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La insignia
13 de agosto del 2005


A fuego lento

Un liberalismo radical


Mario Roberto Morales
La Insignia*. Guatemala, agosto del 2005.


Mi convicción de que, llevado a sus últimas consecuencias, el ideario liberal (no el neoliberal) puede ser el punto de convergencia interclasista para diseñar un proyecto económico de generación de riqueza mediante la libertad de empresa, se asienta en que este principio -llevado a su natural radicalidad- propiciaría el ensanchamiento de las pujantes capas de pequeños y medianos empresarios y, consecuentemente, de los estamentos medios, democratizando así tanto la generación como la apropiación de riqueza en sociedad, pues un principio liberal como el descrito, puesto en práctica sin manipulaciones oligárquicas, puede, de hecho, constituirse en el principal contrapunto frente a las inveteradas prácticas monopolistas de quienes, navegando con bandera liberal, practican principios neoliberales mediante formas de acumulación elitistas, corporativas, sectorialistas y clasistas, dejando a la pequeña y mediana empresa, y también a las capas medias, a la buena del Dios-Mercado, invocando siempre el consabido mantra del Opus: Vox mercatus, vox Dei.

Además, el principio económico liberal llevado a sus últimas consecuencias, desembocaría en una democracia política en la que un Estado que si bien no tiene porqué ser grande tampoco tiene porqué ser débil, se encargue de hacer cumplir la ley de libertad económica, velando porque las prácticas monopolistas no menoscaben el derecho de los demás de intercambiar bienes y servicios y a enriquecerse con absoluta libertad. En este sentido, el liberalismo puede de hecho constituirse en el eje de las necesarias convergencias políticas interclasistas para diseñar el plan económico de generación libre de riqueza que sirva de base para el respectivo proyecto político de democracia radical que nos haga despegar como país entero (no como sector que al enriquecerse promete "gotear" parte de sus ganancias a la pobrería).

Se sabe que "ser radical es ir a la raíz de los problemas". Una democracia radical, es decir, basada en la libertad económica de producción de riqueza por parte de la ciudadanía (no sólo de un sector "especializado" en ello), sería garantía para que todos los sectores y clases sociales convergieran en un plan económico y político de largo plazo, ya que la observancia colectiva del principio liberal aseguraría que, como parte de este proyecto, todos tengamos la oportunidad de enriquecernos, y no sólo la elite oligárquica de siempre, a cuya mesa todos tendríamos que sentarnos, como perros falderos, a esperar a que de ella caigan las conocidas migajas. Ante este incentivo, nadie querría quedarse al margen del proyecto. El cual, por su carácter liberal (no neoliberal) tendría que ser interclasista e interétnico, es decir, democrático, libre (no libertario) y radicalmente humano.

¿Quién le teme al liberalismo radical, es decir, el que va a la raíz de los problemas pues entiende que, a estas alturas, o nos enriquecemos todos o nos matamos unos a otros hasta aniquilarnos? Le temen los que no quieren correr riesgos, es decir, los oligarcas y empresarios que dicen que son liberales pero que en realidad son mercantilistas o, peor aún, neoliberales, es decir, de esos que quieren privatizar lo público para ensanchar las huestes de nuevos ricos que ven en la oligarquía su ansiado y huidizo modelo del "éxito" y la "hombría de bien". Uf.

Democracia radical. Liberalismo radical. Libertad radical de mercado. No le temamos a la palabra "radical". No quiere decir sino "de raíz", "desde la raíz" y "a la raíz". Y es lo contrario de andarse por las ramas. Ir a la raíz de los problemas es actuar para la mayor humanización de los seres humanos, y no para su mejor conversión en aceitadas piezas de toscos engranajes que hacen andar una maquinaria intelicida que tiene a sus dueños sin ser capaces de entender lo que significa liberalismo y democracia, mucho menos si éstos se les plantean como principios éticos y prácticas políticas radicales.

No nos andemos, pues, por las ramas y vamos a la raíz de los problemas dejando abandonados a su suerte a los que insistan en sus trasnochadas ínfulas oligárquicas y de aspirantes a nuevos ricos. Todos los demás no tenemos nada que perder. A no ser las pesadas cargas que los insensatos han puesto sobre nuestras espaldas.


(*) También publicado en A fuego lento



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