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La insignia
9 de mayo del 2005


Grandes científicos (IV)

Conquistas decisivas de científicos actuales


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Diálogos
Manuel Calvo Hernando (*)
La Insignia. España, mayo del 2005.



Los científicos prudentes tratan siempre de mantenerse atentos a las distorsiones que inevitablemente son formadas por la mente. "Un colega me aconsejó que temía ser como el tipo que buscaba sus laves bajo el foco de la luz porque era el único lugar en que podía ver. Esto me recordó las palabras de Richard Feynman: "La ciencia es la larga historia de aprender cómo no hacernos tontos a nosotros mismos"" (K.C. Cole).

Decir que la ciencia básica es emocionante puede parecer contradictorio. Se nos ha acostumbrado a las espectaculares emociones, entre radares y cohetes, de los ingenieros; o las emociones de los médicos cuando se acercan al filo entre la vida y la muerte (una suerte de ingenieros biológicos en batas blancas). Por simple contraste, la emoción intelectual de un hombre que en los sótanos de una universidad se inclina sobre un microscopio en busca de alguna pista puede parecer bastante tibia.


Dos emociones

Habría que recordar, sin embargo, dos tipos de emociones intelectuales que están lejos de ser tibias y que se nos graban para toda la vida. Una es la intensidad con que se vive cuando uno mismo sigue una cadena de razonamientos. Otra es el placer de presenciar una discusión sobre sus más hondas convicciones entre individuos con personalidades fuertes y exigentes.

Para decirlo de otro modo, la primera es la emoción de seguir una historia detectivesca, y la segunda la de ver una obra de George Bernard Shaw. Yo afirmaría que éstos son los tipos de emociones que la ciencia ofrece.

La segunda emoción de la ciencia es la que ofrecen sus personalidades. La biografía y la literatura de alto nivel apenas si han rozado el campo de la ciencia. Hay una enorme labor por realizar. Necesitaríamos una buena biografía de G.N. Lewis, cuyo departamento en Berkeley formó a la mitad de los jóvenes físicoquimicos de Estados Unidos. Necesitamos también una de William Moffit, el agudo y brillante químico teórico de Harvard, cuya muerte en 1958, a los treinta y tres años, fue una pérdida inmensamente mayor que la de cualquier beisbolista o estrella de cine que aparezca en las primeras planas.

Como se hace con los poetas, tenemos que poner en los registros de la historia, para la posteridad, a nuestros grandes profesores como James Franck, de Chicago; Joel Hildebrand, de California, y Percy Bridgman, de Harvard. Hay muchas historias por descubrir en las series de brillantes profesores y brillantes alumnos. Un ejemplo para ilustrar esto es que tres ganadores del premio Nobel obtuvieron su doctorado bajo la tutela de Fermi en la Universidad de Chicago.

El compilador de este importante y curioso libro, Nemesio Chávez Arredondo, lo concluye así: "Con todo por saber, no cesará la luz de la sorpresa" (Todo por saber. Ensayos de cultura científica. Nemesio Chávez Arredondo -compilador-. Dirección General de Divulgación Científica, Universidad Nacional Autónoma de México).


Fascinantes aportaciones

Cada año la sociedad va alcanzando una mayor comprensión del trabajo científico. La ciencia abarca actividades tan variadas que casi todas las actitudes mentales o técnicas pueden ser de utilidad en alguna habitación de las numerosas mansiones de toda la empresa del conocimiento científico. La ciencia, en su sentido más amplio, intenta corroborar la realidad material del mundo natural, y proponer y probar las razones por las que los fenómenos naturales funcionan, cómo lo hacen, en lugar de otro modo imaginable pero no materializado (Stephen Jay Gould).

La ciencia no es un proyecto de hallazgos inconexos, sino un proceso completo de inicios en falso, callejones sin salida y esfuerzos mal dirigidos. En cierto sentido es una búsqueda, es perseguir la verdad, cuando los investigadores superan su propia ignorancia, cuando perseveran sobre la frustración, el cansancio y el tedio de la mesa del laboratorio o el trabajo de campo.

Cornelia Dean, editora científica del periódico estadounidense The New York Times, recuerda en la introducción a este libro que a todos nos interesan las personas y que con estos escritos del periódico han permitido conocer a los científicos que imaginaron las técnicas para la construcción de herramientas del paleolítico, o a investigadores que han obtenido recursos para combatir el sida o para la exploración espacial. Y han sabido de científicos que han pagado un alto precio soportando décadas de burla hasta que sus teorías empezaron a dar resultados, etc.

En el estudio que glosamos se habla de Roald Hoffmann, "el poeta de la química que busca la belleza en los átomos"; Stephen W. Hawking, "un viaje en silla de ruedas hasta el final del tiempo"; Edward O. Wilson: "de las hormigas a la ética: un biólogo sueña en la unidad del conocimiento"; Temple Grandin: "empatía con los animales por medio de la lente del autismo"; J. Craig Venter, "el empresario que se enfrenta al genoma"; Martha K. McClinbtock, "cómo la biología afecta a la conducta y viceversa"; Wallace S. Broecker, "el gurú iconoclasta del debate sobre el clima"; Jim Hammill, "una pasión científica por los lobos"; Rodolfo Llinás, "a la escucha de la conversación con las neuronas"; P. Kirk Visscher, "una vida entre las abejas descifrando el enjambre"; Terry DeBruyn, "relaciones estrechas y personales con los osos negros"; Benjamín D. Santer, "culpa a los humanos por un planeta más caliente"; Eric Steven Lander, "el amor por los números conduce al cromosoma 17"; Kathy Schick y Nicholas Toch, "la recreación de las herramientas de piedra para aprender las costumbres de sus fabricantes; Joe Z. Tsien, "sobre los ratones inteligentes y el hombre que los convirtió en eso"; Mary-Claire King, "la búsqueda de genes y niños perdidos"; Ellen J. Langer, "una erudita de la distracción"; Günter Wächtershäuer, "un aficionado revoluciona las ideas de la receta para la vida"; Gary Larson, "un aficionado a la biología regresa a su caballete", etc.

Y algo importante. Una parte de este libro se financió mediante una donación de la Fundación Alfred P. Sloan para mejorar el conocimiento público de la ciencia por medio de las vidas y las obras de los científicos.


The New York Times, Grandes logros de los genios de hoy. Editado por Laura Chang, McGraw-Hill.



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