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La insignia
25 de junio del 2004


Entrevista con Lolo Rico, creadora de «La bola de cristal»

«La izquierda se ha hecho posibilista»


Nacho Abad Andújar y M.S.
Madrid Sindical. España, junio del 2004.


Lolo Rico, realizadora y programadora de televisión, alumbró en la década de los ochenta uno de los espacios infantiles más célebres de la historia catódica, La bola de cristal. Su creadora asegura que el programa tenía una ideología marxista. Hoy es impensable ver algo parecido en la televisión actual. Kiko Veneno, Pablo Carbonell o Alaska eran parte del elenco de personajes que pululaban por los dominios de La Bruja Avería. Rico acaba de escribir un libro, Cartas de una madre de izquierdas a una hija de derechas, donde aborda las diferencias políticas y culturales que separan a dos generaciones. Esta madrileña acumula varios ensayos sobre la pésima televisión actual, con la que se declara incompatible. Y advierte que la izquierda "ha dejado de ser combativa y se ha hecho posibilista". "Es una izquierda -explica- que ha renunciado a su disidencia, que no se mantiene activa en la lucha".

Pocas veces un programa infantil ha provisto de valores tan decentes a una generación de niños y niñas. Entre 1983 y 1988, la televisión pública española alumbró un espacio limpio y trasgresor, La bola de cristal, que inoculaba dosis de disidencia en los más jóvenes del hogar. Su directora se llama Lolo Rico. Y sabe que hoy es impensable ver y escuchar alguna de las perlas filosóficas que sustentaban el discurso de la Bruja Avería o los electroduendes ("Viva el mal, muera el capital" o "Solo no puedes, con amigos sí"). Han pasado 16 años. Y la palabra de su creadora -periodista, escritora y realizadora de televisión- no pierde ni una hebra de inconformismo. Acaba de publicar un libro, Carta de una madre de izquierdas a una hija de derechas, donde aborda el abismo ideológico que separa a dos generaciones. Decepcionada de la televisión actual, es autora de varias obras que abordan el problema, TV, fábrica de mentiras y El buen espectador. Ver y enseñar a ver televisión.

Vive Lolo Rico en un edificio palaciego a orillas de la calle Segovia, en pleno Madrid de los Austrias, a escasos pasos del delicioso café Nuncio. Y tiene un salón abuhardillado contornado de estanterías rebosantes de libros que, ordenados alfabéticamente por autor, lamen los techos. Tres perros labradores juguetones no se separan de su dueña. La edad no se escribe porque ella prefiere ocultarla.

P. ¿Está cansada Lolo Rico de que siempre se le pregunte por La bola de cristal?

R. Me supone una contradicción. Por un lado lo agradezco. Es un recordatorio a unos años muy gratificantes. Y es una prueba de afecto de aquellos que estaban delante de la pantalla viendo el programa y crecieron a su amparo. Es gente que hoy piensa, razona y tiene espíritu crítico. Por otro lado, cuando en una charla me presentan y sólo dicen que fui la directora de La bola de cristal, me pregunto por qué habré hecho sesenta cosas más.

P. Los niños y niñas que veían el programa tienen ahora 30 ó 35 años. Y un futuro incierto: empleo precario, viviendas imposibles, tener hijos es temerario...

R. En realidad viven con los padres o hipotecados, sin empleo, si quieren casarse o tener un lugar donde refugiarse es imposible. Si trabajan, les explotan vilmente. Así es.

P. Pero los niños telespectadores de La bola..., ¿dónde están ideológicamente?

R. Creo que son jóvenes que piensan con espíritu crítico. Aunque me pregunto por qué no lo ponen de manifiesto. Por qué no salen a la calle y reclaman sus derechos a un trabajo y salario justos. Pero creo que tampoco son culpables, porque nadie les ha enseñado a hacerlo. Ni siquiera la propia izquierda, que en ocasiones, más que animarles los detiene.

P. ¿Reproches a tu generación?

R. Los padres y madres de esta generación somos los mayores culpables. Por qué de una generación de padres conservadores salimos gente muy luchadora y muy combativa que peleó contra la dictadura. Y por qué de esta generación ha salido otra casi tan conservadora como sus abuelos. Muchos son indiferentes a la política y pasan de todo. Nosotros les hemos ido diciendo: "No vayas a la manifestación, si vas no levantes el puño, no ves que no tiene solución". Les hemos tratado de apartar de todos los peligros y vicisitudes que nosotros pasamos y darles todo aquello que no tuvimos. Hemos premiado la docilidad y el ser políticamente correctos.

P. Pero últimamente la juventud se ha movilizado. Ha salido a la calle.

R. Porque la gente joven reacciona al menor estímulo, porque es entusiasta, generosa y solidaria. Yo creo en todos los jóvenes. Pero hay que permitirles exhibir sus potencialidades. No marginarles.

P. En tu último libro, aseguras que al mundo lo gobierna una gran derecha.

R. Las ideologías representan una forma de mirar al otro. La derecha lo mira como un objeto de producción y consumo, para sustentar sus privilegios y revalorizar sus bienes. Desea que sus bolsillos estén más repletos gracias al esfuerzo de los trabajadores. La izquierda, sin embargo, ve al otro como un ser humano que tiene las mismas necesidades y derechos. La derecha lucha por ella misma y sus ventajas. La izquierda, por la igualdad y la supresión de las clases sociales. Pero la izquierda ha dejado de ser combativa y se ha hecho posibilista. Es una izquierda que ha renunciado a su disidencia, que no se mantiene activa en la lucha. Se ha integrado más y más en el capitalismo para asimilarse a la derecha. ¿Para qué ser de izquierdas si es lo mismo? Ahí está el caso de los inmigrantes desalojados de la catedral de Barcelona. Me ha sorprendido ver que lo dicho por el partido en el poder es lo mismo que habría dicho el PP. La izquierda debe mirar la calle de una manera limpia, pero no de manera aséptica. Porque no mira igual un edificio de oficinas un empresario que un parado. Ni mira igual un solar un ecologista que un especulador del suelo. La izquierda y la derecha no pueden mirar igual la calle. Lo primero, mirar la calle. Segundo, pensar la calle. Por último, tomar la calle.

P. ¿Son incompatibles la televisión que se hace ahora y Lolo Rico?

R. Totalmente.

P. La programación actual, ¿destruye el pensamiento?

R. La televisión marca y define una manera de estar en el mundo. Sólo el hecho de estar cuatro horas delante de un televisor es una forma de estar en el mundo. Hannah Arendt dice que "conocer es construir el mundo". Y conocer a través de la televisión es una monstruosidad, sobre todo para los niños y adolescentes, que son los más desvalidos.

P. ¿Crees en el compromiso del nuevo Gobierno para regenerar la televisión pública?

R. Si de entrada se habla de privatizar, no puedo pensar que la van a regenerar. También es verdad que si una televisión pública actúa como una privada, se financia como una privada, entra en la contraprogramación como una privada, hace las mismas propuestas y emite las mismas cosas a los espectadores que una privada, no me sirve como televisión pública.

P. ¿La autocensura ha sustituido a la censura?

P. Ahora no te borran una palabra, que no lo tengo tan claro, sino que sencillamente te ponen en la calle.

P. Pero siempre se dice que se programa lo que los espectadores quieren ver. Umberto Eco se preguntaba: ¿Hacemos estúpida a la televisión o la televisión nos hace estúpidos?

R. Los espectadores no hacen la televisión. La hacen las estructuras económicas de poder que la sustentan, que, además, no son nada estúpidas y legitiman su propio sistema. Nosotros somos estúpidos por verla, y verla como si estuviéramos contemplando el eclipse de Venus sobre el Sol.

P. Los estudios dicen que sólo el 25 por ciento de los espacios que ven los niños son de temática infantil.

R. Los niños ven programas de adultos porque mal que bien, aunque son horribles, están mejor hechos. No hay programación infantil. Hay bloques, donde meten dibujos animados de una calidad muy irregular, totalmente desordenados, de tal forma que un preescolar ve programas de adolescentes. Además, me parece mal que sólo vean dibujos animados, mal escogidos y de poca calidad. ¿Por qué no hay programas infantiles? Porque no son rentables. Sería importante conocer cómo han cambiado las leyes de los dibujos animados. O cómo ha ido derivando la violencia en el cine, desde el cine mudo hasta El silencio de los corderos. En una pantalla, ya nadie muere en la cama. Como dice Ramonet, la catástrofe ha sustituido a la tragedia.

P. ¿El sistema educativo está fallando cuando no se nos enseña a pensar?

R. Creo que el fallo es el propio sistema educativo. Si fuera ministra de Educación, propondría impedir a los colegios que enseñaran cosas que se pueden encontrar en las enciclopedias o las calculadoras. Porque los estudiantes deberían aprender a amar la lectura, a tener curiosidad científica, interés intelectual y espíritu crítico. Aprender a mirar, observar y reflexionar.



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