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La insignia
29 de junio del 2004


Perú

Derecho y educación: La opinión de los estudiantes


Gabriela Ramírez Parco y César Bazán Seminario
Consorcio Justicia Viva. Perú, junio del 2004.


Cuando se habla de formación académica en las universidades, muchas veces se deja de lado o minimiza la voz de los alumnos. En estas épocas en las que se debe buscar una amplia participación de todos los actores vinculados a la administración de justicia, nos parece importante escuchar las reflexiones de los mismos estudiantes de Derecho opinando sobre la formación que reciben. En esta línea, dos alumnos de la PUCP de los últimos ciclos y, a la vez, miembros de Justicia Viva nos presentan sus valiosas consideraciones al respecto.

Según la Dirección de Estadística e Informática de la Asamblea Nacional de Rectores, durante el año 2002, existían en el Perú aproximadamente 42 000 universitarios matriculados en Facultades de Derecho y alrededor de 8 000 egresados. De este modo, así consideremos el número de matriculados o el de egresados, la cruda competencia en la que nos encontramos los estudiantes de Derecho es un dato de la realidad con el que debemos lidiar.

No obstante, ante el gran número de jóvenes que cada vez se interesan por estudiar la carrera de abogado, también es importante tomar en cuenta, el elevado índice de oferta que hay en el mercado, pues este factor ha generado a nivel nacional la aparición de diversas facultades de Derecho, muchas de las cuales, sólo buscan satisfacer la demanda existente, sin importarles el tipo de enseñanza que brindan a los estudiantes.

En este contexto, consideramos necesario que todo alumno se plantee a lo largo de su carrera universitaria, la importancia del tipo de formación que recibe como estudiante de Derecho. Si bien, en muchos casos, la elección de la carrera de abogado apunta solamente a la obtención del título correspondiente, sin importar el tipo de formación jurídica que vamos recibiendo año tras año; es indispensable que evaluemos la calidad de la educación que nos imparten, pues de una adecuada formación dependerá nuestro correcto ejercicio como profesionales con criterio y valores.

Es así, que nuestra formación no sólo debe tener una dimensión académica, sino también una dimensión humanista y social, pues las abrumadoras cifras en cuanto al número de estudiantes y el caos social en el país nos reclaman un constante cuestionamiento respecto a la orientación y la calidad de la formación jurídica que recibimos en nuestra facultad. Asimismo, debemos buscar, no sólo ser los más competentes en el mercado y gozar de una educación jurídica, que nos dote de los mejores conocimientos teóricos, sino también convertirnos en los operadores jurídicos que necesita el Perú.

De esta manera, las facultades de Derecho y las universidades en las que nos encontramos se están inmersas en un contexto social determinado, por lo que cualquier reflexión sobre la formación jurídica que recibimos debe alimentarse necesariamente de esta realidad.

Lo anterior, cobra aún mayor importancia, dada la difícil realidad que nos ha tocado vivir durante el régimen pasado, es decir, un sistema de justicia con serias deficiencias y actos de corrupción, en los que un gran sector de jueces y abogados cumplieron, desafortunadamente, un desastroso papel. Al respecto, así como hubo abogados que se dejaron vencer por la ambición y el poder de la corrupción durante el antiguo régimen, también existieron y existen abogados probos, que representan el frente de lucha contra la impunidad. Por este motivo, si realmente pretendemos un país con un sistema de impartición de justicia renovado, es importante tener en cuenta que nuestra generación y las que vienen cumplen un rol importante en este cambio.

En ese sentido, es necesario plantear algunas interrogantes, la cuales tienen como principal finalidad generar un saludable y fructífero debate sobre la formación jurídica que recibimos, a fin de conocer los problemas y estar en posibilidades de realizar propuestas que puedan superarlos.

Al respecto, podemos comenzar preguntándonos lo siguiente: ¿Con qué perfil de abogado nos está formando la facultad en la que estudiamos? ¿qué tan preparados estamos para ser actores de los cambios sociales que necesita el Perú? ¿qué tan competentes vamos a ser en el mercado? ¿estamos recibiendo una formación de calidad que realmente nos proporciona las herramientas necesarias para ser buenos abogados?

Además de estas preguntas centrales se derivan otras no menos importantes. ¿El nivel de nuestros profesores es el más apropiado? ¿es correcto el sistema de selección de los docentes, al igual que el sistema de selección de adjuntos de docencia y asistentes de práctica?

En fin, éstas y otras preguntas son de tránsito obligatorio para reflexionar sobre la educación que recibimos y poder plantear propuestas serias que ayuden a mejorarla. En este sentido, queremos contribuir a que alumnos, colectivos de estudiantes y la comunidad académica, en general, sienta este tema como suyo, en vista a la relevancia que importa.

La mejora de la educación que recibimos es un tema de sumo interés que toca lo más profundo de nuestras expectativas por el futuro y que se relaciona directamente con la pregunta ontológica de quiénes somos y qué lugar queremos ocupar en la sociedad. En ese sentido, preocuparnos por nuestra formación jurídica es una exigencia, más que una preferencia, y por tal no debemos desatenderla.



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