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14 de junio del 2005 |
Grandes científicos (novena y última parte) De vuestra ansiedad, vuestra profesión
La Insignia. España, junio del 2005.
Los hombres de ciencia están en la vida y en la historia para interrogar a la naturaleza, para crear la imagen del mundo, para mejorar nuestra calidad de vida y la salud y la felicidad de la humanidad, para luchar por la eliminación de lo arbitrario, para ejercer las facultades divinas de la razón y la imaginación (G. Burniston Brown).
Participáis en una aventura del espíritu humano, la conquista gradual del hombre, del espacio y del tiempo en primer lugar, y después, de la materia como tal; en la conquista de nuestros propios cuerpos y de los de otros seres vivos y, finalmente, tratáis de conocer los elementos oscuros, grandiosos y perversos de la mente. Habéis hecho de vuestra ansiedad vuestra profesión, como decía de sí mismo François Jacob. La inteligencia es un rascacielos al cual le faltará eternamente el último piso, decía Papini. Y este matiz de algo inacabado, perfectible y continuamente sometido a revisión y reelaboración, está expresado en la frase de Dobzhansky, que es mi preferida porque creo que define con mayor exactitud la tarea investigadora: Todo científico trabaja para dejar anticuado su propio trabajo. Para François Jacob, la función de la ciencia es también otra, y lo expresa con una imagen original: "La naturaleza no es silenciosa. Va repitiendo eternamente las mismas notas que llegan hasta nosotros lejanas, difusas, sin acordes ni melodía. Pero nosotros somos incapaces de prescindir de la melodía. La hemos estado buscando hasta la desesperación tanto en la tierra como en el cielo, hasta que nos hemos dado cuenta de que nadie, nunca jamás, vendrá a tocarnos la música que estábamos esperando. Somos nosotros quienes tenemos que tocar los acordes, escribir la partitura, hacer que surja la sinfonía, dar a los sonidos una forma que sin nosotros no tienen". El periodismo científico El periodismo científico es una parte del periodismo y una parte de la ciencia. Como parte del periodismo, constituye una especialidad informativa de nuestro tiempo, cargada de futuro. Como parte de la ciencia, es algo inherente a la propia función del conocimiento, que es una actividad social y que parece requerir no sólo la participación de la comunidad científica, sino de la comunidad en general, especialmente a través de sus mecanismos pero no sólo a través de ellos. El libro La ciencia en el escaparate de Dorothy Nelkin, que fue investigadora y profesora del departamento de Sociología de la Universidad de Cornell (EEUU), refleja la convicción de que en una sociedad cada vez más dependiente del conocimiento tecnológico es extremadamente importante contar con una información honesta, crítica y exhaustiva sobre ciencia y tecnología. Ahora surge también la paradoja de que en unas sociedades tecnológicas, apoyadas básicamente en el conocimiento científico, la difusión de este conocimiento sea tan escasa y llegue a sectores tan minoritarios de la población. A pesar de que hoy se difunde más información científica que antes en la prensa, la comprensión que obtiene el público sigue estando deformada con frecuencia. Sin embargo, la prensa está prestando cada vez mayor atención a la ciencia y la tecnología. El conocimiento En nuestros días, hojear una revista científica es una experiencia fascinante, no sólo por la trascendencia de los nuevos conocimientos, sino también por su número y su volumen. Para ustedes, investigadores, y para nosotros, informadores, fisgar en campos tan distintos y tan apasionantes como la astronomía, la biología molecular, la inmunología, la psicofarmacología, la informática, la cosmología, la física de las altas energías o la novísima ciencia de los materiales, es como entrar en otro universo, del que algunos de nosotros estuvimos excluidos en la primera parte de nuestra vida, porque nadie se cuidó de mostrárnoslo en nuestro tiempo de formación. El hombre de ciencia se convierte en el historiador del magno espectáculo en movimiento, dice Victor Massuh. Yo añadiría que también el divulgador científico. La astronomía relata la formación de las galaxias, la física cómo se forman los nucleones, la química sigue los rastros del polvo estelar, la planetología el nacimiento de los planetas, la bioquímica la aparición de las primeras células vivientes, la biología y la paleontología los caminos que llevaron al surgimiento de los homínidos. El periodismo científico tiene que llevar al pueblo este conocimiento, y ello supone una hazaña sin precedentes. Para subrayar la fuerza y la potencia de este nuevo renacimiento, basta con evocar las palabras que precisan y delimitan el nuevo universo: bioquímica, automatización, informática, láser, robótica, fisión, fusión, superconductividad, optoelectrónica, cuasares, pulsares, agujeros negros, galaxias que nacen y mueren. Frases y palabras misteriosas e inquietantes, que nos entreabren las ventanas de un universo paradójico, gigantesco y microinfinitesimal, frío y ardiente, estimulante y terrorífico, incoloro y brillante, explicado e inexplicable, el universo, fantástico y racional a la vez, de la ciencia y de la tecnología. En el último tercio del siglo XX, y ya en la frontera del nuevo milenio, el hombre ha iniciado el dominio del átomo, el electrón, la célula y la molécula, y como consecuencia, está en condiciones de transformar todo lo que esté a su alcance. Nuestro siglo pasará a la historia, más que por las guerras y revoluciones, como la época en que los físicos iniciaron la hazaña de desvelar en gran medida la estructura del macrouniverso y del microuniverso, ambos inimaginables. Virginia Woolf decía que la naturaleza nos ha confeccionado híbridamente de arcilla y de diamantes, de arco iris y de granito. Ahora podríamos añadir que el hombre está compuesto de la inimaginable cifra de 10 elevado a 29 partículas elementales y añadir que somos polvo de estrellas, lo cual ya no es sólo una frase poética. En los últimos diez años, los físicos han aprendido más sobre el Universo que en los últimos siglos y han percibido una nueva imagen de la realidad que hace necesario un cambio en nuestra imaginación. Algunos científicos están convencidos de que nos espera un tiempo de revelaciones y de que surgirá algo grandioso en nuestro conocimiento del universo. El progreso de la ciencia se abre en dos direcciones: ensancha nuestro conocimiento, pero también profundiza en nuestra ignorancia, y las grandes mentes de nuestro tiempo vienen a decirnos que la ciencia avanza, sobre todo, gracias a la labor de sus servidores, gracias al esfuerzo de la voluntad, por la fuerza de la mente y del corazón. |
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