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10 de febrero del 2005 |
Christian Sellés
Del 24 al 28 de enero ha tenido lugar en París la Conferencia Internacional sobre la Biodiversidad titulada "Biodiversidad, ciencia y gobernalidad". Esta reunión, inscrita en el proceso global que pretende reducir el ataque a la biodiversidad de modo evidente de aquí al año 2010, es un proyecto personal del presidente francés Jacques Chirac. Sin embargo, al no tener carácter vinculante, sólo puede presionar a los estados para cumplir compromisos, no puede exigirles nada. Las cifras presentadas son aterradoras: 16.000 especies animales viven amenazadas mientras que 60.000 vegetales corren serio riesgo de desaparición. Según la Lista de Especies Amenazadas, estas han aumentado en casi 6.000 en los últimos dos años. Se calcula que el ritmo de desaparición de animales es entre cien y doscientas veces superior al normal, motivado en esencia por la contaminación generada por el desarrollo industrial. Klaus Toepfer, director general del Programa de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA) ha advertido de que "la situación actual representa una crisis sin precedentes desde la extinción de los dinosaurios". Asimismo declaró que "el 45 por ciento de los bosques ha desaparecido, también el 10 por ciento de los corales y el resto está gravemente amenazado". Se calcula que al año se pierden catorce millones de hectáreas de bosque. Cada seis horas desaparece en el mundo una superficie de bosque o selva similar a París, lo que conlleva, aparte de la desaparición de las especies animales que los habitan, la reducción de la "capacidad pulmonar" del planeta, dificultando así su oxigenación. Ante estos datos, las voces de alarma han sido dadas por parte de los 1.200 investigadores, responsables políticos y dirigentes de organizaciones no gubernamentales que han asistido en París a esta conferencia. Destacando la falta de compromiso por parte de los actores, el documento final de esta reunión, denominado "La Llamada de París", alerte a los gobiernos de la situación a la que se ha llegado y que, si no hay cambios inmediatos, es insalvable. El término biodiversidad viene a referirse a toda la variedad de vida que hay en la tierra. Y en los últimos años, todas las acciones del ser humano van encaminadas a hacerla desaparecer y a crear un sistema de vida nuevo, artificial, con una hegemonía (ya existente) demasiado preponderante del Homo Sapiens, haciendo un uso monopolista del planeta. La naturaleza ha sido mercantilizada, ha pasado a ser un bien más, controlado por unos pocos, que hacen y deshacen sobre algo que nos afecta a todos y que, de hecho, es de todos. La naturaleza tiene una cualidad que no se encuentra en ninguna parte: la autorregulación. Esto no lo ha respetado el hombre que ha querido sentar unas nuevas bases basadas en el interés a corto plazo sin preocuparle en absoluto el daño que podía causar. La introducción de animales en ecosistemas que no son los que les corresponden, o la creación de cultivos modificados genéticamente, los transgénicos, modifican por completo la armonía existente y es una causa más de la reducción de la biodiversidad. Al abordar este tema, todos los países muestran de palabra su apoyo e indignación ante la situación que se ha alcanzado. Pero cuando hay que pasar a los hechos, nadie hace nada por paliar el daño que se está inflingiendo a la Tierra. Prueba de ello es el fracaso de los objetivos marcados en la Conferencia sobre Biodiversidad de Río de Janeiro de 1992, que firmaron 188 países pero que no imponía obligaciones ni objetivos concretos, al igual que en le Cumbre de la Tierra de Johannesburgo de diez años después. El ser humano lleva muchos años jugando a ser dios: crea clones de animales en laboratorios; las semillas empleadas para la agricultura son inmunes a las plagas y a las sequías, algo antinatural; y para culminar, destruye en pocas décadas lo que se ha construido en más de 3.000 millones de años. Estas conferencias, a nivel informativo, son muy valiosas, pero, sin carácter vinculante, son mero papel mojado. ¿Nadie se ha planteado que ahora o nunca es necesaria una conferencia que imponga a los países y a las empresas unas normativas y unas sanciones en caso de no acatarlas? Mañana, puede que ya sea tarde. |
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