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4 de abril del 2005 |
Tercera parte Ciencia y periodismo científico en Iberoamérica
La Insignia. España, abril del 2005.
Los nuevos comunicadores
La obligación de quienes hemos elegido esta sugestiva y arriesgada especialización de divulgar la ciencia, es transformar el periodismo, ese "privilegio extraordinario y terrible" de que habla Oriana Fallaci, en instrumento positivo y creador al servicio de la educación popular y del desarrollo integral del ser humano, en un sistema de ayudas para que el hombre de nuestra era aprenda a responder al más gigantesco e impresionante desafío de todos los tiempos, el desafío de la adaptación. Las sociedades del tercer milenio van a necesitar un nuevo tipo de comunicador, que sea capaz de valorar, analizar, comprender y explicar lo que está pasando y, dentro de lo posible, lo que puede pasar. Para poder cumplir esta ingente y ambiciosa tarea, el periodista ha de pagar un gozoso precio: no puede ni debe dejar de aprender jamás. En la nueva sociedad en la que estamos entrando, basada en la información y en el conocimiento, este aprendizaje vitalicio será una necesidad para todos, pero para nosotros ya lo es. Martín Redfern, periodista científico de la BBC de Londres, nos ha recordado la mejor razón de ser del periodismo científico: "Los periodistas son lo único que tiene el público para poder comprender un aspecto de las cosas". La responsabilidad que implica este hecho es preocupante y casi podría decirse que aterradora. Del mismo modo que se decía que "nadie estaba exceptuado de ignorar la ley", a mediados del siglo XX se recordaba que nadie debería ignorar la ciencia. Porque, como argumenta Pradal, si la primera afirmación no significa que todo hombre debería estar diplomado en derecho, tampoco toda persona tendría que ser diplomada en ciencias, sobre todo ahora que el conocimiento ha venido a ser el motor principal de nuestras sociedades, que domina la política internacional y amenaza nuestra vida y nuestros medios de existencia, y que, si es aplicada juiciosamente, puede prometernos una vida mejor. Sin embargo, sigue abierta la brecha que separa al hombre de ciencia y al gran público, y esta separación encierra riesgos para nuestra civilización y para la propia ciencia. Ello hace necesario desmitificar la ciencia humanizándola. Para cumplir este objetivo, la divulgación debe sacar partido a la estética -hoy diríamos al sentido periodístico- sin traicionar el rigor de la ciencia. Para Pradal, humanizar la ciencia es mostrar que detrás de una investigación o de un descubrimiento, hay no solamente ideas, sino seres humanos, que no suelen ser héroes inaccesibles, sino que viven como todo el mundo, que podemos encontrarlos en la calle, en un número de teléfono y hoy en un correo electrónico. Siete principios del periodismo científico Como el fin del periodismo científico es educar al público en general, deben tenerse en cuenta los siete principios del espíritu de la ciencia o del pensamiento racional.
1. Ansiedad de comprender y conocer. La alfabetización científica En uno de los capítulos del estudio La popularización de la ciencia y la tecnología. Reflexiones básicas (1997) se aborda con lucidez y profundidad el problema del analfabetismo científico. Para Kenneth Prewitt, desde la perspectiva de la práctica democrática, la noción de alfabetismo científico no comienza con la ciencia misma, sino más bien en la interacción entre ciencia y sociedad. Proteger la democracia exige la elaboración de las cuestiones públicas, incluso las que tienen un contenido científico y técnico, de forma que sean accesibles al no especialista, es decir, al público. Todo esto implica la necesidad, cada día más urgente, de trabajar para que el público pueda tener una comprensión sobre las ciencias. Las últimas décadas del siglo XX y las primeras del siglo XXI plantean un conjunto de desafíos. El gran público se enfrenta cada vez con mayor intensidad con temas que están en el ámbito político y que han sido modelados por procesos técnicos que solamente pueden entender los expertos. La comprensión del público plantea problemas como confianza en la ciencia, disposición para financiar investigación básica, y apreciación de las condiciones en las que se practica la ciencia. Para Robert M. Hazen y James Trefil, el alfabetismo científico constituye el conocimiento que necesitamos para comprender temas públicos y es una mezcla de hechos, vocabulario, conceptos, historia y filosofía. Si usted puede comprender las noticias de los titulares sobre la ingeniería genética y del agujero en la capa de ozono, usted está alfabetizado desde el punto de vista de las ciencias. Quienes insisten en que todos deben comprender la ciencia con profundidad, están confundiendo dos aspectos importantes pero independientes del conocimiento científico. Para Julián Betancourt, secretario ejecutivo de la Red Pop, de la UNESCO, la difusión, o mejor la comunicación de la ciencia, es una forma particular de mediación cultural, una empresa cultural. Modificar la cultura científica de un país puede significar que grandes masas de la sociedad tengan acceso a los logros y beneficios de la ciencia y la tecnología, e involucra grandes esfuerzos a diferentes niveles. No se trata sólo de una utilización instrumental de la ciencia y la tecnología, sino de que la cultura base del país tenga elementos de la ciencia integrados al acervo cultural de las gentes, a sus necesidades de salud, vivienda, educación y bienestar. Por ahora, sigue existiendo la brecha que separa al hombre de ciencia y al gran público, y esta separación encierra riesgos para nuestra civilización y para la propia ciencia. Renunciar a emprender esta desmitificación supondría confirmar la creencia popular de que la ciencia está hecha por superhombres. Desmitificar no supone, en el pensamiento de Pradal, renunciar a estudiar ninguna de las disciplinas científicas, incluso aquellas que, al aplicarse, son susceptibles de utilizarse con fines negativos. "Todas las disciplinas científicas pueden engendrar tanto milagros como catástrofes". Es la sabiduría del ser humano y de la sociedad la que tiene la obligación de evitar sus efectos perniciosos, tanto en la energía nuclear como en los automóviles. La divulgación, para Reis ¿Qué es la divulgación científica? se preguntaba el gran divulgador brasileño José Reis, y glosaba frases del inglés Maurice Goldsmith, que dirigió la revista Science and Public Policy, y que era especialista en este tema. Yo tuve el honor de escucharle y de dialogar con él con motivo de una visita a Madrid. La ciencia -dijo- ha perdido su sentido en el mundo actual y urge llevar a cabo un debate en torno de las implicaciones sociales, políticas y económicas del progreso científico, con la presencia de científicos sociales, que no se han ocupado demasiado de este problema. Goldsmith citaba un mensaje que Reis envió al I Congreso Iberoamericano de Periodismo Científico (Caracas, 1974) y en el que reclamaba este tipo de acciones. No podemos perder de vista -añadía José Reis- nuestras deficiencias educativas, aunque en Brasil los profesores utilizaban textos de periódicos para informar sobre los avances científicos. Este aspecto configura -decía Reis- una fase interesante de la divulgación científica, que a veces se continúa en forma de correspondencia particular. Para Reis, la divulgación científica es una actividad útil y necesaria. Estrada: Requisitos de la divulgación Puede decirse que hay tantas formas de presentar la ciencia al público cuantos divulgadores hay. Por otra parte, la divulgación de la ciencia es parte del extenso campo de la actividad humana y debemos aprovechar otras experiencias. La divulgación debe presentar la ciencia de tal manera que el público pueda juzgar por sí mismo y sería un error basar nuestra actividad en la autoridad de un título, de un grado o de un nombramiento. Para Luis Estrada, los tres requisitos de una buena divulgación son:
1. La seguridad de nuestro conocimiento. Al fin de cuentas, el único que podrá saberlo es el propio autor de la investigación. Por último, Luis Estrada expresa su preocupación con una pregunta: ¿no será necesario también hacer divulgación de la ciencia para los divulgadores? Cada año se va teniendo a la divulgación de la ciencia en mejor concepto. En el 2000 se celebró el Encuentro Nacional de Divulgación Científica, convocado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, que tuvo por escenario la ciudad de Culiacán, capital del Estado de Sinaloa (México). En la Declaración de Sinaloa se afirma que la divulgación científica y tecnológica debe ser considerada un asunto de interés nacional, e incluirse en el mismo nivel de importancia que la divulgación, para efectos de financiamiento, búsqueda de recursos y espacios. La investigación y la divulgación científica y tecnológica son factores de diferenciación y de ventajas competitivas en los mercados internacionales, y es necesario dar un lugar preponderante a la divulgación de las ciencias en todos los niveles educativos. Problemas básicos La profesora venezolana Argelia Ferrer afirma en su tesis de doctor que ha querido hacer una aportación a la necesaria tarea de repensar las sociedades iberoamericanas en función de sus múltiples y cambiantes realidades, con la finalidad de proponer salidas que permitan aprovechar al máximo los procesos de transformación de la ciencia y la tecnología, la fase de integración mundial que marca la globalización, los medios de comunicación y, en particular, el periodismo científico, en función del desarrollo. Los análisis y reflexiones sobre estos temas han conducido a la profesora venezolana a conclusiones entre las que cito las siguientes:
-La relación estrecha y evidente entre ciencia y tecnología, lleva a la autora a sostener que para promover el desarrollo latinoamericano es necesario fomentar la ciencia y la tecnología regionales. El periodismo científico tiene mucho que aportar a este proceso. Si se desea una sociedad desarrollada es imprescindible impulsar la ciencia y la tecnología, ya que sin ellas no hay progreso económico y social. La profesora Argelia Ferrer propone un modelo de periodismo científico para el desarrollo, que comprende la educación ciudadana, el estímulo de las vocaciones científicas, apoyo empresarial local a las tecnologías propias, todo ello con el objetivo de afrontar los múltiples problemas planteados por la urgencia de promover la proyección económica social y cultural de la ciencia y la tecnología.
Notas
(*) Manuel Calvo Hernando, escritor y periodista, es secretario general de la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico y director de la AEPC. |
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