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La insignia
19 de diciembre del 2005


La ecología de la economía global (II)


__Especial__
Diálogos
Elmar Altvater (*)
Edición para Internet: La Insignia, diciembre del 2005.

De Globalización: La euforia llegó a su fin
Ed. Ediciones Abya-Yala (Ecuador).
Traducción del alemán: Birte Pedersen.


Una distribución desigual

A diferencia de los siglos anteriores, el bienestar está distribuido de forma extremadamente desigual desde que comenzó la industrialización a fines del siglo XVIII. En los 178 años transcurridos de 1820 hasta 1998, el ingreso promedio global subió de 667 a 5709 dólares per cápita. Sin embargo, en Europa occidental, el ingreso promedio per cápita asciende a 17.921 dólares en el año 1998 y en los "retoños" de Europa occidental, es decir los EE.UU. y Canadá a 26.146. En Asia (sin el Japón) alcanza apenas 2936, y en África, sólo 1368.

Pero pese al fuerte crecimiento experimentado en todas las regiones del mundo, el producto social per cápita de 1990 es inferior al producto social per cápita de 1950, en el 20% del mundo no estadounidense (Crafts 2000). Es decir que el crecimiento no es de ningún modo sinónimo de progreso, ni de mayor igualdad y justicia en el mundo. La afirmación del Banco Mundial según la cual el crecimiento es bueno para los pobres (Dollar/Kraay 2000), es más bien cuestionable.

De hecho, las largas series de datos, elaboradas por Angus Maddison, que forman la base del siguiente gráfico, no confirman esta tesis.

Hasta la revolución industrial, la población mundial tomó cada vez unos 1000 años para duplicar su número (Ponting 1992: 91). En la segunda mitad del siglo XX, la duplicación se hizo en apenas dos décadas, también por el hecho de que aumentó la esperanza de vida. En Alemania subió de 41 años para quienes nacían en el año 1820 a 77 años a fines de la década del 90 del siglo XX. Pero pese al crecimiento poblacional, el incremento de la productividad laboral se convierte en mensaje de progreso adoptado por las sociedades capitalistas modernas. Sin embargo, el incremento de la productividad no sólo se debe a los sistemas industriales de producción y los recursos energéticos fósiles sino que es forzado por la competencia global. Con la revolución industrial, el mercado mundial capitalista adquiere una dinámica jamás vista en la historia de la humanidad. Hoy en día se llama "globalización" a la valorización capitalista que permite la expansión de la economía en todas las regiones del mundo y en el siglo XX triunfa el crecimiento triunfante (Easterlin 1998). Este autor afirma con respecto al futuro: la época del moderno crecimiento económico conduce a un crecimiento económico sin fin, un mundo en el que la siempre creciente abundancia, de la mano de aspiraciones siempre crecientes… (Easterlin 1998, 153.) [Trad de La Insignia]. Sin embargo, la hipótesis de que el input físico puede ser ampliado ad infinitum para obtener un output creciente ad infinitum es un "sinsentido ecológico" porque nada en el mundo físico puede crecer sin límite (Foster 1997). Pero no debemos olvidar que el entusiasmo de Easterlin en materia de crecimiento no es marginal o excepcional. No lo es en la historia económica y tampoco en la teoría económica.

Hoy en día, el crecimiento nos parece ser algo obvio, firmemente arraigado en los discursos económicos y políticos. Cuanto más grande sea el crecimiento, menores serán los problemas económicos, sociales y políticos -y viceversa. En la opinión generalizada de los sociólogos y politólogos, el crecimiento aumenta el empleo y, por consiguiente, los ingresos y la recaudación tributaria y contribuye a la superación y solución de los conflictos sociales. Facilita además el financiamiento de la ayuda al desarrollo o permite implementar las normas ambientales… El desempeño de las economías nacionales se mide con base en el crecimiento, al igual que la idoneidad de la política de gobierno.


El discurso del crecimiento en la teoría económica

Sin embargo, esto no siempre fue así. En la economía política clásica de Adam Smith o David Ricardo, el crecimiento, a diferencia de la distribución, no juega un papel preponderante. Según ellos, la profundización de la división de trabajo permite una especialización, y ésta, a su vez, incrementa la productividad laboral. Con ello aumenta el output de bienes y, por consiguiente, el "bienestar de las naciones". Con su "teorema de las ventajas comparativas de costos", aplicado hasta el día de hoy por la política, David Ricardo fundamentó el efecto positivo del comercio internacional sobre el bienestar. Sin embargo, la productividad laboral sólo puede aumentar si un monto creciente de capital reemplaza y libera a un número creciente de trabajadores. Así nacería la "población excedente". No obstante, Ricardo se mostró optimista y supuso que las liberaciones podrían ser compensadas por el crecimiento. En su caso, esto no dio origen a una teoría de crecimiento y por ello, la economía de la autosuficiencia contemplativa sin acumulación y crecimiento, concebida por John Stuart Mill en la tradición de la economía política clásica, no significa un corte (Lux 2001) sino que refleja aún el anclaje de la vida en el mundo agrícola. Recién con el desarrollo de la industria pesada y la racionalización completa de la vida a la manera de Ford, se levantó esta ancla agrícola. La vida se vuelve agitada y el crecimiento se convierte en norma. La contemplación no tiene cabida en el nuevo régimen de tiempo.

Tal como insistió Marx en repetidas ocasiones, la acumulación capitalista, como consecuencia del incremento de las fuerzas productivas, depende cada vez menos de las limitaciones generadas por la obstinación de los trabajadores, sea ésta causada por la naturaleza humana o por los limitantes que resultan de la corporeidad de la energía biótica. El método de sustitución del trabajo por el capital se aplica también para contrarrestar las reacciones de rebeldía de los trabajadores contra las exigencias disciplinarias del proceso productivo capitalista. "Desinserción" significa ahora también independencia de las condiciones naturales y sociales que limitan la "autorrealización del valor", es decir limitan el crecimiento autorreferencial. Las explicaciones de Marx sobre la reproducción ampliada en el modo de producción capitalista (segundo tomo de El Capital, MEW 24) se convierten, más tarde, en una de las fuentes de la teoría moderna de crecimiento. Sin embargo, se busca en vano si se quiere encontrar en las obras de Marx un tratamiento de los problemas del crecimiento en el sentido moderno. Al contrario, el autor se refiere a la presentación del ciclo económico estacionario de los fisiócratas del siglo XVIII como la "ocurrencia más genial de la economía política hasta la fecha" (Marx, MEW 24: 319). El racionamiento de los fisiócratas se basó en la siguiente pregunta: ¿cómo logran las "rueditas", es decir las diferentes unidades de un circuito, entrelazarse para permitir un equilibrio? (y, por consiguiente, posibilitar un desequilibrio de crisis). El incremento de la productividad, liberado de los límites naturales, y, por consiguiente, el crecimiento económico no cabían en su horizonte, pues para los fisiócratas, los agricultores formaban la única "clase productiva". Por ello, fue el suelo y no el trabajo el que se consideró como base del valor (Luks 2001: 95-98).

También el neoclasicismo del siglo XIX y la teoría del bienestar de comienzos del siglo XX trataron las cuestiones del crecimiento apenas al margen. Para ellos, la distribución del producto fabricado y la asignación de los factores de producción eran más importantes que el crecimiento. Esto cambió en los años 1920.

En la antigua Unión Soviética, se trata de planificar la economía. Ahora, las proporciones de las ramas y divisiones económicas (bienes de inversión y bienes de consumo) deben coincidir. No es un azar que una de las primeras teorías explícitas de crecimiento haya sido formulada por un economista soviético, G.A. Feldman (1969). Después del cambio macroeconómico keynesiano de los años 1930, el tema del crecimiento aparece también en la agenda de la teoría económica, especialmente como consecuencia de la reciente "competencia entre los sistemas". El éxito del "sistema" se mide en las mayores tasas comparativas de crecimiento, porque el objetivo declarado es "alcanzar y pasar" o mantener la ventaja. El crecimiento se convierte en un fetiche cuya savia está conformada por recursos energéticos fósiles, especialmente el petróleo.Mientras que fluya el petróleo, hasta las suposiciones más estúpidas sobre el crecimiento infinito y triunfante podrán reclamar para sí cierta plausibilidad. Incluso muchos "economistas ecológicos" no sólo creen que el crecimiento es bueno, lo consideran también factible, ecológicamente sustentable y hasta necesario para garantizar la "modernización ecológica" (ver, por ejemplo, las contribuciones en: Blazejczak 1998).

Los "futurólogos" de los años 60 proyectaron el presente hacia el futuro, definiendo el futuro como una especie de "presente más (+)". Es decir que el fetiche del crecimiento va acompañado de una noción de tiempo que gira alrededor del presente. Siendo el futuro el presente más (+), el presente se convierte en futuro menos (-). El futuro es "hecho presente" como escribe Günther Anders, es decir se descuentan los intereses no acumulados a una tasa determinada. Con el discurso del crecimiento, la calidad desaparece del desarrollo humano y la cantidad se impone al pensamiento y la acción. Hasta mediados de los años 1979, el crecimiento continuo constituyó la base del compromiso corporativo ("keynesiano") de clase. El concepto de crecimiento se impone. Hoy en día es tan normal que nadie lo cuestiona, ni siquiera los economistas mismos. E.J.Mishan escribe a propósito:

"Desde la II Guerra Mundial, el concepto específico y científico del crecimiento ya no es simplemente uno de varios objetivos sociopolíticos. Al igual que la vara de Aron convertida en serpiente, el concepto del crecimiento se tragó a todos - o casi todos - sus rivales… La tasa de crecimiento es el indicador del progreso adulado por los políticos de todos los partidos. Como criterio que permite comparar el rendimiento macroeconómico de diferentes países, el indicador de crecimiento se ganó el reconocimiento internacional…" (Mishan 1980: 21) (traducción de la versión alemana - Obs.d.Trad.).


El crecimiento conquista los mundos vitales

El crecimiento se convierte en parte integral de la vida cotidiana, especialmente después de la transformación de la sociedad industrial en sociedad de tipo Ford. El fordismo describe una constelación social de la producción industrial de masa que depende también del consumo de masa. Si no ¿cómo se vendería la producción de masa? Lo que nace entonces es la "sociedad de consumo"; después de la II Guerra Mundial, en la época de los "milagros económicos" y esto se convierte en para digma sociopolítico, por lo menos en las naciones industrializadas ricas. La situación es diferente en los países en desarrollo. Los patrones de consumo son internalizados conjuntamente con el estilo de vida, incluyendo el manejo de la naturaleza. Ya en los años veinte, Antonio Gramsci describió el americanismo como un modo de vida atractivo, que requiere de mucho espacio para la movilidad, el cultivo y la explotación de recursos y sus emisiones y aún más energía. La creciente demanda exige independencia de las condiciones climáticas y del ciclo diario y anual: refrigerar en el verano y calentar en el invierno. La movilidad e independencia de las condiciones naturales se convierten en elementos del modo de vida, en patrones de consumo de la sociedad fordista.

El desarrollo del capitalismo del siglo XX no sería concebible sin el automóvil. El auto es el símbolo decisivo de la modernidad, del bienestar, la movilidad y dinámica; ocupa una posición clave en la activación del crecimiento (Paterson 2000:262) y la defensa de la competitividad por los "emplazamientos industriales". Durante décadas, la industria del automóvil y las industrias relacionadas registraron tasas de crecimiento por encima del promedio. Las ciudades, las estructuras de comunicación y transporte están diseñadas en función del automóvil, es decir, en función de la aceleración y la expansión - mientras dure la provisión del petróleo. Hoy en día, no se puede prever si otras energías motrices podrán reemplazarlo. Es más probable que la necesaria reestructuración del sistema energético exija también un cuestionamiento del papel central del automóvil. Será un proceso largo y difícil por tratarse de una revolución cultural. El fosilismo, con todos sus efectos corolarios, ha generado una cultura que está presente en cada funda plástica y cada vuelo en avión es una experiencia (fósil).

Por ello, la dinámica del crecimiento no sólo nace de las inversiones sino también del consumo. El crecimiento se ha convertido en un patrón que atraviesa todas las condiciones sociales, expresiones individuales y la vida social. El crecimiento es total e implica una inversión paradójica. En la fase temprana de la industrialización capitalista, el crecimiento se hizo posible gracias al recurso de las fuentes energéticas fósiles, aunque no había ningún imperativo social que exigiera su realización. Las sociedades no estaban aún capitalizadas por completo; había todavía espacios no-capitalistas en los cuales la ley del beneficio, la acumulación y la tasa de interés no tenían plena vigencia. Hoy en día, el crecimiento forma parte de las condiciones de una sociedad. Es necesario porque existen mercados financieros globalizados donde se forman altas tasas de intereses reales que obligan a los deudores a generar un fuerte superávit (véase Altvater 2004). Sin embargo, se están agotando las posibilidades de mantener la dinámica de crecimiento. Desde hace años se está hablando de los límites del crecimiento.


Una crisis de las condiciones naturales fosilistas

Sin inversiones no hay crecimiento. En una sociedad capitalista, las inversiones se realizan únicamente si son rentables. Un crecimiento mayor, esto es lo que se promete, genera finalmente más justicia porque se crean puestos de trabajo y porque los pobres se benefician, como afirma el Banco Mundial (Dollar/Kraay 2000), en una relación 1-1 y no como consecuencia de la "teoría de las bostas de caballo" (Galbraith), según la cual también los gorriones quedan satisfechos cuando los caballos han tenido buena digestión. Se dice que el medio ambiente también sale ganando con el crecimiento porque se reduce la contaminación sucia incluso si aumenta la contaminación limpia (véase Altvater/Mahnkopf 1999:444). Esto parece ser tanto más el caso cuando el crecimiento no procede de la economía "pesada" real sino de la economía "liviana" virtual de las finanzas, servicios, etc.

Sin embargo, resulta más que dudoso que el crecimiento se deje activar tan fácilmente con la consecuente creación de puestos de trabajo. En una sociedad capitalista, no se trata de lograr un crecimiento cualquie ra sino un crecimiento con un objetivo concreto y este objetivo es la rentabilidad. El capital es un factor de producción altamente móvil, y por ello, ya no sólo se comparan las tasas de beneficio de una economía nacional, sino también las tasas de interés y los réditos de los mercados globales. Y estas tasas de interés y réditos de las inversiones financieras en los mercados globales no se dejan influir por los "actores dinámicos" que prometen activar el crecimiento, pues en su gran entusiasmo neoliberal cedieron "a los mercados" los instrumentos políticos que hubieran permitido cierta regulación. Si los intereses deben ser financiados con el crecimiento económico, el crecimiento debe seguir la progresión geométrica del interés compuesto. Sin embargo, esto no es posible debido a las leyes termodinámicas.

Desde inicios de los años 70, el crecimiento absoluto del producto social de los países industrializados ha mantenido una estabilidad sorprendente (por períodos largos). Por lo general, los incrementos absolutos más altos (en precios depurados) se observan en los años 60. A un nivel más alto del Producto Social, los incrementos absolutos disminuyeron ligeramente en los años 90. Por ejemplo en Alemania, el aumento absoluto más alto del PIB se registró en el año 1968 con la cifra de 102 mil millones de marcos alemanes. Este incremento absoluto correspondió a una tasa de crecimiento real (relativa) de aproximadamente 7,5%.Veinte años más tarde, en 1988, el mismo incremento real hubiera significado un crecimiento de 4,4%, pero el excedente absoluto de ese entonces llegaba únicamente a 83,4 mil millones de marcos. A pesar de ello, la tasa de crecimiento del 3,6% era muy alta en comparación con los incrementos de los años 90. Se pueden mostrar tendencias similares en otros países industrializados.

Entonces, si la tasa de crecimiento no puede ser aumentada - excluyendo los cambios coyunturales-, las tasas de interés deberían bajar con la caída de las tasas de crecimiento económico real. Sin embargo, esto no sucede debido a la dinámica del mercado global, que ya no obedece a las limitantes reales. Por consiguiente, aumenta la tensión entre las tasas de crecimiento económico real y las tasas de interés. Las "plazas financieras" compiten mundialmente y por ello deben ofrecer réditos comparativamente favorables. Como resultado, los intereses reales desde fines de los años 70 se ubican por encima de las tasas reales de crecimiento del Producto Interno Bruto (Altvater/ Mahnkopf 1999:169; Enquete Kommission 2002; Altvater 2004).

En la "época de oro" del fordismo, vigente hasta mediados de los años 70, los intereses se ubicaban por debajo de las tasas de crecimiento. Por ello, a los empresarios les resultaba favorable contratar créditos, es decir convertirse en deudores, porque era fácil pagar los costos del crédito con la rentabilidad de las inversiones. Más tarde, la situación se invirtió por completo. Los intereses "se comen" los réditos de las inversiones y, a veces, incluso más. Si los intereses ya no pueden ser pagados con los réditos de los proyectos o el incremento real del Producto Social, los deudores se derrumban. Esto sucedió en los años 80 durante la crisis de la deuda que afectó a todo el Tercer Mundo y luego en los años 90 primero en México (1994/95), después en 1997 en varios países asiáticos, en 1998 en Rusia, 1999 en Brasil, Ecuador y otros países; y 2001 en Argentina. No sólo los intereses reales superan las tasas reales de crecimiento. También los incrementos de la producción se ubican por encima de la tasa real de crecimiento del Producto Social, aunque se observa, desde la segunda mitad del siglo XX, una disminución de las tasas de crecimiento de la productividad laboral. ¿Cuál es la consecuencia? La mano de obra liberada por los incrementos de la productividad sólo puede ser reintegrada parcialmente al sistema de empleo. Por consiguiente, se observa, desde mediados de los años 70, un desempleo estructural en todos los países industrializados. Al comienzo hubo muchas voces de protesta contra este fenómeno y se exigió una política de empleo activa. Sin embargo, las voces sucumbieron generalmente en el fragor de la política cotidiana y los habitantes de los países industrializados reaccionaron en forma similar a los de los países en desarrollo: escogieron la opción exit. Un número creciente de personas prefiere trabajos precarios en el tercer sector o en la economía paralela al desempleo formal (véase también Altvater/Mahnkopf 2002). Su extensión es apoyada por la política estatal económica y de mercado laboral (véase la política de la "Agenda 2010" en Alemania) porque de esta manera, los gobiernos pueden rehuir su responsabilidad de crear nuevos puestos de empleo. Se quitan de encima un problema de legitimación.


Los recursos energéticos fósiles se están agotando

Las tasas de explotación de las energías fósiles son mucho más altas que las tasas de regeneración. Como consecuencia del crecimiento acelerado de la economía después de la revolución fosilista, las existencias de la biomasa mineralizada se reducen. El carbón quemado no puede ser utilizado por segunda vez; esta es una de las leyes fijas de la termodinámica. Sin embargo, se pueden explorar estratos más profundos o yacimientos nuevos en el mundo entero. De hecho, hubo en la historia de los recursos energéticos fósiles un primer período durante el cual el consumo fue inferior a las reservas recién exploradas. Pero después de un punto culminante, siguió inevitablemente un segundo período en el cual el consumo, aunque de tendencia a la baja, es mayor que el incremento de las reservas. Ya en 1865, Stanley Jevons conjuró (en su libro The Coal Question) al "monstruo del agotamiento de los yacimientos de carbón y con ello la amenaza del ocaso de una Inglaterra que debía su poder al carbón" (Débeir/ Deléage/Hémery 1989: 177). Sus temores fueron infundados. El carbón barato importado inundó el mercado británico y desplazó cada vez más a la minería de carbón nacional. Es decir que la minería británica del carbón no se enfrentó al problema de los límites naturales sino a los límites económicos.

También el Club de Roma, en su informe de 1972, llamó la atención sobre los límites resultantes de las "existencias finitas de los recursos energéticos y minerales". El argumento carecía de un buen fundamento.

Aparte de la finitud de la tierra, los primeros límites son los límites de la rentabilidad económica de la explotación de recursos y estos límites son variables porque reaccionan con sensibilidad a las variaciones de precio. También cambian las tecnologías y procedimientos científicos de exploración, de modo que el uso de los recursos no impide que se acceda a reservas nuevas. La finitud de la tierra es, por consiguiente, un valor altamente flexible y no una barrera rígida. Esto explica que las reservas de petróleo comprobadas a mediados de los años 90, superaran en un 55% las reservas comprobadas en 1980. Es decir, hay que diferenciar entre reservas en yacimientos conocidos y recursos, en gran parte conocidos, pero considerados sólo potencialmente explotables con la tecnología existente y los precios vigentes en el mercado. Los demás yacimientos son muy poco seguros; se trata de hipótesis geológicas pero la seguridad de que sean explotables es mínima (para la delimitación, véase: BMWA 2002: 31). Es decir que hay existencias "objetivas" dada la finitud de la tierra. Sin embargo, estas existencias no son consideradas en el debate energético actual porque durarán todavía varias décadas. La humanidad actual no piensa en categorías históricas más largas. Esto es el resultado de la centralidad del presente, arriba mencionada, y el afán de "convertir en presente" al futuro, es decir la falta de futuro del presente del régimen energético fósil.

En el caso del petróleo, el "punto culminante" parece haber sido sobrepasado recién en los años 1990: las reservas nuevas encontradas anualmente son inferiores a la cantidad de petróleo explotado. La expansión mundial de los campos petroleros asciende actualmente a 22 mil millones de barriles por año aproximadamente, mientras que el hallazgo promedio de nuevos yacimientos corresponde a unos 6 mil millones de barriles por año. Los buenos tiempos en los cuales los hallazgos de nuevos yacimientos superaban la explotación son cosa del pasado - y probablemente no volverán nunca más.

La política comercial de las empresas también influye sobre el monto de las reservas. En 2004, el consorcio de energía Royal Dutch/Shell tuvo que reducir sus reservas de 19,4 mil millones de barriles a 15,9 mil millones de barriles. Los datos de los grandes consorcios petroleros acerca de sus reservas son imprecisos y su cálculo carece de transparencia. Las posibilidades de crecimiento de la producción dependen de la relación entre las reservas y la explotación. Cuanto más altas son las reservas, más favorables serán las perspectivas de crecimiento de la producción. Sin embargo, las condiciones para la exploración y explotación de las nuevas reservas se han vuelto cada vez más difíciles. "Las nuevas reservas se ubican en profundidades marinas cada vez mayores y entornos complicados", dice Exxon (véase FTD 12.1.04; FTD, 12.2.04; FTD 10.3.04; FTD 24.3.04). Además, la logística de transporte se vuelve cada vez más complicada ante la amenaza que pesa sobre las rutas, cuya protección militar implica un costo muy alto. En vista del deterioro de la relación entre crecimiento de las reservas y el consumo, disminuye el alcance de las reservas de recursos energéticos fósiles.


La sobrecarga de los ecosistemas con emisiones

En 1992, año de la conferencia de la UNCED en Río de Janeiro, el Club de Roma presentó un nuevo informe basado en la argumentación de los límites de los depósitos ecológicos para las emisiones generadas por los sistemas industriales y post industriales. Las emisiones materiales, líquidas y, sobre todo, gaseiformes emitidas hacia las esferas de la tierra (biosfera, hidrosfera, pedósfera y especialmente la atmósfera) se han convertido, entre tanto, en una carga que supera de lejos la capacidad del sistema terrestre. Nadie, hoy en día, cuestiona seriamente esta afirmación, porque los datos sobre el cambio del clima o la desertificación, la destrucción de las selvas y la pérdida de la biodiversidad son evidentes. La naturaleza de la tierra se está degradando porque la carga recibida por los ecosistemas supera su resistencia. Las consecuencias son amenazadoras, especialmente para la evolución de la vida, que podría sufrir un colapso si la biodiversidad se sigue reduciendo. La subida del nivel del mar como consecuencia de los cambios climáticos, el deshielo de las capas polares y el curso cambiado de las corrientes marinas podrían amenazar muchas regiones costaneras bajas. Los intentos de secuestro del dióxido de carbono y los esfuerzos para evitar el efecto invernadero son el resultado de fantasías tecnológicas que probablemente no podrán ser realizadas jamás. De acuerdo con los conocimientos actuales, la sobrecarga sólo podrá ser reducida si se cambia el régimen energético en el poco tiempo que queda antes de que la temperatura promedio de la tierra haya subido demasiado.


Efectos ecológicos secundarios de la explotación
de los recursos energéticos fósiles

Hay que tomar en cuenta los "efectos ecológicos secundarios" de la explotación de los recursos fósiles, efectos que resultan de la explotación petrolera misma, durante el transporte y el consumo. Algunos efectos son inevitables, por ejemplo la contaminación ecológica causada por el transporte una vez que se establece el régimen energético fósil. Esto es así porque una de sus características principales es la interconexión sistémica entre la producción y el consumo en diferentes regiones del mundo, una interconexión que de por sí requiere de mucha energía. La Agencia Internacional de Energía estima que la participación del transporte en el consumo del petróleo, equivalente a un 55% a comienzos del siglo XXI, subirá a 65% aproximadamente en el año 2030 (www. IEA.org). Otras cargas como los derrames de los oleoductos, causantes de graves contaminaciones de territorios extendidos en Siberia especialmente en los suelos permafrost, por ejemplo, podrían ser evitadas. Los accidentes de los buques petroleros (cuyas consecuencias habrían podido ser reducidas o evitadas mediante cascos dobles), o la contaminación con petróleo causada por la limpieza de los tanques en alta mar han causado daños ecológicos inmensos y degradado por muchos años algunas regiones costaneras y caladeros. Algunos accidentes grandes como el del Exxon Valdez frente la costa de Alaska y el del Prestige frente a la costa atlántica de España fueron verdaderos desastres. También se producen muchos derrames en las perforaciones offshore.

Un elemento que aún no ha sido considerado en el balance ecológico son los costos de evacuación de las plataformas offshore obsoletas ubicadas frente a las costas, desde el sur del Brasil hasta el Mar del Norte. Hace varios años, el destino de la plataforma Brentspar de Shell emplazada en el Mar del Norte causó protestas mundiales del movimiento ecológico. Hoy en día se estima que desguazar las 600 plataformas del Mar del Norte costará, en el transcurso de esta década, unos 25,7 mil millones de dólares (Neues Deutschland 5.4.04). A pesar de estos costos, la British Petroleum sigue invirtiendo en las perforaciones offshore en el Mar del Norte porque el precio del petróleo es actualmente alto y las inversiones parecen ser rentables.

También los efectos indirectos deben ser contabilizados en el balance. Entre ellos hay que mencionar la destrucción de los paisajes por el tendido de los oleoductos, las carreteras y vías férreas. En la mayoría de los casos, la explotación implica también graves intervenciones en las condiciones de vida de la población residente. Esto resulta aún más dramático cuando se trata de paisajes ecológicamente frágiles y habitantes vulnerables como sucede con los oleoductos cuyo trazado pasa por las selvas tropicales habitadas por pueblos indígenas (el caso del Ecuador está descrito por Acosta 2003).


Suben los costes de los importadores de petróleo

Las estrategias para garantizar la energía aplicadas por los países industrializados, al igual que las estrategias de los grandes consorcios petroleros, tienen sus efectos no sólo en los países en desarrollo importadores de petróleo sino también en los países exportadores de petróleo. En algunos países importadores, los costos de importación de los combustibles se comen buena parte de los ingresos de las exportaciones. A veces, como después de la crisis del año 1979, las importaciones tienen que ser financiadas por una mayor deuda externa. En ese entonces, el FMI creó la llamada facilidad Witteveen para que los países en desarrollo puedan financiar sus cuentas de petróleo. La siguiente tabla de muestra el peso de las importaciones de petróleo en la balanza comercial de algunos países.

En algunos países, la balanza comercial está muy afectada por las importaciones de combustibles. Los ejemplos más evidentes son la India y Pakistán. Gracias a un incremento enorme de sus exportaciones, China logró mantener el peso de las importaciones de petróleo sobre la balanza comercial en un nivel bajo. En los Estados Unidos, la participación de las importaciones de combustibles en las importaciones totales es inferior a la participación en los ingresos de exportación. Esto se explica con el muy alto déficit de la balanza comercial. Es decir que el extranjero financia parte de la cuenta de petróleo de los Estados Unidos. Es obvio que países productores y exportadores de petróleo como México sólo tienen que destinar una mínima parte de los ingresos de exportación a la importación de combustibles. En Argentina, el porcentaje es bajo porque la economía y el comercio exterior de 2001 están directamente afectados por la grave crisis financiera.

Al igual que las tasas de interés, el precio del petróleo es uno de los parámetros globales que queda prácticamente fuera de la influencia de los Estados nacionales. El peso relativo del precio del petróleo depende del ingreso per cápita (algo similar se aplica a los demás recursos energéticos fósiles). 30 dólares por barril pesan más en un país con un ingreso per cápita bajo que en un país con un ingreso alto. La capacidad o incapacidad de pagar las importaciones de petróleo necesarias para el mantenimiento de las infraestructuras, el transporte, la producción y reproducción depende entonces realmente del precio, del porcentaje de la cuenta de petróleo en la balanza comercial, la elasticidad de adaptación del consumo de petróleo y el acceso a los créditos.


Los exportadores de petróleo y la enfermedad holandesa

Tampoco los países exportadores de petróleo son necesariamente capaces de convertir su riqueza fósil en bienestar económico. Los países industrializados consumidores que usan los "puntos de abastecimiento" de los exportadores de petróleo logran mantener en marcha sus sistemas industrializados con mayor facilidad. En muchos países, en vez de incrementar el bienestar, la riqueza petrolera generó más bien el caos social y el empobrecimiento de la población. Esto se explica por una serie de razones que no pueden ser enumeradas y discutidas detalladamente en este artículo.

Por principio, la concentración en la exportación de un recurso implica que no se puede formar una economía diversificada e interrelacionada a nivel regional o nacional. Este problema se agudiza aún más si un país con reservas de recursos naturales está endeudado y necesitado de divisas para poder pagar el servicio de su deuda. En este caso, el país se ve obligado a concentrar sus esfuerzos en la extracción de los recursos que aportan divisas a la vez que se impide la creación de una economía de producción diversificada. Las organizaciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial exigen con sus programas de reestructuración este tipo de especialización y la justifican, además, con la interpretación muy unilateral del teorema de las ventajas comparativas de costos. Las oportunidades de desarrollo de una economía de extracción son menos favorables que las de una economía de producción (véase Altvater 1999) - y fatalmente resulta muy difícil cambiar la vía de desarrollo de la extracción hacia la producción diversificada. Hay motivos económicos, sociales y políticos que lo impiden. Las clases y los grupos interesados en la extracción impiden muchas veces el desarrollo de sectores modernos, porque estos suelen ofrecer mejores condiciones de trabajo. La mano de obra barata utilizada en la extracción se encarecería y las rentas percibidas por los recursos naturales se mermarían. También los arreglos corruptos entre el sector extractivo y la burocracia estatal constituyen una traba para el desarrollo. El Estado no desarrolla iniciativas que permitieran superar los bloqueos. En el momento en que los recursos están agotados, no queda más que un "hueco negro" tal como lo describió Euclides da Cunha a propósito de la extracción minera en Minas Gerais a comienzos del siglo XX. El futuro está perdido.


Modos de distribución de bienes posicionales (es decir, que no alcanzan para todos

Los "límites del crecimiento" indican una contradicción destacada ya en 1958 por Roy Harrod. Algunos bienes son "oligárquicos", es decir que cuanto más se amplia y se vuelve democrático el acceso a ellos, más bajo será su valor de uso (Harrod 1958). Si un número demasiado alto usa el automóvil, este se convierte en auto-inmóvil; si un número demasiado alto de turistas acude a una "playa ensoñada", el sueño se acaba; si el número de personas que visita un museo es demasiado alto, el placer del arte se convierte en estrés. Esta transformación no sólo se da a nivel de bienes y servicios individuales, sino también con paquetes de bienes, por ejemplo, aquellos que conforman el american way of life. Un "bien oligárquico" puede estar a disposición de algunos pueblos pero no de todas las personas de la tierra. Los ecologistas lo dicen desde hace décadas y crearon el lema de la "nave espacial tierra" (Kenneth Boulding). Sin embargo, las tendencias de globalización son forzadas para seguir el ritmo de la dinámica de acumulación capitalista. No se toma en consideración que resulta imposible globalizar las dimensiones sociales y culturales del modelo occidental de producción y consumo. La globalización es una tendencia potente, sin embargo la globalidad es inalcanzable, sobre todo debido a los límites ecológicos del planeta Tierra.

¿Cómo se pueden distribuir los bienes oligárquicos? La distribución puede ser organizada de manera equitativa, es decir que la situación oligárquica podría ser democratizada a un nivel inferior. Sin embargo, esta opción implica que habría que abandonar el modelo de crecimiento y consumo, es decir domesticar los principios capitalistas y reorientar el sistema hacia otro sistema energético basado en la energía solar. Como otra posibilidad, se podría aceptar la desigualdad para prolongar hacia el futuro el nivel de vida occidental para ciertas naciones y capas privilegiadas. El hecho de que otras naciones permanezcan pobres es el resultado del funcionamiento de los mercados financieros globales que castigan a los deudores. Sin embargo, la sospecha de que los mecanismos económicos utilizados para mantener la desigualdad dejen de ser suficientes, se convierte cada vez más en certeza como el hecho de que tendrán que ser complementados por medidas coercitivas políticas y posiblemente militares. Las naciones ricas están desarrollando nuevas estrategias militares y conceptos "ampliados" de seguridad para afrontar esta situación. Un mundo de desigualdad y sobreexplotación de los recursos por parte de los privilegiados que bloquea, por lo tanto, el camino de los menos privilegiados hacia la modernización prometida, no puede, a la larga, asegurar un mundo de paz.


El dominio de la geopolítica en las estrategias de la "seguridad energética"

La disponibilidad de los recursos energéticos fósiles está en el centro del conflicto global ecológico de distribución, porque su alcance demuestra una tendencia negativa y ya no sube como en el pasado.Después del shock del aumento de los precios de petróleo de 1973, la "seguridad energética" ha sido declarada como meta de la política estratégica de economía exterior, especialmente en los países industrializados que - a diferencia de los países en desarrollo - pueden movilizar potenciales de poder suficientes para alcanzar la meta estratégica.

Las consideraciones geoestratégicas para asegurar la provisión de petróleo a largo plazo, incluyen: el control de las regiones donde se extraen los recursos petroleros; el control de la cantidad ofertada en los mercados energéticos; (el control de la logística de transporte y de las rutas de transporte del petróleo de los países productores a los países consumidores vía oleoductos o buques petroleros; la influencia sobre el precio y la determinación de la moneda utilizada para la facturación. Se trata de influir sobre cada uno de estos cinco factores. Los conflictos (armados) se realizan con el objetivo de garantizar, a largo plazo, el abastecimiento de los países industrializados a precios aceptables. Esto puede darse en forma de un proyecto multilateral de los países industrializados, también en cooperación con los países productores de petróleo, tal como se lo hace en el marco de la Agencia Internacional de Energía, creada después de la "crisis de petróleo" de 1973, o en el contexto de la nueva estrategia de seguridad de la OTAN del año 1999 o la alianza de lucha contra el terrorismo formada a partir de 2001. Sin embargo, el proyecto de la seguridad energética puede también ser perseguido unilateralmente como lo sugiere el informe sobre la seguridad energética de los Estados Unidos, presentado en el año 2001 por el vicepresidente Cheney.

El control de los campos de explotación es tan importante porque la exploración de nuevas reservas y con ello la posibilidad de consumir a gusto han dejado de ser un hecho seguro. Por consiguiente, los campos de explotación conocidos, especialmente los de reservas amplias, son de importancia geoestratégica eminente en el marco de las estrategias de seguridad energética. Los neoliberales conservadores de la cúpula estadounidense, ávidos de poder, son los que menos confían en los mecanismos geo-económicos de la oferta y demanda. Predican el mercado a la vez que persiguen una geopolítica rigurosa que no tiene reparos en recurrir a las acciones militares. La guerra contra el régimen talibán en Afganistán ofreció a los Estados Unidos la oportunidad de establecerse militarmente también en los países de Asia central, cercanos a las nuevas fuentes de petróleo, y en aquellos países por los cuales pasarán los oleoductos una vez construidos. Además, se intenta de esta manera mantener a Asia central fuera de la esfera de influencia de Rusia y China, y también de la India y del Irán. Son, sin duda, consideraciones geopolíticas que determinan la política de petróleo y que motivaron a Brzezynski, a mediados de los años 90, a subrayar el papel fundamental de Asia central en la hegemonía global de los Estados Unidos (Brzezynski 1997) (3).

Especialmente ante la creciente demanda del líquido negro, el dominio de la producción y del mercado del petróleo resulta decisivo. China, India y otros países están empeñados en alcanzar el mismo nivel de industrialización y tienen que lograrlo si respetan las reglas de la OMC. El mercado de la geo- economía y el poder político y militar se conjugan geopolíticamente. Por ello, los conservadores en los Estados Unidos pueden, desde su perspectiva neoliberal, elogiar el mercado y la competencia mientras que hacen sonar los tambores de guerra de la geopolítica y de la "lucha contra el terrorismo" y envían tropas de ocupación a las regiones de interés geoestratégico.

Para los geopolíticos de Washington, el Irak no sólo es tan importante porque tiene más del 11% de las reservas petroleras globales - de muy buena calidad. Lo es también porque forma el puente entre el área geopolítica de Asia central y el Medio Oriente, y porque una ocupación del país permitiría influir sobre la política de precios de la OPEP a través de las fuerzas de ocupación del Irak. Es decir que con la ayuda de las guerras contra Afganistán y el Irak, los Estados Unidos consiguieron una excelente posición de partida para el control de los yacimientos y rutas de transporte del petróleo. Esa, por lo menos, fue la idea de los estrategas estadounidenses de petróleo. Su éxito es menos seguro.

La OPEP, como factor político, perderá importancia en materia de definición del volumen de la oferta y los precios si el mayor país consumidor, los Estados Unidos, con su protectorado en el Irak y después de la "independencia" de ese país, llegara a influir sobre el precio a través de una administración dependiente de los EE.UU. Tampoco hay que olvidar que, debido al "reciclaje" de sus petrodólares, los países petroleros ricos del desierto tienen fuertes intereses monetarios en los países industrializados (sector inmobiliario, industria, bancos y fondos), razón por la cual están interesados en mantener el precio del petróleo a un nivel bajo siempre y cuando un precio alto del petróleo afecte sus réditos, es decir sus intereses financieros. Los países petroleros de población extensa como Indonesia, Nigeria, Argelia y Venezuela cuyos ingresos por concepto de exportación caerían de pique si baja el precio del petróleo, tienen intereses muy diferentes por su incapacidad de compensarlo con ingresos de capital provenientes de los petrodólares invertidos en los países industrializados.

Un precio de petróleo alto podría también ser el requisito para que los campos con altos costos de explotación y transporte se vuelvan rentables. Los oleoductos del Mar Caspio y de Kazajstán que llevan el petróleo a los puertos del golfo, el Mediterráneo o el Océano Indio son costosos al igual que la protección militar de sus vías de transporte. Lo mismo sucede con los campos de explotación en África que se están explorando en la actualidad. En el marco del "Plan Colombia", el congreso estadounidense aprobó, en febrero de 2003, un total de 532 millones de dólares en ayuda militar, entre ellos 92 millones para la "Brigada XVII cuya única función es proteger un oleoducto de la Oxidental Petroleum" (TAZ 17.2.03). Entonces, el precio no sube únicamente por la mayor escasez del petróleo y la calidad inferior de los recursos energéticos no-convencionales, sino también por motivos geoestratégicos, es decir los altos costos de la protección militar de los campos petroleros y los tramos de acceso contra el sabotaje o los ataques terroristas. Si la idea de los Estados Unidos era acceder al petróleo iraquí a un costo menor después de la ocupación del país, esta idea puede ser una ilusión debido al alto costo de la protección militar de los campos petroleros, oleoductos y rutas de transporte. Parece que hay reglas del gobierno del petróleo (Mommer 2003) cuya ruptura implica necesariamente altos costes añadidos. La superpotencia militar puede conquistar el territorio de un Estado petrolero, pero la protección militar y política del botín sube los costes a niveles extremos.


¿Qué moneda se convertirá en moneda petrolera?

Para los Estados Unidos, el encarecimiento del petróleo no sería necesariamente desventajoso. El alto precio del petróleo afectaría de igual manera a China y al Japón, así como a otros competidores reales o potenciales de los Estados Unidos. Esto será así mientras la factura de petróleo sea emitida por los Estados Unidos. Mientras el control de gran parte de la oferta en los mercados globales de petróleo permanezca en manos de los Estados Unidos, esto no cambiará. Posiblemente, éste es un aspecto decisivo que motivó a los Estados Unidos a someter a Irak de manera tan brutal. Por ello la OPEP decidió, en mayo de 2003, seguir con la facturación del petróleo en dólares a pesar de la debilidad de éste y la fuerza del euro. En vista de que los Estados Unidos pueden seguir comprando la savia de su economía con su propia moneda, la imprenta de la Reserva Federal se convierte en "una fuente de petróleo que brota a borbotones". Los dólares requeridos para la importación del petróleo pueden ser "impresos" en las cantidades deseadas. Los tiempos dorados del déficit gemelo pueden prolongarse aún en contra de la advertencia de la OCDE que exige que los ciudadanos estadounidenses aumenten sus ahorros cuya participación actual en el PIB es inferior al 5%. El petróleo sería entonces una especie de ancla de valor del dólar, un arma multifuncional en la competencia monetaria con el euro.

Sin embargo, si no se logra terminar pronto con la guerrilla y si fracasa la creación de un orden post guerra estable en el Medio Oriente, no hay tanta seguridad de que el dólar estadounidense se mantenga como moneda petrolera. En este caso, el petróleo ya no se facturaría en dólares sino en euros. Al igual que en 1973, el precio subirá abruptamente como respuesta a la pérdida de valor del dólar. Los productores de petróleo apenas necesitarán una oportunidad como antaño la guerra entre Israel y los países árabes. En vista del enorme déficit de la balanza comercial de los Estados Unidos, el financiamiento de las importaciones de petróleo en una moneda extranjera se convertiría para los Estados Unidos en un problema casi sin solución porque la producción nacional de aproximadamente 300.000 barriles por año es regresiva y la mayor parte del consumo de petróleo de los Estados Unidos (aprox. 60% con tendencia al alza) es actualmente importada (a un precio anual de aprox. 130 mil millones de dólares). Con un déficit de cuenta corriente de 553 mil millones de dólares en el año 2003, el financiamiento de las importaciones de petróleo en euros hubiera tenido efectos estructurales enormes sobre la economía estadounidense y la economía mundial en general. Los demás países tendrían que importar más de los Estados Unidos, a la vez que podrían exportar menos hacia este país. El conflicto por el petróleo, el dominio de las reservas, volumen ofertado y la definición de los precios es seguido por el conflicto de la moneda en la cual se pagará el petróleo. La competencia monetaria entre el dólar y el euro (eventualmente también el yuan, quizás el yen) podría escalar en una guerra monetaria. Esto puede suceder porque el abastecimiento de la economía mundial con la moneda propia ofrece ganancias de señoriaje, especialmente si el precio del petróleo es facturado en la moneda propia. Desde que la finitud de los recursos petroleros dejó de ser de interés exclusivo de los ecologistas para convertirse en un hecho real, tema de las reflexiones estratégicas sobre la futura provisión de petróleo (informe Cheney de 2001 o concepto de seguridad de la OTAN de 1999), se reconoce también la importancia de la función de una moneda patrón como moneda petrolera.Mientras que no existía ninguna alternativa al dólar estadounidense, este problema era más bien secundario. Esto quedó demostrado en la crisis de petróleo de 1973. En ese entonces, los países productores de petróleo sólo tenían la opción de aumentar el precio en dólares. Desde comienzos del nuevo siglo, el euro ofrece una alternativa y, por ello, el conflicto acerca de la facturación del petróleo rebrotará inevitablemente.


¿Existen alternativas al régimen energético fosilista?

El régimen energético capitalista-fosilista no podrá recuperar el dinamismo desplegado, sobre todo, durante la época fordista hasta mediados de los años 1970. Los bajos precios de energía y una provisión garantizada pertenecen al pasado. Por ello, hay que encontrar alternativas mientras que quede tiempo para una reorientación. La alternativa existe en forma de energía solar. Los rayos solares aportan a la tierra una cantidad infinitamente mayor de energía que el consumo actual. El problema está en los sistemas de transformación energética. Como ya vimos con ocasión de la discusión del carácter sistémico del régimen energético fósil, no sólo es una cuestión tecnológica sino también de organización social, modo de producción y patrones de consumo, estilos de vida y movilidad, monedas y geopolítica.

Los recursos energéticos fósiles que contribuyen con mucha velocidad pueden ser sustituidos por energías renovables más lentas. El precio de sustitución inherente al incremento de la productividad será entonces invertido - aunque a un nivel técnico muy alto. "Más allá del crecimiento" se esbozan los contornos de una economía que rebasa el marco institucional del modo de producción capitalista. En el horizonte se vislumbra una "economía mundial solar" (Scheer 1999) en la cual las energías renovables dan la medida. Su explotación y transformación en trabajo es necesariamente descentralizada; no hay necesidad de largas cadenas logísticas de transporte, por lo que no se requiere de protección militar. Los argumentos a favor del desarrollo de la energía solar son ecológicos y ahora también un medio para defender la política de paz. Como toma del poder, una "revolución solar" (Altvater 1992) es algo muy diferente que el "asalto al Palacio de Invierno"; se trata de una revolución cultural y la economía mundial solar sólo nacerá si es apoyada por una cultura solar.

Inevitablemente, se trata de un proceso largo. Sin embargo, hay que comenzar. Comenzar significa tomar una decisión fundamental, abandonar los recursos energéticos fósiles y orientarse hacia las energías renovables. No significa que de un día a otro se deje de usar el petróleo y el carbón; no hay que olvidar que toda la vida está basada en estos recursos. Sin embargo, tenemos que usar nuestros conocimientos sobre la finitud de los recursos fósiles y los problemas ecológicos y políticos y convertirlos en decisiones de política energética a favor de lo renovable. Para ello, tenemos que liberarnos de las condicionantes de la política dominante alimentadas por los grandes consorcios, la ciencia y los medios de comunicación.


Notas

(3) Algunos observadores interpretan también la guerra contra Yugoslavia como medida para completar la nueva tenaza de la OTAN que se extiende desde los estados bálticos en el norte, pasando por Polonia, la República Checa, Hungría, Grecia hasta Turquía. De este modo, Rusia queda cercada a la vez que se crea un puente de Europa occidental hacia el Mediano Oriente.

(*) Elmar Altvater, economista y sociólogo, es profesor de la Universidad Libre de Berlín en el departamento de ciencias políticas (Instituto Otto Suhr) desde 1970. Profesor visitante en las universidades de Sao Paulo y Belém-Pará (Brasil), UAM y UNAM (México), York University en Toronto (Canadá), y en la New School for Social Research de Nueva York (EEUU), ha escrito varias obras relacionadas con el sistema económico mundial.
La versión más reciente de una obra suya en español es Las limitaciones de la Globalización, trabajo escrito con Birgit Mahnkopf y publicado por Siglo XXI Editores, México D.F. 2002.



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