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25 de marzo del 2005 |
Pacific News Service / La Insignia. EEUU, marzo del 2005.
Fresno.- "Con los ojos bien abiertos: el costo humano de la guerra", una conocida exposición nacional organizada por el American Friends Service Committee, visitó el Valle Central los días 22 y 23 de marzo gracias al auspicio del Pan Valley Institute y otras organizaciones locales. La exposición consiste en un par de botas por cada soldado estadounidense muerto en la invasión a Irak (1.524 a fecha de hoy) y decenas de zapatos de civiles en memoria de los más de 100.000 ciudadanos iraquíes muertos. Una sección multimedia, con información e imágenes de la guerra, invita a la reflexión. Los visitantes recorren las filas de botas, gastadas unas, casi nuevas otras, cavilando quizá sobre quiénes las usaron y en qué circunstancias, aunque los organizadores agregaron los nombres de los caídos. Este memorial silencioso y original estremece; lo dicen las flores y otras ofrendas que descansan junto a algunas de las botas, el llanto silencioso frente a otras y la pregunta común: por qué. "Mi hijo no murió en Irak, fue asesinado por este gobierno y sus mentiras", declaró en estremecedor mensaje Cindy Sheehan, de 47 años y residente de Vacaville, en California. Casey, su hijo, tenía 24 años cuando murió hace un año a miles de kilómetros de su hogar. "Por cada bota que ustedes ven aquí hay miles que sufren", dijo Sheehan, quien agregó que el gobierno estadounidense miente cuando habla de las razones de la invasión.
Como afirmando estas palabras, sobre un pequeño pedestal hay un par de mocasines que pertenecieron a un soldado iraquí. A su lado, un texto y varias fotos explican que la mayoría de los soldados de aquel país se enfrentaron a la primera potencia militar del planeta sin equipamiento adecuado. Pero cómo, ¿acaso no dijeron que el gobierno de Bagdag tenía las famosas armas de destrucción masiva? "El gobierno es hipócrita; ha dicho cosas que no son ciertas", afirma Sheehan. La exposición también expone otro costo, el económico. Así, varios paneles presentan datos contundentes, los números detrás de la guerra. Por ejemplo, la ocupación de Irak cuesta 1.100 millones de dólares al día, suficiente para evitar todos los recortes al presupuesto educativo del país. Pero quizá las cifras más elocuentes son las que explican quiénes se benefician de esta carnicería humana. La empresa Halliburton, que aún paga compensación diferida al vicepresidente Dick Cheney, ha ganado 1.700 millones por contratos en Irak; La corporación KBR, subsidiaria de Halliburton y a la cual pertenecía Cheney, fue contratada para importar petróleo para las fuerzas de ocupación a pesar de que Irak es uno de los mayores productores petroleros del mundo. Mientras tanto, el Congreso de Estados Unidos, con mayoría republicana, aprueba casi todas las propuestas de la Casa Blanca en materia de guerra, incluidas las leyes que cercenan las libertades ciudadanas. Con pocas posibilidades de un diálogo democrático, los congresistas tienen en sus manos el presupuesto federal propuesto por el presidente Bush, con un desmesurado aumento del presupuesto militar y drásticas reducciones para la educación y otros servicios públicos. Y mientras el gobierno de Estados Unidos se prepara para nuevas aventuras militares en todo el mundo -Irán, Siria, Corea del Norte-, los fantasmas de su pasado de promesas incumplidas lo persigue.
"Me pregunto cuándo cumplirá Estados Unidos su palabra de ayudar a sus aliados de la llamada guerra secreta de Laos -dijo Mai Vue, una maestra de origen hmong y residente de Fresno-. Cuando Washington se retiró de Asia, dejó atrás a miles de combatientes abandonados, que fueron lentamente masacrados." Durante la guerra de Vietnam (1965-1973), Estados Unidos extendió sus operaciones a Laos en la llamada guerra secreta, reclutando a miles de combatientes de origen hmong. En 1973, los rebeldes tomaron el poder en Laosy obliraron a estos hmong a huir rumbo a Tailandia. Después de años de hacinamiento en campos de refugiados, muchos fueron admitidos en Estados Unidos. "Es humillante ver que estos combatientes, con rango militar y que arriesgaron todo por sus hermanos estadounidenses, vinieron a este país a limpiar toilets y sus hijos son objeto de burlas y discriminación en las escuelas", dijo emocionada Mai Vue, una de las casi 100.000 hmong que llegaron al país en la década de 1980. Vue también hizo un recuento de las dificultades culturales de los mayores para integrarse en la sociedad y de las consecuencias de depresión y suicidios ante la indiferencia oficial. "La guerra destruye la vida, debemos oponernos a ella y a la brutalidad", finalizó Vue, con voz entrecortada por la emoción. "Quisiera tener la oportunidad de hablar con una madre iraquí y decirle que me averguenzo del gobierno que tenemos -dijo a su vez Cindy Sheehan-. ¡Ni un centavo más para la guerra, detengamos esta locura!." |
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