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10 de junio del 2004 |
(o sea, desconfiado por principio)
Marcos Winocur
El viajero vio interrumpida su marcha a causa de un río. Disponiéndose a cruzarlo, se quitó los zapatos. Pero, al subir la pierna del pantalón a la altura de la rodilla, una duda lo asaltó:
-¿Será suficiente? Y la pregunta desató otra: -¿Y si me arrastra la corriente? Sin saber qué hacer, una voz, desde la otra orilla, lo sacó de sus pensamientos, alentándolo a cruzar: -Vamos, ni a la rodilla te llega el agua. Era un anciano, de aspecto todo bondad, quizá demasiado.
-¿Cómo sé que me dices la verdad? Cuestionado, el anciano todo bondad desapareció tras un relámpago y, en su lugar, Satanás de cuerpo entero, con todo y cola y tridente a la mano. -¡Chinga tu madre! -gritó furioso al viajero mientras levantaba vuelo. Debo señalar que no todos están de acuerdo. Hay quienes sostienen que dijo: ¡Andate a la puta que te parió! En fin, Satanás es duro de darse por vencido. Un niño todo ternura, un adolescente todo naif, un aviador que se ofreció pasarlo al otro lado vía aérea, fueron desfilando como caracterizaciones de Satanás, sin olvidar el papel de Jesucristo caminando sobre las aguas, hasta que el Señor del Mal se cansó del inútil jueguito y ya no volvió. Pero el viajero no quedó convencido. ¿Y si la ausencia física de Satanás fuera otra de sus tretas y el río la trampa que le dejaba montada? El viajero sigue como el primer día sin saber si intentar cruzar o no. Ha hecho campamento a la orilla del río y espera una señal inequívoca. |
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