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La insignia
19 de enero del 2005


EEUU en guerra

El voto iraquí en el exterior


__EEUU en guerra__
2001-2002 2003 2004 2005
Luis Peraza Parga
La Insignia. México, enero del 2005.



La situación en el interior de Irak se está tornando dramática con atentados con coches bomba que van en contra de todo lo que se antoja extranjero. Los días previos y posteriores a las primeras elecciones democráticas a la Asamblea Nacional, al Parlamento kurdo y a los gobiernos provinciales, al menos en su aspecto de democracia electoral, del 30 de enero del 2005, Irak cerrará sus fronteras, los iraquíes no podrán viajar entre provincias, se extenderán los toques de queda nocturnos y se restringirá la libre circulación para proteger a los votantes.

Los ciudadanos iraquíes deben elegir una Asamblea Nacional provisional de 275 miembros, la cual designará un presidente y dos vicepresidentes, quienes, a su vez, escogerán un primer ministro que deberá ser ratificado por la Asamblea. Parece que las condiciones en que se va a desarrollar los comicios se asemejan, pero en peor, a la atmósfera bélica en que se dieron las elecciones salvadoreñas en la década de 1980. La campaña electoral de los candidatos no puede ser libre, y está condicionada por el clima de violencia que genera toda intervención y ocupación extranjera.

Se me antoja que los únicos iraquíes que van a poder desarrollar tan fundamental deber y derecho cívico como el de votar en condiciones óptimas será el millón de iraquíes que se encuentran diseminados en catorce naciones. La Organización Internacional de Migración, en un reto sin precedentes se encargará, en nombre de la Comisión Electoral Iraquí, del registro y la votación de los ciudadanos iraquíes en 75 colegios electorales de 36 ciudades de Australia, Canadá, Dinamarca, Francia, Alemania, Irán, Jordania (dieciocho mil expatriados se registraron en el primer día) Holanda, Suecia, EEUU y Reino Unido. Las negociaciones con Siria, Turquía y Emiratos Árabes Unidos avanzan. Los doscientos cincuenta mil exiliados iraquíes con derecho a voto que residen precisamente en el territorio de la potencia ocupante se registrarán y votarán en Chicago, Detroit, Los Ángeles, Nashville y Washington D.C. Después de su inscripción en los padrones y tras demostrar previamente su identidad, la nacionalidad iraquí y el hecho de haber nacido antes del último día del año 1986, la tendencia de su voto se dirigirá, sin duda, a favorecer al candidato proestadounidense, actual primer ministro provisional, Alaui. Cinco mil quinientos colegios electorales se extenderán por todo Irak ese 30 de enero. En el extranjero ese día será el último después de llevar dos días funcionando, exactamente desde el 28 de enero. Los resultados del voto en el exterior se demorara cinco días. Sería interesante que se pudieran obtener los datos del sentido del voto de la comunidad iraquí en el exterior y en cada una de las catorce naciones y compararlos con los votos en el interior.

La experiencia de la ya cincuentenaria Organización Internacional de Migración en organización y dirección de registro externo y voto en el exterior en nombre de gobiernos con numerosos desplazados y refugiados es vasta pero reciente, desbordando con eficiencia sus funciones tradicionales. Entre las setenta naciones, las cientos de miles de verificaciones de personas que se convierten en ciudadanos precisamente por ese derecho al voto en una combinación de correo y presencia destacaré las elecciones generales de Bosnia Herzegovina de 1996, 1998 y 1999, las municipales de 1997, las de Timor Este, las de Kosovo y, sobre todas, las presidenciales del 8 de octubre del 2004 en Afganistán, donde más de ochocientos mil afganos residentes en Pakistán e Irán votaron gracias a la Organización Internacional de Migración.

Sin duda alguna, en estas elecciones en Irak también se produce -como en Armenia, Bosnia, Eritrea y Sudáfrica-, el exitoso trinomio transición democrática, cambio de régimen y voto en el exterior. En esta última nación fue precisamente la diáspora la que, con un treinta por ciento de su población en el exilio, definió la elección como presidente de Mandela.

En Argentina, Brasil, Colombia, Perú y Honduras se han llevado a cabo elecciones fuera del territorio nacional. En otros países, como en México, el debate parece adquirir proporciones eternas.

España superó hace tiempo el debate sobre la necesidad del voto en el exterior. Es un derecho político asentado y ya muchas veces ejercido debido a que el instrumento del voto en el exterior tiene casi dos décadas de edad y se utiliza en todas las elecciones, en todos los niveles. Dentro de la actual tendencia del derecho internacional de reconocer, cada vez más, los derechos de los extranjeros en los llamados países "huésped", España se encuentra entre el grupo de países con democracias consolidadas que ofrecen, desde hace años, la posibilidad de ejercer su derecho de voto a sus nacionales residentes más allá de sus fronteras. Sólo es necesario la existencia de un español en una circunscripción de un consulado español en el extranjero para que la costosa maquinaria electoral se ponga en marcha y ofrezca a la persona la posibilidad de votar.

Los residentes españoles en el exterior pueden votar, por correo o depositando su papeleta en el consulado, a todos los cargos políticos desde las elecciones municipales (en los que se votará a instancia de parte o elector) pasando por las autonómicas (especie de gobiernos federales), las generales (Congreso y Senado) y culminando con las europeas (Parlamento europeo). Curiosamente y esto es algo que debería cambiar, tanto en las elecciones del nivel más cercano al ciudadano (lo que nos evoca el principio de subsidiariedad), es decir, los poderes municipales, como en el más alejado (Parlamento europeo), es requisito indispensable que el potencial elector inicie el procedimiento para poder votar. En el resto, el procedimiento se desencadena de oficio o de manera automática.

Sin embargo, señalaré tres grandes fallos que pueden servir de reflexión ante esta nueva contienda electoral en el exterior de Irak.

La primera es lo exiguo de los plazos en todo el proceso electoral. La segunda, la necesidad de elaborar un censo electoral consular exacto y fiable. La tercera consiste en que los partidos políticos no toman en cuenta, ni en el diseño de la campaña electoral ni en los resultados, a la comunidad española en el exterior. Con la excepción de Argentina, los líderes políticos no realizan actos electorales allende las fronteras. No se cuida el capital político en el extranjero. El voto en el exterior influye en el resultado final, principalmente las elecciones municipales y autonómicas, donde la posibilidad de elegir un alcalde o grupo de concejales puede decidirse y definirse desde el exterior. Los partidos políticos deberían "mimar" a sus posibles votantes en el exterior más allá de que el costo supere el beneficio esperado u obtenido. De esta manera demostrarían que son capaces de gobernar para todos. El Estado debería invertir más presupuesto en la información de cómo votar en el exterior y esperar al recuento final de todos los votos para dar el resultado de las elecciones ya que, de otro modo, se distingue entre nacionales de diferentes clases, respetando de esta manera, formalmente también, a todos los ciudadanos.

Un punto polémico es el establecimiento de un justo y delicado equilibrio entre, por un lado, seguir siendo ciudadano de un país y tener derecho a votar fuera; y por otro, que dichos ciudadanos puedan llegar a determinar, por su elevado número, a unos gobernantes que nunca los gobernarán.

Aún así, no es conveniente limitar el análisis a un mero cálculo de coste-beneficio que resultaría negativo para la existencia de la institución del voto en el exterior. Este derecho, firmemente establecido en el orden del día prioritario de la agenda nacional e internacional de las políticas públicas, ha llegado para quedarse. Cualquier Estado que quiera ser plenamente democrático y reconocido como tal dentro y fuera de sus fronteras se verá obligado a regular mecanismos eficaces que ofrezcan la opción a todos sus ciudadanos residentes en el extranjero, afianzando el voto en el exterior como un derecho político universal.



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