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6 de julio del 2005 |
Convergencia política y libertad de mercado
Mario Roberto Morales
He dicho muchas veces que el ideario liberal (no, el neoliberal), llevado a sus últimas consecuencias y sin manipulaciones elitistas, puede ser el eje de una convergencia política entre izquierdas, centros y derechas a fin de definir un interés nacional interclasista que se torne en un proyecto económico que nos haga despegar hacia el desarrollo. De modo que mi artículo, "El liberalismo y la creación de riqueza", no implica ningún viraje ideológico ni mucho menos una "metamorfosis" de mi pensamiento político.
El pueblo no es ni "socialista" ni "libertario", sino trabajador. Lo que busca en la política no son ideologías sino soluciones a sus problemas. Por eso, anhela fuentes de trabajo para estar a la altura de las expectativas consumistas que el mercado a la vez le ofrece y le niega. ¿Queremos que la gestión empresarial esté controlada por elites cuya riqueza generada llegue "por goteo" a un pueblo de asalariados? ¿O queremos libre mercado para que haya cada vez más empresarios y empresas, expandiendo así las capas medias y la clase trabajadora calificada? Es en esto en lo que necesitamos ponernos de acuerdo para converger en un interés nacional interclasista que nos haga despegar en lo económico y madurar en lo político, y no tanto en asuntos conceptual-formales sobre quién es o no liberal, neoliberal, mercantilista, proteccionista o socialista. La guerra fría ya se acabó y hay que ver hacia delante superando paranoias anticomunistas y frustraciones resentidas que crean falsas oposiciones como la de Estado contra Mercado. Es obvia y urgente la necesidad de un proyecto económico nacional en el que la ciudadanía entera y sus organizaciones representativas propongan soluciones a sus problemas para que esas propuestas sean la base de un análisis exhaustivo de nuestras carencias y posibilidades, el cual genere la formulación de una visión compartida del modelo de Estado y del sistema productivo que queremos. Esta visión tendría que incorporar en su propuesta el interés de cada uno de los sectores sociales tornándose así en alentadora para todos, en especial para las nuevas generaciones de ciudadanos que anhelan prosperar en su país y no en otro. A partir de esta visión, el Estado contaría con los instrumentos que propicien condiciones para crear riqueza mediante la libertad de mercado, ejerciendo con propiedad sus funciones legislativas, ejecutivas y judiciales. En este punto es necesario enfatizar que el debate acerca de las funciones del Estado concreto (el nuestro), y no tanto las del Estado abstracto (teórico), sigue abierto, aunque quizá coincidamos ya en que el nuestro necesita redimensionarse a fin de que cumpla sus funciones con eficacia y sin corrupción, en el entendido de que un Estado burocráticamente pequeño no implica que sea débil política ni económicamente. Al contrario, en la medida en que se incremente la eficacia y la probidad estatales, es posible no sólo reducir el presupuesto público a fin de que este ahorro sea utilizado por la ciudadanía para generar riqueza sin obstáculos monopolistas (oligárquicos o neoliberales), sino también definir, reforzar y hacer eficientes las tareas sociales que el momento histórico que transite el despegue y el ascenso económicos le exija al Estado atender. Tenemos los recursos y la gente para impulsar un proyecto multiclasista de generación de riqueza que expanda las capas medias y eleve la calidad de vida de los trabajadores estimulando la inversión en la capacitación laboral de todos los sectores sociales. Urge por ello reencauzar el debate ideológico hacia la convergencia en esta tarea, a fin de hacer de nuestra gente una ventaja competitiva para un proyecto del cual nadie en su sano juicio querrá quedarse afuera, llámese liberal o no. (*) También publicado en A fuego lento |
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