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La insignia
17 de junio del 2005


España, 1936-1939

__Especial__
España, 1936-1939
Soy del Quinto Regimiento (I)


Juan Modesto Guilloto León
(España, 1906 - Checoslovaquia, 1969)

Presentación para La Insignia: J.G.



Juan Modesto

Juan Guilloto León, Juan Modesto, nació el 24 de septiembre de 1906 «en una de las pequeñas ciudades marineras más bellas de la tierra», como afirmó, con justicia, en Estampas de mi infancia: el Puerto de Santa María, en Cádiz. «Hijo y nieto de obreros por los cuatro costados», se afilió al Partido Comunista de España en 1930. Tres años después fue nombrado responsable nacional de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC), antecedente del Quinto Regimiento y del propio Ejército Popular de la República. Cuando terminó la guerra, era el único militar de origen miliciano que había alcanzado el grado de general.

Jarama, Guadalajara, Belchite, Teruel, Brunete. Del asalto al Cuartel de la Montaña a la comandancia del mítico batallón «Thaelman»; desde la sierra de Guadarrama al mando del V Cuerpo del Ejército en la batalla del Ebro. Juan Guilloto León, comunista y español hasta el fin de sus días, murió en Praga el 19 de abril de 1969 tras haberse opuesto a la entrada de los tanques soviéticos en Checoslovaquia.


***


Mañana dejo mi casa,
dejo los bueyes y el pueblo.
-¡Salud! ¿A dónde vas, dime?
-Voy al Quinto Regimiento.

Caminar sin agua, a pie,
monte arriba, campo abierto.
Voces de gloria y triunfo,
-¡Soy del Quinto Regimiento!

-Rafael Alberti, 1936-

(...) Después de la subida de Hitler al poder, en 1933, sostenidos por el nazismo y el fascismo, de quienes recibían armas, dinero y la promesa de ayuda total para instaurar en España un régimen fascista, los generales y políticos españoles más reaccionarios iban tejiendo la trama de la sublevación.

En los planes de las dos potencias fascistas, España era la primera carta de la Segunda Guerra Mundial.

Para Alemania sería, además, el polígono de prueba de su armamento y campo de entrenamiento de millares de cuadros militares. Sería también fuente de materias primas, de las que estaban muy necesitados.

Durante el bienio negro, los nazis organizaron entre los alemanes residentes su propio partido, que contaba con más de cincuenta secciones en España. De hecho, ya había comenzado la intervención germano-italiana. Sus embajadas y consulados se encargaban del transporte de armas en la valija diplomática; eran verdaderos focos subversivos. Portugal, donde conspiraba Sanjurjo, también lo era.

El 16 de febrero de 1936, el triunfo del Frente Popular representó el fracaso del intento de instaurar el fascismo por vía Legal. La CEDA (Gil Robles) se ofreció a los generales (1). Anteriormente lo habían hecho Renovación Española (Calvo Sotelo y Goicoechea) y la Comunión Tradicionalista (Lizárraga, Olázaga, Rodezno y Fal Conde). Luego lo haría la Falange (Primo de Rivera). Ante el triunfo de las izquierdas, Franco, que era jefe del Estado Mayor Central, gestionó, en nombre de la reacción, cerca de Portela Valladares y de los generales Castelló y Sebastián Pozas, ministro de la Guerra y director general de la Guardia civil respectivamente, la proclamación del estado de guerra, para que el Ejército tomara el poder.

El factor decisivo que hizo abortar estos propósitos golpistas en febrero fueron las poderosas manifestaciones populares organizadas por las fuerzas democráticas en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao, Asturias y muchos otros lugares del país, bajo el signo de "Amnistía" y "Gobierno del Frente Popular".

Al fallarles el golpe de Estado de febrero, los partidos derrotados, instrumentos políticos de la gran Banca, la gran burguesía industrial y comercial y los terratenientes, pusieron rumbo a la sublevación. Dichos partidos centraron su actividad en la desorganización de la economía, que iba desde la evasión de capitales hasta el cierre de fábricas y la negativa a la explotación de la tierra. Al mismo tiempo utilizaban el Parlamento, los grandes medios de propaganda que poseían y el pistolerismo para crear el clima de guerra civil, poniendo todo lo que eran y lo que representaban en manos de los generales facciosos que estaban organizando el alzamiento.

Ya estaba creada la Junta Militar. La formaban, con José Sanjurjo -emigrado en Estoril-, los generales Emilio Mola, Manuel Goded, Francisco Franco, Andrés Saliquet, Miguel Ponte, Luis Orgaz, Joaquín Fanjul y Enrique Varela. El último ostentaba la representación de Sanjurjo hasta que, desplazado de Madrid, lo sustituyó Mola. La mayoría de los generales mencionados se reunieron un día del mes de marzo en la casa del diputado monárquico José Delgado. Entre otros acuerdos se fijo la sublevación para el 19 de abril. También se fijaron tres cabezas de desembarco en Cádiz, Algeciras y Málaga para las tropas de Marruecos. Sus organizadores enfocaron el golpe previsto para el 19 de abril sobre la base de "dominar Madrid", para desde allí conseguir la adhesión del resto de España. Varela ocuparía el Ministerio de la Guerra; Orgaz, Capitanía, y el almirante Carranza, el Ministerio de Marina (2).

Pero las medidas del Gobierno eran a todas luces insuficientes y hasta improcedentes. En vez de suspender de empleo a una docena de esos mandos, depurando el Ejército de reaccionarios, lo que hicieron fue destituir del mando de la flota al almirante Juan Cervera y enviar residenciados al general Varela a Cádiz y al general Orgaz a Canarias.

Otras medidas, que parecían concebidas para acercar los mandos más comprometidos a las bases de partida de sublevación, consistieron en designar a Franco capitán general de las islas Canarias y enviar a Mola a Navarra, dando a los diez mil carlistas, desde hacía tiempo organizados en Requeté, un jefe a su medida.

López Pinto, jefe de la base naval y gobernador militar de Cartagena, fue destituido por desafecto, pero enviado de gobernador militar a la plaza y provincia de Cádiz. Al jefe del Segundo Regimiento de Artillería de Costa, coronel Bartolomé Feliú, se le destituyó por desafecto para nombrarle jefe de artillería de las islas Baleares. Y el Gobierno, obsesionado por el auge del movimiento popular, adoptó una medida tan torpe como la orden de que toda la producción bélica fuera concentrada en Valladolid, única ciudad donde existía un foco fascista de cierta importancia.


La UME y la UMRA

En el seno de las Fuerzas Armadas, el enfrentamiento democracia-fascismo se manifestaba de múltiples formas, hasta llegar a niveles de organización de reaccionarios y demócratas en la llamada Unión Militar Española (UME), de signo reaccionario, y en la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA), de signo democrático.

La UME, creada en 1932, organizadora de la sublevación de Sanjurjo el 10 de agosto del mismo año, era utilizada por los generales como instrumento preparatorio de la sublevación militar. El gran desarrollo de la UME se produjo a partir de 1934-35, cuando Gil Robles era ministro del Ejército y nombró a Franco jefe del Estado Mayor Central.

En realidad, la UME era una verdadera organización polítida de los cuadros de mando del Ejército, el partido político de los generales, que actuaba en el seno de las Fuerzas Armadas con verdadera impunidad, ya que en las guarniciones, en las comandancias militares y capitanías generales, en los Estados Mayores y escuelas militares, disponíasn, en la mayoría de los casos, de los puesto clave, incluidos los máximos. Cuando no era así, ignoraban a sus jefes jerárquicos, a los que hacían el vacío, engañaban y se aprestaban a inmolar. No en balde se inspiraban en la frase de Mola: "No admitimos neutrales", con la que se fraguaba el premeditado, frío y cruel asesinato de los jefes y oficiales no comprometidos con el alzamiento militar.

Pero la UME era también un apéndice del nazismo en España. Las susodichas cincuenta secciones del partido nazi, creadas durante el bienio negro, se confundían con ella. La sección local de Barcelona se movilizó el 18 de julio, pero la derrota de los sublevados la dispersó y sus jefes se dieron a la fuga. En los demás lugares de España se incorporaron a la sublevación.

En el mes de marzo de 1936, la UME lanzó dos circulares, en las que alentaba a sus afiliados, después del intento fracasado de golpe de Estado de febrero, para el golpe del 19 de abril, que tampoco se pudo dar.

La actividad conspiradora de la UME se completaba con la realización de atentados contra los militares leales después de las elecciones de febrero. La UME confeccionó listas en todas las guarniciones para asesinar a militares republicanos. En Madrid fue gravemente herido el comandante Jiménez Canito; en Barcelona, atentaron con bombas de reglamento "Laffite" contra el coronel Moracho.

Para contrarrestar a la UME, a finales de 1934, un grupo de oficiales de signo genérico republicano se reunió en Madrid, en la casa del capitán médico Palacio. Los llevaba allí la voluntad de hacer frente a la política de fastistización del Ejército de la República.

Los interrogantes que traían los reunidos eran: ¿Por dónde empezar? ¿Qué organización crear? ¿Qué fines debía tener la organización?

Decidieron crear la Unión Militar Antifascista (UMA). Como fines de la organización fijaron: contrarrestar la actividad de la UME; prestar ayuda de todo género a los compañeros presos; unir a los militares republicanos para que los gobernantes tuvieran un instrumento contra la reacción.

Además, acordaron publicar un manifiesto, que allí mismo redactó el teniente coronel Carratalá, dirigido "a todos los compañeros antifascistas, sin distinción de ideas políticas", basándose en que "cada militar, cualquiera que sea el partido al que pertenezca, debe trabajar en el seno de una organización militar, como defensor de la República en peligro, contra el fascismo amenazante".

(…) Vencido el año 1935, se fusionaron la Unión Militar Antifascista, de iniciativa comunista, y la Unión Militar Republicana, de iniciativa socialista, respondiendo al impulso unitario que se desarrollaba en todo el país, lo que dio origen a la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA). (…)

Juan Modesto y Enrique Líster

Antesala del 18 de julio

Al ser designado Azaña presidente de la República el 10 de mayo de 1936, la jefatura del Gobierno pasó el día 12 a Casares Quiroga, que siguió manteniendo en sus manos la cartera de Guerra.

En este periodo, antesala del 18 de julio, se mascaba el clima de guerra civil. Los cuartos de banderas eran focos de subversión. La UME dio la directiva a todos sus afiliados de no aceptar los permisos de verano. Las continuas advertencias de los oficiales y jefes leales, en muchos casos postergados y perseguidos por sus "compañeros", eran desoídas por el Gobierno. Igual suerte corrían las denuncias hechas en las Cortes por los diputados de izquierda sobre los preparativos de la sublevación, más señaladamente las que con pruebas irrefutables hacían José Diaz y Dolores Ibarruri en nombre del Partido Comunista. Los pistoleros fascistas seguían sus crímenes. Orientados por la UME, asesinaron en Madrid, el 9 de mayo, al capitán Faraudo; y el 12 de julio, al teniente José Castillo.

El indefensismo en el que se encontraban los militares demócratas por parte del Gobierno, excitó su indignación. La lenidad de aquél les hizo reaccionar con particular brío, desarrollándose en un núcleo importante de ellos la tendencia a actuar por su cuenta.

Al día siguiente del asesinato del teniente Castillo, promovimos una reunión a la que asistieron los dirigentes de las células del partido del Segundo Grupo de Asalto (Ministerio de la Gobernación), del Ministerio de la Guerra, del Ministerio de Marina y del Batallón Presidencial, reunión que se celebró en el domicilio del teniente coronel José Barceló, sito en la calle Vallehermoso (3). A esta reunión asistió, en vísperas de incorporarse a su destino en África, el capitán de aviación Leret, uno de nuestros camaradas militares más lúcidos, asesinado por los militares franquistas el 18 de julio en la base de hidros de Atalayón.

En esta reunión de particular tensión, los camaradas Barceló, ayudante de Casares Quiroga y jefe del batallón del Ministerio de la Guerra; Enciso, jefe del Batallón Presidencial; Burillo, del Grupo de Asalto, y la célula del Ministerio de la Marina expresaron su indignación por los crímenes de los militares fascistas y la necesidad de extremar la vigilancia para salvar a la República en peligro. En aquella reunión se trazó la línea de conducta a seguir con vistas a que no pudieran sorprendernos los acontecimientos en los ministerios y en las unidades.

En este periodo, en nombre del partido, yo estaba relacionado con el coronel Rodrigo Gil Ruiz, jefe del Parque de Artillería de Madrid, socialista. En vísperas de la sublevación y ante la eventualidad de que los fascistas intentaran apoderarse de las armas del Parque y se produjera un golpe fascista, fijamos ambos la consigna "Modesto" para la entrega de las armas a las MAOC (4).


Notas

(1) Confederación Española de Derechas Autónomas.
(2) Páginas 66 a 68 del libro del general F.J. Mariños.
(3) Madrid.
(4) Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas.



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