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La insignia
22 de junio del 2004


A fuego lento

Discurso contra el olvido y a favor de la nostalgia


Mario Roberto Morales
La Insignia*. Guatemala, junio del 2004.


Por fin pude ver Discurso contra el olvido, ese mural cinematográfico que Sergio Valdés Pedroni realizó, con escasísimos recursos, entremezclando entrevistas, metrajes de escenas de la lucha popular y un filón ficcional muy poetizado. Con estos ingredientes, el autor logra imprimirle a su narración un ritmo fluido mediante un montaje preciso basado en contrapuntos que a menudo desdicen las opiniones de algunos de los ex militantes entrevistados. Como se trata de una película de autor, es la versión de él -quien hace hablar a sus personajes y luego corta su discurso y lo avala o lo niega mediante recursos cinéticos y sonoros- y no tanto la de quienes analizan la contribución (si alguna) de la izquierda en Guatemala, la que queda en el ánimo cuando uno termina de ver el filme.

El filón de la ficción se basa en la trayectoria de Luis Augusto Turcios Lima, uno de los guerrilleros legendarios de América Latina, asesinado con una bomba colocada en su automóvil a principios de los años 60, cuando venía de participar en una reunión con miembros del Partido Comunista. La única sobreviviente del atentado solía contar que esa noche el comandante manejaba muy enojado y echaba pestes contra "los viejos del partido" por su rígido estalinismo burocrático, opuesto a la lucha armada que él y otros habían iniciado unos años antes.

La poetización de la historia la realiza el autor haciendo que Turcios salga de su tumba para revisar el sentido que tuvo su lucha, una inquietud compartida con el personaje central del filón ficcional (y alter ego del autor), Julián, quien se la pasa sentado en una cantina elucubrando sobre el sentido que tuvo la lucha, de cara a la derrota militar e ideológica de la dirigencia guerrillera. A Julián le habla al oído una voz femenina que se identifica como "La Izquierda", llevándolo por los vericuetos de las opiniones y análisis de militantes diversos, los metrajes documentales y los versos cinéticos con que el autor construye su mural.

Tomando en cuenta la dificultad que implica reflexionar sobre la derrota de la izquierda en Guatemala -sobre todo por el ingrediente de claudicación y traición de su dirigencia- se comprende que el autor del filme le dé preferencia a los discursos que giran en torno a la nostalgia y el lamento, la crítica sin perspectivas y la confusión estratégica, al extremo de que esta pieza bien podría subtitularse "Crónica del desconcierto, la frustración y el victimismo de izquierda". Esto, claro, no es responsabilidad total del autor. Se nota que ése es el estado de ánimo generalizado en la mayoría de los entrevistados. Sin embargo, es de señalar que el discurso de otros, que quizás hubiesen puesto una nota optimista (si bien probablemente demagógica) y de quienes hicieron una crítica sin concesiones a la nostalgia, fue cortado (o "editado"). Entre estos últimos me encuentro yo.

En mi breve aparición, Julián me pregunta cómo hago yo para que mis textos exuden dignidad y no sucumban a la confusión, la frustración y el renegamiento. Yo le respondí muchas cosas, pero lo que apareció en la proyección fue sólo la idea de que a los ex militantes nos cuesta mucho admitir nuestra propia mentira y nos aferramos a nuestra ilusoria condición de "héroes" y "mártires" sacrificados y sufridos. Una afirmación que, en el montaje final, da lugar a que mis palabras se interpreten como que nada de lo ocurrido de veras pasó y que la lucha fue una tontería. Esto parece ser lo que interpreta el mismo autor cuando echa mano del recurso sonoro del eco para que la palabra "mentira" (dicha por mí) quede rebotando en la columna sonora para, enseguida, hacer sonar una canción cuyos primeros versos dicen: "Mentira lo que dice, mentira lo que hace", acompañando un muestreo vertiginoso de fotos fijas de las luchas populares, con las leyendas de las pancartas el revés.

Qué le vamos a hacer. La admisión de la derrota pasa por el dolor de enfrentar las propias mentiras. Y eso, por lo visto, todavía no lo logra la nostálgica, estupefacta y victimizada ex militancia de izquierda de "mi pequeño y horrendo país".


(*) También publicado en Siglo Veintiuno.



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