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9 de abril del 2005 |
Cuarta parte Ciencia y periodismo científico en Iberoamérica
La Insignia. España, abril del 2005.
Funciones de la divulgación científica
Las funciones de la divulgación científica son múltiples y de grandes consecuencias: prolonga, corrige y completa la instrucción escolar, que se halla inevitablemente retrasada en relación con la marcha del progreso; despierta vocaciones de investigadores y, con ello, se pone directamente al servicio de la ciencia creadora a la cual sirve también iniciando a la gran mayoría en el conocimiento del poder y la eficacia del conocimiento; atrae hacia éste el interés y el sostén de la opinión; establecer un vínculo entre los especialistas de diversas disciplinas, pues gracias a ella el físico no ignora los avances de la biología, ni el biólogo los de la física; informa -o podría informar- a los estadistas que cada día tienen más necesidad de no permanecer ajenos a las adquisiciones de la ciencia. Pero en realidad, por importantes que sean estas funciones de la divulgación de la ciencia, nada tienen que ver con su misión real y específica, que consiste en hacer participar al mayor número de personas en la dignidad soberana del conocimiento; en velar por que la multitud reciba un poco de lo que constituye el honor del espíritu humano y no se mantenga al margen de la grandiosa aventura de la especie; en acercar a los hombres entre sí en la lucha por reducir esa distancia tremenda, aunque invisible: la ignorancia; en combatir el hambre espiritual y la consiguiente falta de desarrollo, proporcionando a cada uno la ración mínima de calorías espirituales... (Rostand, 1960) Lionel de Roulet ha recordado que la Asociación francesa de escritores científicos es necesaria en todos los niveles, de la escuela primaria al Premio Nóbel. En este sentido, a la divulgación se le reconocen cuatro funciones principales:
1. La primera podría definirse así: la divulgación científica es la ciencia sin dolor. Sólo es ciencia la ciencia transmisible decía el gran hombre y también divulgador, Leonardo de Vinci. En su libro de 1988, La communication scientifique publique, Fayard, comentaba que a lo largo de una veintena de años de existencia (ahora tendríamos que decir, una treintena), la comunicación científica pública contemporánea parece anunciar su entrada en la bolsa de las industrias culturales. Después del tiempo de la divulgación, y luego de la acción cultural científica, suena la hora de un funcionamiento más mediático, al menos en Europa, porque en los Estados Unidos el New York Times ya publicaba en los años 20 del pasado siglo, materiales de difusión científica, como crónicas, reportajes, editoriales, etc. Ante la imposibilidad de hablar aquí de todos de modo pormenorizado, me limito a los grandes maestros, muy distintos uno de otro, pero unidos ambos por la pasión de divulgar el conocimiento. Está por hacer la historia del periodismo científico en Iberoamérica. Mientras alguien acomete esta empresa tan necesaria, quisiera recordar a varios creadores. El primero es el brasileño José Reis. Por fortuna, él mismo nos ha contado los pormenores de su trabajo, en el artículo "O Caminho de um divulgador". Y en el prólogo de uno de sus libros más conocidos, Eduacaçao è investimento, Tristao de Athayde dice de él: "Es un caso posiblemente único en nuestra historia cultural: un hombre de ciencia auténtico que se convierte en auténtico periodista". El boletín Informativo JR, del Núcleo José Reis de Divulgación Científica (Universidad de Sao Paulo, mayo-junio 1997) publicó textos sobre el Dr. José Reis, con motivo de sus 90 años. Otro destacado divulgador, el médico y periodista argentino Dr. Jacobo Brailovsky, presidente de honor de la Asociación Argentina de Periodismo Científico, pasa ya también de los 97 años de una vida plena dedicada al ejercicio de la medicina y del periodismo. Otro gran divulgador ha sido Arístides Bastidas, que dirigió la página científica diaria de El Nacional, de Caracas, y en ella publicó, durante más un cuarto de siglo, una columna leída en todo el país. Sin haber cursado enseñanza superior, era profesor honorario de varias universidades. Escribió algo más de una veintena de libros, y sobre su figura se han hecho tesis doctorales y otros estudios, y se han publicado biografías. Su búsqueda de la noticia científica y tecnológica, sus esfuerzos de promoción de instituciones de ciencia y tecnología en Venezuela, su preocupación por elevar el nivel del periodismo científico en Iberoamérica (juntos fundamos la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico), su visión de la divulgación de la ciencia como instrumento para lograr la autodeterminación tecnológica y cultural de los países en desarrollo, han hecho de él un gigante del periodismo científico de América. Vocación didáctica en la divulgación Martín Bonfil Olivera, de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), autor del texto "La difusión cultural de la ciencia: un puente para reintegrar la ciencia a la cultura", distingue en su trabajo la concepción "cultural" de la divulgación científica, que pretenden ubicar a la ciencia como una parte de la cultura, junto con las artes y las humanidades; la divulgación científica con vocación didáctica se caracteriza por su objetivo, que es esencialmente enseñar; muy cercana a esta se encuentra la visión vocacional de la divulgación, que no se propone enseñar, sino promover el estudio de carreras científicas; la divulgación recreativa buscar el placer del conocimiento; la de carácter democrático o social puede concebirse como una labor social, cuyo fin primario es democratizar el conocimiento científico, ponerlo al alcance de todos los ciudadanos. Hay también, para el autor mexicano, otros tipos de divulgación: la periodística, que enfoca las noticias en su sentido de novedades; la divulgación escéptica, que combate las creencias pseudocientíficas, las supercherías y supersticiones y difundir los hábitos de pensamiento crítico y racional: la difusión cultural de la ciencia, que busca fomentar lo que podríamos llamar "la apreciación de la ciencia", y es la más profunda y a la vez la que abarca con mayor amplitud a las demás concepciones. La divulgadora y escritora mexicana Ana María Sánchez Mora, recuerda que un día cierto periodista mexicano le preguntó "Cómo se aprende a hacer divulgación", obtuvo la respuesta siguiente: ¿Divulgación? ¿De cual? ¿Para niños, adolescentes o adultos? ¿para primaria, secundaria o enseñanza superior? ¿Para científicos de otras especialidades? ¿Por escrito, en vídeo o por radio? ¿Estilo literario o periodístico? ¿Cómo cuento, entrevista, ensayo o guión? ¿Modelo Gamow, Asimov, Sagan, Jay Gould o Dawkins? ¿Con esta respuesta, Sánchez quiso mostrar al periodista la gama de posibilidades que existen dentro de la divulgación de la ciencia? Por eso aceptó ser nuevamente interpelada. ¿Cómo puede llegar alguien a ser divulgador? Aunque no lo parezca a primera vista, esta pregunta es semejante a cuestionar cómo puede aprender un pintor a pintar, un escritor a escribir y un compositor a componer. En el caso de la divulgación no hay un método que se nos enseñe, no hay libros de texto, ni exámenes. Los de mi generación y quienes nos precedieron no tuvimos una escuela formal; hemos aprendido en la práctica, con suerte a la sombra de un divulgador ya formado y hasta reconocido. Como en cualquier actividad intelectual, con escuela o sin ella, algunos han trascendido al encontrar un estilo propio, una definición original, una manera muy personal de hacerla. Y si en suerte les tocó llegar a ser considerados divulgadores de primera línea, tal vez pudieron retribuir ese conocimiento empírico a otros jóvenes aprendices. Sólo a unos cuantos, pues fue una enseñanza individualizada La experiencia acumulada en seis ediciones de la diplomatura de la DGDC, ha permitido identificar varios obstáculos en la enseñanza de la divulgación. Ana María Sánchez destaca los siguientes:
1. La divulgación no es una disciplina, de modo que no tiene un método que le sea inherente. Hace algo más de medio siglo, los participantes en un coloquio del Consejo de Europa establecieron la necesidad de estudios, en buena parte, no se han llevado a cabo todavía, sobre las cuestiones siguientes:
-Las motivaciones. ¿Por qué el público se interesa por la ciencia? La hora de los divulgadores El Dr. Marcelino Cereijido, profesor titular en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados de México, nacido en Argentina, es uno de esos científicos, poco abundantes entre nosotros, que hace compatible su investigación en fisiología con la publicación de artículos y libros donde se plantea los grandes problemas de la ciencia en su ámbito, Iberoamérica en este caso. Hace tres años, escribió una frase que desencadenó un aluvión de reacciones de muy diversos signos: "En Latinoamérica ya tenemos investigación, el próximo paso sería desarrollar la ciencia". Luego publicó un libro donde explica lo que él llama su "exabrupto", Por qué no tenemos ciencia (Siglo XXI Editores). En el capítulo final del libro, La hora de la divulgación, Cereijido afirma que casi toda la comunicación de la ciencia es divulgación. Uno de los mensajes de este libro es que para tratar de desarrollar la ciencia de los países iberoamericanos, junto con los hechos de la naturaleza debe divulgarse su historia, su sociología y su geografía. "Debemos adaptar nuestra divulgación -afirma el Dr. Cereijido- para que el filósofo, el historiador, el funcionario, el empresario y el legislador entiendan a los investigadores de su país, y comprendan que si bien la investigación depende de los investigadores, de modo preponderante, la ciencia depende crucialmente de ellos mismos. El día en que a cada uno de los actores le quede claro cuál es su inserción en este sistema complejo, comenzaremos a desarrollar por fin nuestra ciencia".
Notas
(*) Manuel Calvo Hernando, escritor y periodista, es secretario general de la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico y director de la AEPC. |
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