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30 de enero del 2005 |
Pedro Francke
La mayoría de los políticos e intelectuales, yo incluido, solemos pensar en grandes soluciones. Enormes obras de irrigación, grandes carreteras transnacionales, reformas que afectan a todo el estado, modelos económicos integrales. Nos olvidamos de que, en muchos casos, es mejor idear pequeñas soluciones para problemas específicos.
Un caso reciente de pequeñas soluciones son las escaleras que el alcalde Castañeda ha construido en muchos de los cerros poblados alrededor de Lima. Yo tuve una experiencia parecida con Foncodes, que en la selva construyó cientos de pequeñas veredas peatonales que permiten circular, incluso con triciclos y bicicletas, donde la lluvia hacía el camino terriblemente lodoso. Muchos casos interesantes se presentan en las comunidades rurales del Perú, desde la difusión de pequeñas parabólicas artesanales para poder ver la televisión hasta iniciativas productivas como la de la cuenca de Jabonmayo, en las provincias altas del Cusco, que combina sistemas artesanales de irrigación con nuevas técnicas de producción de yogurt y productos lácteos, y permite una enorme mejora en la alimentación e ingresos de los campesinos. Pero hay muchos más problemas por solucionar así, de a poquitos. En los desayunos escolares, se ha observado algo sorprendente: aunque los niños están mejor alimentados, en muchos casos no han mejorado su aprendizaje debido a que el desayuno lo toman a las 10 de la mañana, y pierden valiosas horas de clase. La solución: que los niños lleguen media hora antes al colegio para tomar su desayuno o que se les dé almuerzo a la salida de clases. En el transporte urbano de Lima, cientos de calles tendrían el tránsito más fluido solamente si se mejora la señalización o se dispone una vía adicional por unos metros. En mi barrio, Jesús María, el cruce de Gregorio Escobedo con Pershing se ha hecho mucho más pesado desde que a la torpe alcaldesa anterior se le ocurrió cerrar los cruces que favorecían el desahogo de esa esquina por otra vía. El reordenamiento de los paraderos de las combis, para que estos se ubiquen donde no detengan el tránsito al cruzar la esquina, ayudaría muchísimo. Con toda seguridad, miles de estas pequeñas soluciones costarían menos que las grandes obras viales y tendrían mayores efectos. El enfoque de las pequeñas soluciones tiene sus peligros. Probablemente el mayor es el de la demagogia, en la que Toledo cayó con tanta insistencia: pueblo al que iba, prometía muchas cosas. Acabó así con miles de promesas incumplidas que minaron su popularidad, y que simplemente no podían concretarse por razones presupuestarias. También ha terminado agravando el problema de las universidades públicas: ahora tenemos más universidades de menor calidad, cuando lo que hacía falta era todo lo contrario. En las políticas sociales, hemos continuado con decenas de pequeños programitas poco efectivos, en vez de tener pocas iniciativas realmente potentes, que lleguen a la enorme mayoría y que sepan adaptarse a las circunstancias. La descentralización y el fortalecimiento de los gobiernos locales y de las comunidades deberían llevar a que se multipliquen esas pequeñas soluciones que nos pueden hacer la vida mejor. Ojalá los próximos años veamos a alcaldes y presidentes regionales demostrando que un conocimiento más cercano de la realidad puede hacer más efectiva la acción del gobierno. Un presupuesto mayor para estas iniciativas locales, por cierto, sería de gran ayuda. |
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