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27 de febrero del 2005 |
CCS. España, febrero del 2005.
Sostienen los politólogos que el reciente periplo europeo de George W. Bush sirvió para "pasar página", para poner punto final a las profundas disensiones provocadas por la guerra de Irak, para sellar una nueva etapa en las relaciones entre Washington y sus aliados europeos. Los atlantistas aseguran que los encuentros del actual inquilino de la Casa Blanca con el presidente francés, Jacques Chirac, y el canciller alemán, Gerhard Schröder, sirvieron para despejar el panorama político, para alejar las nubes que planeaban desde hace ya algún tiempo sobre las relaciones transatlánticas. "Las aguas han vuelto a sus cauces", afirman los secuaces de Bush. EEUU y Europa se comprometen a combatir la amenaza terrorista, a participar conjuntamente en la reconstrucción de Irak, a apoyar en proceso de paz en Oriente Medio”.
En efecto, éstas han sido las principales propuestas formuladas por el presidente de los Estados Unidos en Bruselas y Maguncia; unas propuestas que cuentan con el aval de los políticos europeos, pero que no acaban de convencer a la mayoría de los pobladores del Viejo Continente, que desconfía de las buenas palabras de Bush. Muchos estiman que el Imperator vino, vio y venció, aunque no convenció. Hay quien cree incluso que la minuciosa escenificación del reencuentro entre las dos orillas del Atlántico trata de ocultar serias diferencias, importantes roces diplomáticos, fuertes presiones económicas. Hay quien cree que EEUU y Europa no han llegado a un entendimiento, que la cacareada etapa de cooperación iniciada en Bruselas es, al igual que la paz lograda a punta de espada, una mera tregua. Es cierto que los aliados tienen muchos intereses convergentes. Pero dichos intereses no se limitan, como pretenden algunos analistas transatlánticos, a la defensa incondicional de los conceptos anglosajones de liberty and democracy, que los neoconservadores de Washington pretenden salvaguardar a través de la guerra preventiva. La mayoría de los estadistas del Viejo Continente confía en la solución pacífica de los conflictos. Sin embargo, Bush no dudó en traer consigo el fantasma del peligro nuclear iraní, recordando a sus recalcitrantes aliados que Norteamérica “aún no” contempla la utilización de la fuerza contra el país de los ayatolás. De todos modos, convendría centrar nuestra atención en las palabras “aún no”. Porque la opción bélica, barajada ya en agosto del pasado año por Condoleezza Rice, se divisa en el horizonte. El régimen de Damasco, acusado de haber planeado el asesinato del ex presidente libanés Rafik Hariri, se apresta a acabar con la ocupación militar del “país de los cedros”. Ni qué decir tiene que, en este caso concreto, la amenaza militar estadounidense constituye un argumento de peso. Denuncia el inquilino de la Casa Blanca la excesiva “pasividad” de los europeos frente a la compleja problemática de Oriente Medio. Olvida, sin embargo, que la incómoda postura comunitaria deriva ante todo de la negativa de su aliado, Ariel Sharon, de aceptar la mediación de la UE en un interminable conflicto que, dicho sea de paso, afecta directamente los intereses geopolíticos del Viejo Continente. En efecto, el constante deterioro de las relaciones entre palestinos e israelíes entorpece la buena marcha del proceso de Barcelona. Por otra parte, la cuestión palestina se ha convertido en la principal fuente del antiamericanismo/antioccidentalismo, fenómeno que se ha ido apoderando del conjunto de la sociedad árabe. La perspectiva de la creación de un Estado palestino sin continuidad territorial, plagado de asentamientos judíos, no constituye una baza para la estabilidad en la región. Como tampoco se puede contemplar la introducción forzosa de democracias de corte occidental en países “moderados”, como por ejemplo Egipto o Jordania, cuyos gobernantes tratan por todos los medios de imponer embrionarios modelos autóctonos. Finalmente, las autoridades de Moscú, acusadas por Bush de no respetar los derechos humanos y la libertad de prensa, no dudaron en poner los puntos sobre las "íes". El presidente Putin le recordó a su “amigo americano” que cada nación tiene sus peculiaridades y que los principios democráticos han de adaptarse a la idiosincrasia de los pueblos. Al abandonar el Viejo Continente, Imperator formuló una propuesta sumamente inquietante: la de convertir a la OTAN en foro de debate político. Ello equivale, en definitiva, a la militarización de las relaciones internacionales. ¿Será ésta la primera victoria de la cultura de la muerte en suelo europeo? |
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