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La insignia
2 de noviembre del 2004


A fuego lento

El imaginario del miedo


Mario Roberto Morales
La Insignia*. Guatemala, noviembre del 2004.


Hasta antes de ver fragmentos del más reciente video de Osama Ben Laden, estaba yo seguro de que John Kerry ganaría la elección de hoy en Estados Unidos. Pero después de leer en su contexto la cándida aparición del terrorista saudí, me pareció obvio que tanto Al Qaeda como los demiurgos de la guerra preventiva en Washington están dispuestos a involucrar al mundo en una guerra prolongada cuya "razón de ser" se apoya en extravagancias "teóricas" que le caen al pelo al terrorismo, como la del "choque de civilizaciones" del xenófobo Samuel Huntington.

El discurso de Bush y el de Osama se dan la mano. Las arengas del islamismo de guerra santa se enlaza con las agresivas teleprédicas de Pat Robertson. La guerra parece ser el objetivo de todos. El punto de referencia: el gran público televidente de Estados Unidos.

Aunque Kerry no se diferencia de Bush en su agenda estratégica, su elección significaría por lo menos un compás de espera que podría resultar decisivo para el planeta, sobre todo si la Unión Europea logra insertarse en el proceso diplomático para forzar al sionismo político a aceptar el Estado Palestino. Eso aplacaría el principal foco de tensión en Medio Oriente y de seguro calmaría el creciente oleaje de terroristas suicidas árabes, permitiendo establecer unas reglas de juego que estabilicen la región y normen los criterios de la extracción, transportación, refinamiento y distribución del petróleo iraquí. También podría permitir sentar las bases para que Estados Unidos establezca relaciones más transparentes con la casa real saudí.

Kerry necesita demostrarle a su pueblo y al mundo que de hecho puede hacer las cosas de manera distinta que su antecesor. Necesita demostrar que es posible una salida airosa del desastre de la guerra en Irak sin continuar con la masacre de la población civil y la pérdida constante de vidas estadounidenses en los frentes de batalla. Este es el espacio que necesariamente debe conceder Kerry a las fuerzas políticas de paz en el mundo, y en esta pequeña grieta en la política exterior estadounidense radica la oportunidad de evitar que el fundamentalismo cristiano y el sionismo político continúen con su cruzada por exterminar a todos los infieles del mundo, haciéndole así el juego a Al Quaeda, que precisamente persigue que Estados Unidos siga enredado en esta guerra.

Después de que las imágenes de Osama invadieran el imaginario del miedo estadounidense, pareciera que Bush ha dado un paso en firme aventajando a Kerry en la carrera por ganarse las mentes y los corazones de su pueblo. El miedo ha sido el principal contrapunto que los asaltantes de la Casa Blanca han enarbolado desde el 11 de septiembre, modulándolo, según sus necesidades, desde la alarma amarilla hasta la anaranjada, como quien ofrece las condiciones del clima en los telenoticieros. El miedo a que otro ataque terrorista ocurra en suelo estadounidense es la mejor arma que los ultraderechistas republicanos tienen para empujar a los votantes a elegirlos por cuatro años más.

Ya es muy tarde para que ocurra un giro inesperado en cuanto a la ingenua percepción que los electores tienen de sus candidatos. Queda, sin embargo, la esperanza de que las encuestas que le dan la ventaja a Bush estén falseadas y que la vigilancia de la ciudadanía más conciente impida un fraude electoral como el que lo llevó a la presidencia. Se lograría así imponer un poco de cordura por sobre el absurdo imaginario del miedo, demostrando que todavía es posible para la sensatez humana contrarrestar el insidioso poder manipulador de los intereses corporativos y las transnacionales de la "comunicación".


(*) También publicado en A fuego lento



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