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19 de abril del 2005 |
Sexta y última parte Ciencia y periodismo científico en Iberoamérica
La Insignia. España, abril del 2005.
Hacia una movilización del conocimiento
El gran divulgador científico brasileño José Reis nos envió al Primer Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico (Caracas, 1974) un mensaje que, a mi juicio, sigue vigente: «Urge volver a la ciencia y la divulgación en los términos en que las vivió Pasteur, pensando, sobre todo, en el bienestar de la sociedad humana. Tal vez en ninguna otra época la ciencia haya necesitado como ahora de la mano amiga del periodista, no tanto para aplaudirla como creadora de hechos memorables como para explicarla de la manera más amplia, es decir, junto a los principios, los métodos, los hallazgos y el valor personal de los científicos, las implicaciones de cada nuevo paso y la necesidad de su entendimiento y ponderación por los dirigentes políticos, asesorados por grandes consejos en los que no faltan científicos.» Alexander King, que fue presidente del Club de Roma y gran promotor de los estudios de prospectiva, escribió que nos encontramos ante "un desafío tan grande, peligroso y magnífico como no ha habido otro en la historia del hombre". Lo que caracteriza al nuevo milenario es que ahora disponemos de medios para atisbar racionalmente el futuro, para saber, por lo menos, cuáles son las tendencias de la sociedad en la que nuestros hijos y nietos han entrado en el siglo XXI. Las soluciones no son políticas, en el sentido de poder atribuirse a una determinada ideología, ni económicas, o por lo menos no son sólo políticas y económicas. La sociedad humana de estos años tiene que modificar radicalmente sus actitudes, sus comportamientos, sus sistemas de producción y de consumo, sus hábitos cotidianos y, sobre todo, sus criterios educativos, que el Club de Roma prefería englobar bajo el término, más amplio, de aprendizaje, y que comprende la adquisición y la práctica de nuevas metodologías, nuevas destrezas, nuevas actitudes. Hay motivos para la esperanza. Los grandes desafíos de nuestro tiempo pueden afrontarse con proyectos movilizadores de gran empeño, que nos proporcionen más proteínas, atmósfera y mares limpios, trabajo y bienestar para todos y sin discriminaciones, corrección de los desequilibrios mundiales en la economía, la educación, la cultura, la salud, la información, etc. Podemos construir, en suma, la nueva solidaridad. Llegados a este punto, a quienes han tenido la gentileza de seguirme hasta aquí, les asiste un lógico derecho de conocer no mi opinión, que no tendría ningún valor, sino la de aquellos que se ocupan lúcida y responsablemente de estas cuestiones. La interrogación, o más bien la alternativa, podría formularse así: ¿Se trata de promesas de nuevas armonías o de anuncios de apocalipsis? Yo soy optimista, pero recuerdo siempre la definición de pesimismo del padre Arrupe, que me repetía Xavier Zubiri: un pesimista en un optimista bien informado. Y la conocida anécdota de un hombre que cae desde un octavo piso y al pasar por el segundo dice a los que están asomados a la ventana: Por ahora, todo va bien. No tenemos derecho a ser optimistas ni pesimistas, pero sí estamos obligados a ser lúcidos. Y los conceptos de optimismo y pesimismo habrían de revisarse a la luz de nuestro conocimiento actual sobre el hombre y el universo. En este sentido, el optimismo deberá ser moderado y limitado por las carencias del ser humano y por lo que ignoramos sobre el origen y el final del mundo y del hombre. Podría hablarse quizá de un "optimismo escéptico" o de un "pesimismo esperanzado". La estabilidad dinámica de una sociedad puede lograrse de muchas maneras, pero en cualquier caso hay que insistir en que ya no sirven las creencias ni los hábitos que antes se daban por supuestos. Hacen falta con urgencia nuevos valores, nuevas imágenes, nuevos sistemas de creencias y acción y, en realidad, una nueva moral. En cuanto al progreso tecnológico, debemos tener en cuenta sus beneficios y sus riesgos. Los avances técnicos podrían descentralizar la toma de decisiones, eliminar los trabajos peligrosos, sucios y monótonos y relacionar a las personas. Pero también pueden centralizar el dominio y encerrar a los individuos en existencias fragmentarias, sin sentido, aisladas entre sí y aisladas de la naturaleza. El progreso alcanzado tiene la doble cara que caracteriza a todas las empresas humanas. Nada se nos da gratuitamente. Vivimos en una contradicción inquietante de libertad y opresión, hambre y despilfarro de alimentos, explosión demográfica y sangría de población, productividad e ignorancia, crecimiento y regresión, ciencia y superstición, conocimiento y mediocridad, lujo y miseria, centralización y crisis de autoridad. Es como si coexistieran la edad de piedra y la edad electrónica. Estamos realmente inventando nuevas formas de vivir y de actuar en el mundo y parece como si se hubiera vuelto una página en la historia de la humanidad o quizá de la prehistoria. Podemos gobernar nuestro destino siempre que seamos capaces de movilizar positivamente todo el activo y el potencial de nuestra civilización, y de ordenar los avances en beneficio del ser humano y de su integración armoniosa en esta sociedad cambiante, arriesgada, sugestiva y esperanzadora. Como un número creciente de personas en todo el mundo, creemos que pocos objetivos tan apasionantes, tan complejos y tan difíciles como la divulgación de la ciencia y la técnica, podrán proponerse hoy los individuos y las sociedades. Se trata de contar, para todos, esta aventura asombrosa del espíritu humano que es la conquista gradual por el hombre, del espacio, el tiempo, la materia y ahora, la vida; el conocimiento de nuestro propio cuerpo y los del resto de los vivientes y hasta de los componentes oscuros y grandiosos de la mente. Asimismo, se pretende no sólo mostrar la trascendencia y la belleza de los nuevos conocimientos, sino también su utilidad para mejorar la calidad de vida de todos. Desde hace tiempo, vengo pensando en el proyecto de escribir un texto sobre un tema que me interesa mucho, en primer lugar, para una reelaboración y reflexión de mi propio conocimiento y, sobre todo, porque, salvo el profesor brasileño José Marques de Melo, nadie hasta ahora, en lo que yo pueda saber, ha abordado el tema de las teorías de la divulgación científica, al menos en nuestro ámbito. Este trabajo quisiera ser algo así como un anticipo de lo que podría ser el estudio definitivo. En primer lugar, recordemos a los que podríamos llamar clásicos: La vulgarisation des sciences par l´écrit, de Jean Pradal; las intervenciones y discursos al recibir el Premio Kalinga, de la UNESCO y, sobre todo, los pronunciados por Jean Rostand, en 1960, y Nigel Calder, en 1974. Más adelante, y dentro de los estudios individuales y colectivos que contienen valiosas indicaciones sobre nuestro tema: Roqueplo, Pkilippe (1974): Le partage du savoir, Du Seuil; Vulgariser: un défi ou un mythe (1985). Dirección de Smaïl Aït El Hadj y Claire Bélisle. Chronique Sociale, Lyon; Pierre Fayard (1988): La communication scienfique publique, Chronique Sociale, Lyon; Daniel Raichvarg y Jean Jacques (1991): Savants et Ignorants, Seuil. En lengua inglesa, deben citarse los textos de Dorothy Nelkin; Warren Burkett (News reporting y Writing Science News for the Mass Media); David Locke (La ciencia como escritura) y muchos otros más. La Unión Europea de la Asociaciones de Periodistas Científicos organizó en la ciudad de Salzburgo (Austria), del 24 al 26 de abril de 1974, una reunión sobre periodismo científico. Dos meses antes habíamos tenido en Caracas el I Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico, en ambos casos tratábamos de estudiar las misiones del Periodismo Científico en la sociedad. En la Declaración de Salzburgo ya se reconocían problemas que luego han aflorado definitivamente en las sociedades occidentales: la influencia del conocimiento científico en las condiciones de vida y desarrollo de la sociedad y al mismo tiempo, la separación entre la ciencia y el público, porque la investigación científica es cada vez más hermética para el hombre de la calle, para el político y para el propio científico de otra especialidad. En los comienzos del siglo XXI, no se ha hecho casi nada de esto, al menos en la mayor parte de los países, con importantes excepciones. En la Conferencia Internacional de Periodistas Científicos, celebrada en Laxenbourg, Viena, los días 7 al 9 de mayo de 1979, se recordó la obligación de los políticos y de los medios informativos de hacer conocer al gran público los proyectos y programas de ciencia y tecnología. El papel de los periodistas -se insistía- no consiste solamente en encontrar explicaciones de los hechos científicos y escribir sobre ellas, sino trabajar para el gran público y especialmente para quienes están en el origen de la opinión pública, para los políticos y los científicos de los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo. Hace algo más de medio siglo, los participantes en un coloquio del Consejo de Europa establecieron la necesidad de estudios, en buena parte, no se han llevado a cabo todavía, sobre las cuestiones siguientes:
-Las motivaciones. ¿Por qué el público se interesa por la ciencia? Hay en la Declaración de Salzburgo una petición expresa que todavía espera su desarrollo completo en países como los nuestros. Entonces se señalaba la urgencia de una formación permanente de los periodistas de la ciencia y se hacía un llamamiento a las universidades, los centros de investigación y las empresas industriales para organizar cursos de reciclado y períodos de residencia en instituciones científicas. Las organizaciones sindicales de periodistas y las asociaciones profesionales eran invitadas a subrayar esta necesidad al defender sus reivindicaciones profesionales. Es una pena que una buena parte de esta obra no se haya completado y que se haya olvidado la frase de Martí: "Los países de América del Sur, que carecen de instrumentos de labor y de métodos productores rápidos, experimentados y científicos, necesitan saber qué son y cuánto cuestan, y cuánto trabajo ahorran, y dónde se venden los utensilios que en esta tierra pujante y febril han violentado la fuerza de la tierra y llevado a punto de perfección el laboreo y transformación de sus productos...". Hace algo más de cien años, y estos propósitos no se han cumplido aún en América Latina. Muchas gracias
Apéndice
Para una adecuada información del conocimiento
En el documento final sobre "La Comunicación Pública de la Ciencia", el director de un encuentro celebrado en la Universidad Internacional de Santander, el profesor Miguel Ángel Garrido, recordó que se detecta un aumento progresivo en las demandas que la sociedad formula sobre conocimiento científico y técnico. Para llevar a cabo una más adecuada información pública de la ciencia, es necesario tener en cuenta lo siguiente:
Bibliografía
-Alzate, José Antonio y la ciencia mexicana: (2000), Teresa Rojas Rabiela. Coordinadora Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones Históricas, Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, Secretaría de Educación Pública, Comisión Nacional Conmemorativa del Bicentenario del Fallecimiento de José Antonio Alzate y Ramírez, Morelia, Michoacán, México.
Libros del autor de este texto
El autor de esta conferencia ha publicado, entre otros, los libros siguientes sobre el tema:
-Periodismo científico, Madrid, 1977. |
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