Portada | Directorio | Buscador | Álbum | Redacción | Correo |
28 de marzo del 2004 |
Jaime Cedrún
El año 2005 ha sido declarado Año Mundial de la Física, coincidiendo con el centenario de la publicación por Albert Einstein de la teoría de la relatividad. La simple elección de esta fecha da idea de la importancia del sabio para el mundo de la ciencia; sin embargo, llama la atención el escaso eco social de esta declaración, sobre todo si se compara con el impacto social que tuvieron en la época sus teorías científicas.
Puede considerarse a Newton y a Einstein como las dos personalidades más determinantes en la evolución de la física. Ambos fueron precoces en sus formulaciones. Si Newton tuvo su brillante intuición sobre la universalidad de la gravitación a la edad de 23 años, Einstein construyó su teoría de la relatividad a los 25. El primero la concluyó tras cuatro años de reflexión en su casa, obligado por el cierre de la Universidad de Cambridge en 1665, debido a la peste. El segundo fue madurándola mientras realizaba sus estudios académicos, con poco éxito y escasas esperanzas de sus profesores, que compatibilizaba en los últimos años con el trabajo en una oficina de patentes de Zúrich. En 1905, Einstein publicó cuatro artículos que revolucionaron el desarrollo de la física hasta el momento. El primero predecía el movimiento aleatorio de las partículas dentro de un fluido; en el segundo anticipaba una teoría revolucionaria sobre la naturaleza de la luz. El tercero y el cuarto formulaban la teoría de la relatividad. Las construcciones de Galileo, Newton, Einstein y tantos otros son piezas que descubren que la física está en el origen del nivel de bienestar alcanzado y ha sido un factor determinante en el desarrollo humano, de sus sociedades y de sus economías. No sería comprensible que este Año Mundial de la Física quedara reducido a actividades en limitados ámbitos académicos sin ninguna repercusión social. |
|