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La insignia
26 de abril del 2005


Grandes científicos (I)

A hombros de gigantes


__Sección__
Diálogos
Manuel Calvo Hernando (*)
La Insignia. España, abril del 2005.



El gran científico Stephen Hawking ha reunido, por vez primera en la historia de la edición científica, las cinco obras que a su juicio representan el canon de la cultura universal en el campo de la física y la astronomía y ha escrito una introducción a cada una explicando lo que han significado para la ciencia (1). Las obras son las siguientes:

-Nicolás Copérnico, "Sobre las revoluciones de los orbes celestes".
-Galileo, "Diálogo sobre dos nuevas ciencias".
-Kepler, "Las armonias del mundo".
-Newton, "Principios matemáticos de la filosofía natural".
-Einstein, "El principio de la relatividad".

En la introducción se recuerda la conocida frase de Isaac Newton: "Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes". Aunque se referencia a sus descubrimientos en óptica más que a sus trabajos de mayor importancia, sobre la gravitación y las leyes del movimiento, el comentario de Newton refleja adecuadamente como la ciencia, y de hecho el conjunto de la civilización, consiste en una serie de pequeños progresos, cada uno de los cuales se alza sobre los alcanzados anteriormente.

¿Qué leyes naturales gobiernan los cielos? ¿Puede decirse que el Universo tiene un centro? ¿Dónde se sitúa la Tierra en relación con ese centro? ¿Cómo se mueven los planetas? ¿Qué los mantiene en orbita? Miles de años llevan los seres humanos tratando de responder a estas preguntas. En este libro, el gran físico teorico Stephen Hawking recuerda cómo los hombres de ciencia construyeron sus teorías a partir de las geniales contribuciones de sus predecesores y como nos han legado un camino, en conjunto, un tesoro de conocimientos científicos que nadie puede ignorar.


Einstein y Newton

Si la teoría especial de la relatividad modificó radicalmente los conceptos de tiempo y de masa, la teoría general de la relatividad cambió el concepto de espacio. Newton había escrito que "el espacio absoluto, por su propia naturaleza, sin ninguna relación con algo externo, permanece siempre igual e inmutable. La confirmación de la teoría general dio a Einstein una celebridad mundial. En 1821 fue elegido miembro de la British Royal Sciety. Premios y doctorados honoris causa le fueron saludando en cada ciudad que visitaba. En 1927 empezó a desarrollar los fundamentos de la mecánica cuántica con el físico danés Niels Bohr, mientras seguía en pos de su sueño de una teoría unificada de campos. Sus estancias en Estados Unidos dieron lugar a su nombramiento, en 1932, como profesor de matemáticas y de física teórica en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton.

El momento más importante de la vida de Einstein fue la carta que dirigió al presidente Roosevelt informándole de su sospecha de que Alemania estuviera en camino de conseguir la bomba atómica. Ello proporcionó el ímpetu para planear llevar a cabo el Proyecto Manhattan, que produjo las primeras armas nucleares del mundo. Terminada la guerra, Einstein continuó implicado en causas y objetivos que le preocupaban. En noviembre de 1952, habiendo mostrado durante muchos años un decidido apoyo al sionismo, le pidieron que aceptara la presidencia de Israel, petición que declinó aduciendo que no era la persona adecuada para este cargo. En 1955, una semana antes de su muerte, redactó una carta para el filósofo Bertrand Russell en la cual le daba su conformidad para firmar con su nombre un manifiesto pidiendo al mundo que abandonara las armas nucleares.


Notas autobiográficas de Einstein

Las Notas autobiográficas (") son prácticamente el único intento realizado por Albert Einstein (1879-1955) para componer algo parecido a un relato de su vida. En ellas traza un autorretrato científico que describe el nacimiento y desarrollo de las ideas que acabarían por revolucionar la física, desde el "asombro" que en su infancia suscitaron en él la brújula de su padre y la geometría euclidiana hasta la influencia que ejercieron los trabajos de Maxwell, Mach y Bohr sobre su formulación de la teoría de la relatividad especial hasta sus enunciados sobre la relatividad general.

No me cabe duda -dice el Premio Nobel- de que el pensamiento se desarrolla en su mayor parte sin el uso de signos (palabras) y además inconscientemente en gran medida. Porque, ¿cómo se explica, si no, que a veces nos asombremos de modo totalmente espontáneo de alguna experiencia? Este asombro parece surgir cuando una vivencia entra en conflicto con un mundo de conceptos muy fijado ya en nosotros. Cuando ese conflicto es vivido dura e intensamente, repercute de modo decisivo sobre nuestro mundo de ideas. La evolución de este mundo es, en cierto sentido, una huída constante del "asombro".

-Un asombro de esta índole -cuenta Einstein- lo experimenté de niño, a los cuatro o cinco años, cuando mi padre me enseñó una brújula. A los doce años experimenté un segundo asombro de naturaleza muy distinta: fue con un librito sobre geometría euclídea del plano. Había allí asertos que, aunque en modo alguno evidentes, podían probarse. Esta claridad, esta certeza, ejerció sobre mí una impresión indescriptible.

Más adelante, aclara Einstein que el hecho de que descuidara, hasta cierto punto las matemáticas no respondía exclusivamente a que el interés a que el interés por las ciencias naturales fuera más fuerte que el que sentía por aquellas, sino también a otra circunstancia singular: yo veía que la matemática estaba parcelada en numerosas especialidades, cada una de las cuales, por sí sola, podía arrebatarnos el breve lapso de vida que se nos concede, hallándome así en la situación del asno de Buridán, que no podía decidirse por ninguno de los montones de heno.

No debe extrañarnos de que prácticamente todos los físicos del siglo anterior vieran en la mecánica clásica una base firme y definitiva de la física entera e inclusive de toda la ciencia natural, ni tampoco que intentaran una y otra vez basar también en la mecánica la teoría de Maxwell del electromagnetismo. Pero, poco a poco, los físicos perdieron la fe en las posibilidades de fundar la física entera en la mecánica de Newton. Esto fue obre de la electrodinámica de Faraday y de Maxwell.

Otra crisis fundamental estalló con la investigaciones de Max Plank sobre la radiación térmica (1900). La historia de este episodio es tanto más notable porque, al menos en su primera fase, no influyó en ella ningún descubrimiento sorprendente de índole experimental. En el innovador trabajo de Planck se afirmaba que ni la mecánica ni la electrodinámica (salvo en casos límite) podían aspirar a validez absoluta.


Notas

(1) A hombros de gigantes. Las grandes obras de la física y la astronomía. Edición comentada de Stephen Hawking. Crítica.
(2) Albert Einstein: Notas autobiográficas, Alianza Editorial.

Fotografías: Issac Newton y Albert Einstein.



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