Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
5 de junio del 2004


Entrevista con Pepe Ribas

El periodismo como forma de vida


Rosalba Oxandabarat
Brecha. Uruguay, 4 de junio.


El fundador y director de la mítica revista "Ajoblanco" estuvo en Montevideo, participando del Seminario de Periodismo Cultural,* en el que también participaron otras celebridades de la profesión.


Hace cuatro años está encerrado escribiendo un libro, los mismos -del año 2000 a hoy- en que por segunda vez, porque sus gestores entendieron que el día a día los había consumido y que había que "dormir el proyecto" para volver reactivados, estuvo cerrado Ajoblanco. Pero a Pepe la pasión por el periodismo no lo abandona. Es que el "el Ajo" -como lo nombra familiarmente- está a punto de renacer. No es para menos. Esta revista, que en sus peores momentos editó 35 mil ejemplares, llegó a tirar más de 100 mil, además de llegar a clubes y bibliotecas públicas y privadas, lo que multiplica incalculablemente el número de lectores. Habló con BRECHA en algún interludio en las reuniones del seminario, que convocó a decenas de jóvenes -y no tanto- estudiantes y aun profesionales del periodismo para escuchar, preguntar, saber la temperatura de quienes transitan estos mismos caminos en otros lugares y con otros medios.

-¿Qué diferencia hubo entre el primer Ajoblanco y el segundo?

-En el primero éramos tipos de 20 años, y estuvimos como un año y medio buscando a los lectores, buscando su participación, porque en aquel momento, con Franco vivo, un espacio nuevo era una necesidad. Que provocara algún relevo en la izquierda, atreviéndonos a llegar más lejos que nadie. El primer Ajo fue mucho más underground, más participativo, con una España mucho más motivada, más esperanzada y con un marco que te daba la sensación de que podías cambiar el mundo. Era una época en que todo era nuevo, sobre todo en España, saliendo de 40 años de franquismo, y en la que tomabas la libertad con osadía. Tú ves el Ajo de esa época y ves que estaban todos los debates que todavía importan ahora. Incluso pasa a nivel de diseño. Estábamos muy atentos a todos los movimientos sociales, y participamos activísimamente en la resurrección del espíritu y de la tradición libertaria que en España es fundamental.

-Entonces hubo una coincidencia gloriosa entre el periodismo que hacían desde el Ajo y lo que sucedía en el país.

-Sí, entre el 74 y el 78, pero vivimos enseguida la traición de los líderes de izquierda, que descabezaron todos los movimientos sociales para que la transición tuviera eficacia. Enseguida nos dimos cuenta de que ciertos policías se infiltraban en los movimientos sociales, y en los núcleos más peligrosos no sólo se infiltraban sino que empezaron a meter heroína. Ése fue uno de los modos en que el establishment de la democracia española consiguió terminar con algunas de las fuerzas más radicales y más vivas de los movimientos sociales. Y el otro fue que cuando en 1979 ganó el PSOE, los ayuntamientos democráticos captaron y cooptaron a los líderes de los movimientos sociales y los pusieron a dirigir los centros de juventud, que resultó todo ser una gran farsa, porque al cabo de diez años acabaron siendo centros para jubilados.

-¿Y qué consecuencias tuvieron ese descabezamiento y esa cooptación?

-Mira, entre otras cosas, ese fenómeno explica mucho de lo que sucedió en el País Vasco, el único lugar de España donde en los ayuntamientos los socialistas no conquistaron el poder. Allí ganó el PNUV, los nacionalistas, con lo que los movimientos sociales del País Vasco, huérfanos y desconectados del resto de España, siguieron vivos durante diez años en solitario, y luego los restos fueron cayendo en las garras de HB (Batasuna), el brazo político de ETA. Esto no se ha escrito nunca, lo estoy tratando de hacer en mi libro, contar cómo vivimos desde Ajoblanco y desde el movimiento libertario la transición. Para que la gente joven conozca por qué fracasaron cantidad de iniciativas que de alguna forma configuraron el movimiento ecologista, el de liberación de la mujer, el de los gays y toda una serie de movimientos que han sido determinantes. Lo malo es que en España estos movimientos que buscaban la democracia participativa por encima de la representativa no tuvieron una fuerza política. Sí tuvieron una fuerza social, de ahí se explican todos los movimientos antiguerra, porque esto en España no se ha terminado, está latente, y cuando pasa algo se junta y se recompone en instantes. De ahí que se haya podido acabar con el gobierno del señor Aznar luego de los atentados de Atocha.

-Como en Argentina, cuando la gente en la calle prácticamente derribó el gobierno de De la Rúa.

-Claro, lo de Argentina es muy revelador. Es que yo creo que los países latinos, incluso por la tradición católica, somos menos individualistas, más hijos de una cultura de foro, de un paganismo, de un sincretismo muy fuertes.

-Lo que cuentas de la transición española tiene algún parecido con lo que sucedió acá después del retorno de la democracia. Como que al retornar los partidos dijeran, bueno, llegaron los titulares y ustedes se van a su casa, gracias por los servicios prestados.

-Es que la democracia tal como está constituida actualmente establece una legalidad de partidos, la participación política no es real sino simbólica, porque tú no puedes incidir en un partido. Y si eres miembro de uno, sus órganos de poder son muy jerárquicos y por muchas elecciones que haya, las decisiones están tomadas por la cúspide, que es el aparato, lo que dirige realmente el partido. La lucha que deberíamos llevar es por la democratización interna de los partidos. Sería una forma, primero, de conseguir que los partidos fueran más críticos con el poder económico de las multinacionales, que es el que realmente controla el poder político a través de esas oligarquías a las que compra y con las que pacta, que de alguna forma se ven obligadas a ello porque es el precio para conseguir un desarrollo que dé una cierta estabilidad a la clase media, que es la base para este tipo de democracia.

-No es fácil la decisión que ustedes tomaron, y dos veces: cerrar algo que está marchando bien. ¿Cómo fue posible?

-Claro, el Ajo fue para mucha gente una forma de vida, una escuela literaria y de pensamiento, ha salido mucha gente de allí, no sólo escritores sino también diseñadores que hoy diseñan las páginas más jóvenes del país. Y el gran mérito del Ajo es que hemos sido agitadores de todo. Pero en algún momento vimos que ya no teníamos nada que decir, ya todo el mundo nos había copiado, hay que marcharse, y ya volveremos. Y hemos vuelto una vez y el segundo Ajo duró exactamente el doble que el primero, éste duró seis años y el segundo 12. Espero que el tercero dure 24...

-¿Los fundadores y animadores del Ajo venían de escuelas de periodismo, o eran autodidactas, como buena parte del periodismo?

-Entre los fundadores, ninguno fue a ninguna escuela de periodismo. Y entre los que se fueron sumando, algunos habían pasado por las escuelas, pero llegaban a cuarto y se hartaban, porque es una carrera totalmente mal planteada, llena de cosas absurdas. La carrera de periodismo tal como se hace en España lo que te enseña es a ser dócil, a mejorar las notas de los gabinetes de comunicación de las grandes instituciones o de las grandes corporaciones, pero no te enseña realmente a hacer un buen reportaje, una buena nota. Es una carrera muy técnica y muy enfocada al mercado tal como está establecido, con lo cual no genera ningún periodismo crítico. Los que venían al Ajo era gente que huía de esta situación.

-¿Crees que un periodista puede escribir de cualquier cosa, o es preferible que tenga ciertas áreas preferenciales?

-De alguna manera puedes escribir de cualquier cosa porque finalmente sabes utilizar la palabra, y sabes documentarte y estructurar un artículo... Pero a mí por ejemplo el género que más me ha gustado es la entrevista, me fascina porque es el diálogo. Así he entrevistado a escritores, artistas, pensadores, políticos, científicos... más de 500. Entre ellos a Pierre Bourdieu, antes de que muriera. Resultó una entrevista de 25 páginas y prácticamente repasé en ella toda su obra. Pero quizá mi preferida es la que le hice al pintor Miquel Barceló. Estuve cinco días entrevistándolo.

-Qué lujo. Para hacer y publicar ese tipo de entrevistas no sólo precisas el tiempo sino también el espacio para publicarlas.

-Es que en el Ajo lo hacíamos… una revista cultural tiene que permitirse estos lujos que un periódico o un suplemento cultural jamás podrían, entre otras cosas porque se dirigen a un público mucho más masivo. Y el tiempo, en una revista como el Ajo, nos lo concedíamos. Pero lo más importante es conocer al personaje que entrevistas. Haberlo observado, compartir cosas con él, saber de su evolución, haber leído todo lo que otros han escrito sobre él…

-Como aquella vieja receta para la novela, según la cual el autor debía saber absolutamente todo sobre sus personajes, aunque no necesariamente eso debía aparecer en la novela.

-Exactamente. Es que el buen periodismo tiene mucho que ver con la literatura.

-Hay siempre una tensión, en una publicación cultural, entre aquello que el equipo que lo hace quiere proponer y lo que propone la agenda, es decir, aquello que es generado en el medio. ¿Cómo lo resolvían en el Ajo?

-La tiranía de la actualidad. Yo creo que en este tipo de revistas la actualidad tú puedes inventarla, inventar debates que importen. En este marco global con un emperador absolutamente enloquecido, que está provocando un cataclismo mundial, yo creo que es un buen momento para inventarte temas… No hay por qué seguir exactamente eso que se llama actualidad, sino tomarla e inventarte a propósito de ella temas polémicos. Sin excesivos dogmatismos, porque hay que saber escuchar. Además yo creo que es en países como los vuestros, en las fronteras, donde se van a generar los nuevos movimientos, porque es donde las contradicciones son más visibles. Yo creo que en una revista cultural de vocación social no hay que confundir jamás lo que es mero espectáculo con lo que es realmente generar opinión y crear cultura.

-Está claro, pero de todas maneras hay una presión desde los que trabajan en la cultura, artistas, escritores, gente de teatro, que necesitan la amplificación y la legitimación de la prensa.

-Nosotros vivimos este tipo de presión, en el segundo Ajo sobre todo, porque optamos por un tipo de diseño que salía muy caro, y esto nos obligaba a cubrir la actualidad, buscar la publicidad de las editoriales, de centros culturales, con lo que teníamos que hablar de cosas que de repente no nos interesaban tanto. Y además en España son editados más de 60 mil libros al año, con lo cual a la redacción te llegaban unos 300 a la semana y no sabías qué hacer con ellos. Yo llegué a aborrecer los libros, ahora que llevo cuatro años encerrado escribiendo uno, cuando he ido a librerías en Montevideo me he quedado muy emocionado porque he vuelto a tener esa especie de ingenuidad, esa curiosidad que es esencial para seguir leyendo.

-Pero en esa sobreabundancia editorial seguramente hay un montón de voces nuevas interesantes.

-No, creo que hay una crisis en la nueva literatura española, es toda muy de mercado, muy trivial, anecdótica y retórica, porque la mente del intelectual español no está comprometida con la realidad social, está con el dinero, el triunfo. En el cine pasa menos, el cine español ha mejorado muchísimo, hay gente como (Alejandro) Amenábar, (Julio) Medem, (Fernando) León de Aranoa, con obras muy interesantes. Creo que el cine español ha conseguido con la Academia, los Goya, las cuotas de pantallas siguiendo el modelo francés, que el imperialismo americano tenga un coto, no es que se haya retirado pero ya no se traga todo.

-Pero, ¿no hay ningún escritor español actual que te interese?

-Los últimos dos libros que me han interesado son muy distintos. Uno es La sombra del viento, de Ruiz Zafón, que es un best-seller, es una novela fácil pero muy bien construida, y el otro es Soldados de Salamina, de Javier Cercas, que es una novela sobre la reconciliación desde una generación que ya no ha vivido la guerra civil de manera directa, desde una distancia que le permite hablar de los dos bandos de una manera diferente. Me interesó por esa distancia, y además Cercas es un erudito y domina el lenguaje. Y luego Vilamatas, que es un novelista excéntrico, muy personal, que ha logrado crear un mundo propio, una voz, creo que esto es muy importante. Mi opinión en este campo no es muy válida porque por el trabajo que he estado haciendo no tengo tiempo para ocuparme de todo lo que va saliendo, pero por lo que me cuentan colegas bien informados, pues, veo que hay mucha cantidad, mucho autor, pero poca calidad

-Qué raro que pase eso con la literatura. Porque en algunos programas de la televisión española, alguno de esos raros programas culturales que se trasmiten de madrugada, encuentro que el uso del idioma es mucho más vivo y rico que acá.

-No, ni creas, son excepciones, el lenguaje en España se ha convertido como en un eslogan publicitario. Lo que sí creo es que en España se han vencido dos cosas muy tremendas, una es el barroquismo, quizá por influencia sajona se ha ido a un idioma mucho más parco, con menos adjetivos; y la otra el romanticismo, se ha vuelto un país pragmático, esa cosa lírica y egocéntrica por suerte ha acabado bastante.

-Volviendo al Ajo y su experiencia, ¿cómo se daba la relación entre los más jóvenes y los mayores?

-Mira, a veces yo no entendía a los más jóvenes, por el exceso o porque a veces tenían que manifestar su ego o lo que ellos buscaban, esas cosas podían traer conflictos pero también fascinación. Porque al consagrarse, muchos de los mayores ya ocupaban los espacios en los periódicos masivos, con lo cual a ti te quedaba el combate, el relevo con los nuevos valores culturales, y así eras más libre y más rápido que los suplementos atados a los consagrados.

-¿Buscaban un espacio específico para los jóvenes y su cultura o elegían la mezcla generacional y de temática?

-Pues nosotros lo mezclamos todo. Nos ocupamos del rock, fuimos la primera revista de España que lanzó el tecno, luego las músicas étnicas, y aprovechamos las músicas africanas, la argelina, para hacer dossiers sobre lo que había ocurrido en Argelia a nivel social, político, religioso, siempre buscando los contextos donde nacían las músicas. Yo por ejemplo me fui a la Patagonia a entrevistar a poetas mapuches, y aprovechaba para explicar la cosmogonía mapuche, su respeto por la tierra, con lo cual se demostraba que los mapuches eran desde hacía siglos los primeros ecologistas, respetando la tierra como el hombre blanco jamás la respetó. Tendríamos que aprender de ellos, porque a través de la poesía, a través de la mujer en esas culturas, se vivía otro tipo de feminismo quizá mucho más real y más equilibrado. Nosotros mezclamos todo. Cultura era todo lo que tenía que ver con la comunidad. Y el tercer Ajo va a ser volver a los orígenes, seguir mezclando y ampliando.

-¿Qué ha cambiado para que cambie el Ajo?

-Lo que está sucediendo a nivel europeo y a nivel del mundo hace que mucha gente quiera volver a la artesanía, a hacer una revista con pasión, con debate permanente, aunque no sepas muy bien adónde vas. A la vez queremos crear un foro, espacios en diferentes ciudades, y salir no con una periodicidad fija que te consuma sino con una periodicidad abierta que te haga salir cuando realmente tienes un número bueno que hacer, no cada mes por obligación. Y está Internet, toda una serie de cosas que te permiten conectarte rápidamente, intercambiar. Haremos algo así como un fanzine, porque estamos inventando todo de nuevo...

-Desde el punto de vista de la gestión, ¿cómo hacen?

-Desde una casa grande que tenga ordenadores, Internet y todo eso, estamos tratando de parir un número 00, que saldrá el 22 de octubre y será quizá más rupturista que el primer Ajo. Saldrá junto con un libro grande donde vamos a reeditar los seis primeros números del Ajoblanco, los que hicimos con Franco vivo, y que creo que va a ser un documento muy importante. Por los temas que contiene, y porque allí están cantidad de autores que hoy son superconsagrados.

-¿Qué lugar ocupa o crees que debe ocupar la crítica en una revista cultural?

-Es algo complicado de responder. Mira, creo que en los países de América Latina tiene mucho más sentido porque hay una escuela crítica que no es ridícula como la de España. En España hay reseñistas, pero o no hacen un trabajo realmente crítico, o no se les entiende. En América en cambio hay una tradición, desde Octavio Paz, desde Borges o quien sea, que ha hecho que la tradición crítica sea muy rica. Yo leo críticas en periódicos argentinos, mexicanos, uruguayos, y me sorprendo porque ese nivel allá no existe. En España hay mucho mayor conciencia del mercado, con lo que las críticas viven mucho más a expensas de las consignas editoriales, o no te vuelven a dar una entrevista.

-No sabía eso. Muchos acá tratan de enterarse de lo que sale en tal o cual suplemento o periódico español. Y al tener más medios, es decir más dinero y más espacios, debería haber un nivel de crítica más serio.

-Pues es al revés. Cuanto menos medios, más capacidad crítica. Además suceden cosas en América Latina... yo cada vez que me caía una desmoralización total me venía y recargaba las pilas, después volvía para allá.

-¿Qué te da América Latina?

-Bueno, pues lo que yo he disfrutado en México, en La Habana, en Buenos Aires, en Colombia, en Perú… no se puede creer. Ves sociedades vivas, donde la experiencia que te trasmiten tiene el pulso de la vida. Que alguien consiga un libro y lo lea con auténtica pasión y hable de cosas que uno no conoce, sin poses. Esto a mí me ha ayudado, creo que es lo que más me ha ayudado. Yo lo digo siempre, el segundo Ajo se lo debo a América Latina. Éste era un territorio muy desconocido para los españoles, y en este momento es todo lo contrario. Creo que fui uno de los artífices de este redescubrimiento. He hecho muchos reportajes, muchas entrevistas, y publicamos colaboraciones de gente de aquí y de más allá. Estoy muy contento de que esto haya sido una de las aportaciones de Ajoblanco. Y ahora que estoy en la recta final de mi libro también he venido a cargar pilas, porque ya no podía más. Y gracias a que vine, me estoy volviendo a encender. Es que a mí, América me va.


(*) En el Centro Cultural de España.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto