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30 de marzo del 2005 |
Segunda parte Ciencia y periodismo científico en Iberoamérica
La Insignia. España, marzo del 2005.
La divulgación de la ciencia desde México
México es el país de lengua española que más en serio se ha tomado la divulgación de la ciencia. Quisiera desarrollar esta afirmación a través del análisis de varios puntos. En primer lugar, el principio fue Prenci, un boletín mensual del Centro Universitario de la Ciencia de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Prenci fue sitio de reunión, punto de convergencia de varias generaciones de escritores y divulgadores de la ciencia universitarios, quienes usaron sus páginas para probar fortuna y afilar las armas. Quien revise la colección de cerca de 150 números, publicados en casi 13 años, notará que, a pesar de los cambios de formato, de diseño y de contenidos, Prenci logró forjarse una especie de estilo y de presencia singular, y pudo mantener en sus contenidos y su trabajo gráfico. Para el biólogo y escritor Carlos López Beltrán, Prenci marcó una etapa y definió una manera de hacer las cosas en el área de la divulgación científica universitaria, a partir de lo cual han crecido y se han desarrollado ramas y vertientes diversas. Para algunos de nuestros actuales divulgadores, dejó huellas no difíciles de descubrir. El amor a la precisión en la expresión. El cuidado en la elección de los temas. El acento en la sustancia breve y eficaz. El humor seco, civil o bárbaro, pero siempre mordaz e iconoclasta. El gusto por el equilibrio tipográfico y las ilustraciones justas. La idea de que en el breve espacio de un cuadernillo se condensara la materia de los conceptos científicos y sus múltiples posibilidades de presentación, y divertimento, de una manera amable y sorpresiva. La presencia tutelar se encarna en Luis Estrada, creador de dos empresas históricas. La revista Naturaleza y el Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia. Como hermano menor de Naturaleza (de la que habría también que hacer una antología), Prenci heredó sus hallazgos y su savoir faire. En aquellos años, escribir de ciencia en español era algo en lo que los redactores de Naturaleza llevaban la delantera mundial. Alejandro Quevedo fue la persona que, combinando los talentos más variados, hizo de esas cuatro paginitas un gozo para escritores, lectores y editores. Otra mención especial merecen los cuentos breves de Ana María Sánchez (recogidos en su libro Relatos de ciencia). La traducción fue otro oficio que se ejerció con cuidado y juicio crítico en Prenci. Argentina y Brasil En el epistolario del notable físico argentino Enrique Gaviola (1900-1989), apareció una carta que le dirigió José Babini, ilustre científico de Argentina y autor de estudios sobre historia de la ciencia, En la carta, fechada el 20 de septiembre de 1951, Babini le invitaba a participar en la reunión constitutiva de un Grupo Argentino de Escritores Científicos, en la sede de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, que entonces presidía el Premio Nobel Bernardo Houssay. Los fines del Grupo eran los siguientes:
-Propender a la máxima difusión, en forma objetiva, de la ciencia en general, y de todas sus ramas puras y aplicadas, así como de los aspectos humanos y sociales de la ciencia. Brasil ha manifestado siempre una acusada sensibilidad por la divulgación. Desde 1970, profesores y periodistas han convocado y celebrado congresos y cursos de periodismo científico. Sao Paulo fue sede, en 1982, del IV Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico, gracias al esfuerzo y al entusiasmo del Dr. Julio Abramczyk, uno de los grandes promotores de la divulgación de la ciencia en el continente. En 1989 se celebró un curso internacional de periodismo científico en la Universidad de Sao Paulo, dirigido por Abramzcyk, bajo el patrocinio del entonces decano de Ciencias de la Comunicación, José Marques de Melo, otra de las personas a quienes más deben la investigación y la docencia del periodismo científico, dentro y fuera de Brasil. La formación, el mayor problema del periodismo científico en Bolivia El periodista científico boliviano Edwin Pérez Uberhuaga, estima que en su patria existen experiencias interesantes, aunque aisladas en la mayor parte de los casos: Uno de los problemas del periodismo científico en Bolivia consiste en la formación de los profesionales, pero este proceso será largo porque, según algunas autoridades universitarias, todavía no se dan las condiciones, ni en el país ni en el sistema universitario, para impartir la especialización en periodismo científico. En un tiempo en que es necesaria la especialización en todos los campos y especialmente en las Ciencias de la Comunicación, el trabajo del periodista boliviano establece propuestas para el fortalecimiento del Periodismo Científico, su presencia en la Universidad y la intensificación de una estrategia de comunicación para conseguir una mayor aceptación en los medios. La ciencia y la tecnología son elementos claves para el desarrollo y el país que no los fomente y aplique -se concluye en el estudio- no tendrá posibilidades de competir en términos económicos y políticos. Problemas y tareas en América Los principales problemas del periodismo científico en los países de América son la falta de ambiente popular hacia la investigación científica, como consecuencia de una educación humanística en los últimos siglos y de una ausencia de sensibilidad en las clases dirigentes; falta de interés de la mayoría de los medios de comunicación; dificultad de acceso a las fuentes; escasez de periodistas científicos; poca sensibilidad de los propietarios de las empresas periodísticas; en ciertos casos, falta de cooperación por parte de la comunidad científica o de sus organismos representativos; actuación incompleta sobre la población, ya que en la mayor parte de los países de América Latina una buena parte de los grupos sociales padecen todavía graves problemas de comunicación e información, especialmente en lo que se refiere a la prensa escrita. El profesor brasileño Wilson da Costa Bueno presentó en Sao Paulo al IV Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico una interesante propuesta: Recoger en un libro una antología de los trabajos periodísticos de José Reis. Yo propondría algo más: una edición antológica en uno o en varios libros, según la magnitud del proyecto y sus posibilidades de financiación, de los grandes divulgadores científicos de Iberoamérica: el propio Reis, el venezolano Arístides Bastidas, el chileno Arturo Aldunate Phillips, el colombiano Josué Muñoz-Quevedo, el mexicano Luis Estrada, el peruano Oscar Miró Quesada, y algunos otros. Es necesario también plantear los problemas pendientes sobre formación del periodista científico, acceso a las fuentes, actualización de vocabularios especializados, y por último, pero no por ello lo menos importante, sensibilizar a los medios para que cada uno de ellos cuente, por lo menos, con un periodista capaz de seguir la actualidad científica y tecnológica. A todo esto habría que añadir algunas otras, desde la dimensión americana. Una de ellas, expuesta por Arístides Bastidas, es la urgencia de aportaciones del periodismo científico a "la lucha de nuestros pueblos por la autodeterminación tecnológica y, en consecuencia, por una economía emancipada del yugo de las grandes metrópolis". "La dependencia tecnológica -añadía Bastidas- es en buena parte la causa de nuestro subdesarrollo y de nuestras adversas condiciones socio-económicas, que no sólo se reflejan en hambre y pobreza, sino también en el atraso cultural y en las interferencias de los poderosos en la soberanía de nuestras naciones". Para cumplir estos objetivos, nuestras sociedades necesitan a los intermediarios, los mediadores, los comunicadores especializados, los animadores culturales y, por supuesto, los divulgadores y periodistas científicos. Nuestros países tienen pendiente una tarea masiva de educación popular en ciencia y tecnología, que en mi ponencia sobre "Un plan nacional de divulgación de la ciencia" (I Congreso de Comunicación Social de la Ciencia, Granada, 1999), me permití proponer. El periodismo científico de Iberoamérica ha dado pasos considerables, aunque todavía le quedan, como a todos nosotros, otros muchos que dar, y quizá los más importantes. En las conclusiones del trabajo sobre la divulgación científica en la gran prensa, referida principalmente a los diarios paulistas Folha de S. Paulo y Diario Popular, se critica la simplificación exagerada en ciertos temas, que podría comprometer la comprensión del público, con olvido de la historia de la ciencia y del impacto social de los descubrimientos. Además, al utilizar una sola fuente -sobre todo en las noticias de las agencias internacionales- el periodista se convierte en objeto de manipulación por parte del científico o de la institución interesada, puesto que no suele disponer de espacio ni de fuentes que le permitan reflejar y cuestionar las afirmaciones y buscar opiniones de otros especialistas. El periodismo científico suele adoptar una visión consumista de la divulgación, presentando los productos de la tecnología como de la propia ciencia. No siempre la investigación científica es capaz (incluso no debe hacerlo, de ofrecer resultados tan prácticos y tan rápidos. Pero es difícil llegar a conclusiones válidas en cuestiones como ésta: y siempre habrá ejemplos para la argumentación del científico de que la prensa es inconsecuente en su divulgación, y científicos resistentes a popularizar su trabajo por considerarlo demasiado complejo para su comprensión por la mayoría del público. Historia del periodismo científico en Iberoamérica El pasado ha sido honroso, aunque, por la época, la divulgación, como el resto de la cultura, era para minorías, El presente es escaso y dudoso. El futuro es esperanzador, pero dependerá de nuestra actitud en el presente. En varias ocasiones he tratado de analizar la evolución del concepto de periodismo científico, que, a pesar de ser una especialización informativa relativamente reciente, ha pasado por varias fases, algunas de ellas antes de existir con nombre propio y como disciplina independiente, entre la Ciencia y la Comunicación. En 1992, conmocionado por la noticia de la muerte de Arístides, no por esperada menos dolorosa, publiqué en el diario El País, de Madrid una necrología, y escribí también la crónica para una agencia. En mi declaración institucional como presidente entonces de la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico -que la Agencia EFE difundió a todos sus periódicos abonados de España y América- destaqué las virtudes y los méritos de Arístides y la huella que deja en el periodismo científico de habla española. Arístides Bastidas dirigía la página científica diaria de El Nacional, de Caracas, y en ella ha publicado, durante más un cuarto de siglo, una columna leída en todo el país. Fundé con él la Asociación Iberoamericana de P. Científico. Era profesor honorario de varias universidades y autor de una veintena de libros. El periodista venezolano padecía una parálisis casi total. En sus últimos años estaba ciego y apenas podía hablar, como consecuencia de una traqueotomía. Pero nada de ello le impedía estar a las 8 de la mañana en el periódico, donde dirigía una página diaria de información sobre ciencia. Un grupo de becarios le leía y le escribía y al mismo tiempo se beneficiaba de su magisterio. La historia que quiero contar ahora empieza en mayo de 1969, cuando por iniciativa del entonces ministro de Educación de Colombia, Dr. Octavio Arizmendi, el gobierno colombiano y la OEA convocan una Mesa Redonda de Periodismo Científico y Educativo sobre el tema Creación de una conciencia pública del valor de la educación, la ciencia y la cultura en el progreso nacional. De esta Mesa Redonda salió la propuesta de creación del CIMPEC, Centro Interamericano para la Promoción de Material Educativo y Científico para la Prensa, una institución que desarrolló una tarea ingente y cuya desaparición, a la muerte de su primer director, el físico y comunicador colombiano Josué Muñoz Quevedo, todavía se percibe en muchos de los países, especialmente los más pequeños y los que disponen de menos medios para realizar esta tarea. Incluyo la desaparición del CIMPEC entre las que he llamado "ocasiones perdidas del periodismo científico" y que en lo que se refiere a Iberoamérica han sido los intentos meritorios pero con poca continuidad, a cargo de la OEA (Organización de Estados Americanos), CIESPAL (Centro Internacional de Estudios Superiores de Periodismo), el propio CIMPEC, la SECAB (Secretaría Ejecutiva del Convenio Andrés Bello) y Fundación Konrad Adenauer, con la colaboración de algunas de las instituciones citadas. Después de la reunión de Bogotá, asistimos en Medellín a un incipiente congreso nacional de periodismo científico, que para mí tuvo una importancia histórica, pues me permitió conocer a Arístides Bastidas. Cuando tuve la suerte y la alegría de conocerle, ni él ni yo, ambos optimistas por naturaleza, imaginábamos que, casi un cuarto de siglo después, el periodismo científico habría de tener una presencia en América como la que hoy vivimos, y ello aunque seamos conscientes del largo y difícil camino que nos queda por recorrer. Aquella conversación entre Bastidas y yo en Medellín, fue para mí una experiencia fascinante. Arístides no usaba todavía la silla de ruedas y se apoyaba en muletas. Durante dos horas largas hablamos de la divulgación de la ciencia, del papel de esta actividad en los medios informativos y de otros temas conexos, y llegamos a la conclusión de que teníamos que afrontar problemas análogos, en Venezuela y en España, a uno y otro lado del mar y que debíamos hacerlo de modo inmediato. Como consecuencia, y sin saber muy bien en qué laberinto nos metíamos, creamos la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico (AIPC), que ha promovido actividades de todo orden en este campo y celebrado hasta ahora siete congresos: I (Caracas, 1974); II (Madrid, 1977); III (México, 1979); IV (Sao Paulo, 1982); V (Valencia, España, 1990); VI (Santiago de Chile, 1996) y VII, 2000, Buenos Aires. Los encuentros e intercambios personales e institucionales a que han dado lugar estos congresos, creo que nos han enriquecido a todos cuantos hemos participado en ellos. La publicación de las actas supone una contribución importante sobre un tema de escasa bibliografía, y no sólo en idioma castellano. Un recuerdo a los pioneros Mi libro, El nuevo periodismo de la ciencia, publicado por CIESPAL en 1999, está dedicado a los pioneros del periodismo científico en Iberoamérica, a los primeros científicos, periodistas y escritores de América Latina, a quienes se deben los trabajos iniciales, especialmente en la prensa y en el periodismo impreso. Ante la imposibilidad de citar a todos, elijo a quienes han sido -o son todavía, por fortuna- más representativos:
ARGENTINA: Jacobo Brailovsky y Miguel M. Mulhmann.
Notas
(*) Manuel Calvo Hernando, escritor y periodista, es secretario general de la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico y director de la AEPC. |
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