama de la zoología donde se revelan los fenómenos culturales de manera incipiente y progresiva en las especies animales (12). Es así que, como afirman los psicólogos de la evolución, sólo se puede comprender la naturaleza de la mente humana moderna y consecuentemente de la cultura, si se la considera como un producto de la evolución biológica, puesto que la mente es una estructura compleja y funcional que no pudo aparecer por casualidad. Como cualquier otro órgano del cuerpo, la mente es un mecanismo evolucionado que se ha venido construyendo y ajustando en respuesta a las presiones selectivas que nuestra especie ha tenido que afrontar durante su evolución. Al respecto escribe Pinker: La cultura descansa en una circuitería neuronal que realiza la proeza que llamamos "aprender". Esos circuitos no hacen de nosotros unos imitadores indiscriminados, sino que tenemos que trabajar con una sorprendente sutileza para hacer posible la transmisión de la cultura (13). Naturaleza biológica de la cultura Hace cuarenta años la teoría de la evolución de Darwin fue completada por Watson y Crick con el descubrimiento de la herencia molecular, y se entendió desde entonces que cada ser viviente tiene el mismo código en sus genes. Dice el primatólogo Frans de Waal: Las predisposiciones genéticas se introducen en la cultura, ésta afecta a la supervivencia y a su vez la supervivencia y la reproducción determinan qué genotipos se extienden entre la población. En otras palabras, existe un abrumadoramente complejo intercambio entre la transmisión genética y la cultural (14). No fue precisamente en el campo de la antropología donde se produjo el renacimiento del interés por la evolución cultural del hombre, sino en los campos de la biología donde algunos investigadores se dieron cuenta de la importancia potencial del mecanismo socio-genético que permite al hombre trasmitir información a través de las generaciones. Aún antes que Darwin publicase el Origen de las especies, ya Spencer había especulado sobre el origen de la cultura y de la sociedad humana, remontándolas a un inicio común desde el cual evolucionaron hasta el grado de complejidad con que ahora las conocemos. Cuando apareció el libro de Darwin, Spencer lo acogió con gran entusiasmo y aplicó algunos principios darvinianos a su teoría del desarrollo de las sociedades. Fue él quien popularizó la palabra evolución, que Darwin casi no usaba, lo mismo que la frase "supervivencia de los más aptos". Pensaba Spencer que los hombres civilizados heredaban la esencia de la civilización, en tanto que los descendientes de los grupos primitivos carecían de la posibilidad de civilizarse porque no tenían cómo heredar una esencia no adquirida. En 1929 Julián Huxley empezó a llamar la atención en esta misma perspectiva (15). Le siguieron biólogos profesionales como Waddington, Sinnott y Needham, entre los más destacados. En su libro El animal ético, escribe Waddington: Los individuos de la especie Homo sapiens muestran, por supuesto, la misma estructura biológica que los demás animales. Del mismo modo que sus parientes subhumanos transmiten información genética a través de sus gametos de una generación a la siguiente, y esto proporciona la materia prima por medio de la cual la selección natural lleva a cabo la selección darviniana. Pero, además de este mecanismo biológico de la transmisión hereditaria, el hombre ha desarrollado otro sistema de transmitir información de una generación a la siguiente. Dicho sistema consiste en el proceso de la enseñanza y el aprendizaje social y constituye, en realidad, un segundo mecanismo por medio del cual opera la evolución, al que denomino sociogenético (16). Cada vez queda menos duda de que los genes aseguran que una cultura es directamente adquirida a través de la enseñanza-aprendizaje como también genéticamente transmitida. La capacidad para adquirir cultura, como dice Dobzhansky, es una característica genética de la especie. Al modificarse la cultura por el ambiente se inducen también modificaciones en los genes. Así mismo nos explica este destacado evolucionista que la herencia biológica se lleva en los genes y es transmitida de padres a hijos en línea directa, en tanto que la herencia cultural se transmite por la enseñanza-aprendizaje o por imitación y es independiente de la descendencia. Una cosa es clara, los cambios histórico-culturales son mucho más rápidos que los genéticos, como el hecho de que las diferencias entre padres e hijos son más culturales que genéticas. Pero, como quiera que sea, existe una interrelación entre ambas herencias (17). En la llamada segunda etapa de la sociobiología, representada por las obras de Edward O. Wilson y Charles Lumsden, se desarrolla el intento de establecer el concepto de cultura como resultado de un único proceso de "coevolución genético-cultural". Así, la cultura es entendida como un proceso que se desarrolla en la evolución biológica y caracteriza en su forma más acabada a la especie humana. Para ambos autores se revelan ya en el panorama de la zoología los fenómenos culturales en forma incipiente y progresiva a través de las especies que denominan "protoculturales"; el homo sapiens constituiría la única especie "eucultural" en la que la cultura alcanza su mayor desarrollo. Lumsden y Wilson son bastante claros en su definición de cultura: Definimos la cultura en su más amplio sentido comprendiendo la suma total de constructs y comportamientos, incluyendo la construcción y empleo de artefactos, transmitida de una generación a la siguiente a través del aprendizaje social (18). Genes y memes Richard Dawkins publicó en 1976 El gen egoísta (The selfish gene), libro en el cual formula su tesis sobre la existencia de los memes, un nuevo tipo de unidades de transmisión cultural o entidades auto-replicativas que se propagan de cerebro a cerebro mediante el proceso de imitación, "proliferando y darwinizándose en un río de cultura" (19). Con el término memes Dawkins quiere destacar por una parte una cierta analogía con el término genes -introducido en 1909 por Wilhelm Johannsen para designar las unidades mínimas de transmisión de herencia genética- y por otra parte subrayar también una cierta similitud con memoria y con mimesis. Según Dawkins, nuestra naturaleza biológica se constituye a partir de nuestra información genética articulada en genes, y nuestra cultura se constituye por la información acumulada en nuestra memoria y captada generalmente por imitación (mimesis), por enseñanza o por asimilación, que se articula en memes. Otros autores han señalado la misma idea y han propuesto otros términos para designar estas unidades mínimas de información cultural. Así, por ejemplo, E.O. Wilson y C.J. Lumsden han propuesto el término culturgén. Sin embargo, se ha acabado imponiendo la terminología de Dawkins. Así, pues, podemos decir que poseemos dos tipos distintos de procesadores de información: a) el genoma o sistema de genes situados en los cromosomas de las células de cada individuo y b) el cerebro y el sistema nervioso. La información genética de nuestro genoma se puede dividir en unidades mínimas de información que son los factores hereditarios o genes, que se transmiten de una generación a otra por medios biológicos mediante la replicación de sus genes. La información cultural se transmite de cerebro en cerebro (por enseñanza, imitación o asimilación) y puede dividirse en unidades simples llamadas rasgos culturales (tales como una idea, un concepto, una técnica, una habilidad, una costumbre, una manera de fabricar un utensilio, etc.), generalmente relacionados entre sí formando complejos culturales. Los rasgos culturales también se replican. Si los rasgos genéticos se transmiten por replicación de los genes, los rasgos culturales se transmiten por replicación de los memes o unidades de información cultural. Por analogía con la agrupación de los genes en cromosomas, se considera también que los memes se agrupan en dimensiones culturales, que pueden aumentar con nuevas adquisiciones culturales. La gran diferencia es que, mientras los cromosomas son unidades naturales e independientes de nuestras acciones, las dimensiones culturales son construcciones nuestras. Así, la cultura no es tanto una forma de conducta, sino más bien información que especifica la forma de la conducta. Esta concepción es conocida como concepción ideacional de la cultura. Si se considera el contenido objetivo de la información memética (incluida en los memes), y se defiende su carácter autónomo, se defiende una concepción de la cultura semejante a la propuesta por Leslie White (cultura como un continuum) o por Karl Popper y su creencia en un "mundo 3" de conocimientos objetivos. Los memes alternativos, que pueden servir para efectuar la misma función, son llamados alelomemes o memes homólogos. A su vez, los memes pueden agruparse formando macromemes, que constituyen un sistema de muchos memes estructurados e interrelacionados que forman un objeto cultural complejo, tal como una lengua, una teoría, una mitología, etc. En suma, como escribe Carlos París, la cultura viene a ser un proceso que culmina en la realidad humana y el análisis de la evolución biológica nos permite comprenderlo como desarrollo y desembocadura de la vida en la condición humana (20).
Notas
(1) Cloud, Preston: El cosmos, la Tierra y el hombre. Alianza Editorial. Madfrid, 1981. p. 151. |
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