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La insignia
1 de junio del 2004


A fuego lento

La ideología de la «tolerancia irrestricta»


Mario Roberto Morales
La Insignia*. Guatemala, junio del 2004.


La ideología de la "tolerancia irrestricta" -esa que se anuncia como carente de prejuicios raciales, étnicos y sexuales, y que se propone como una conducta políticamente perfecta por "políticamente correcta"- no es más que una máscara que encubre la convicción dogmática de que su voceado relativismo cultural es superior al dogmatismo cientificista decimonono y a la intolerancia cultural de los supremacismos blancos (casi todos de tinte cristiano fundamentalista), y que esa superioridad la autoriza para imponerse por la fuerza.

Una mirada detenida a las conductas aprendidas e inducidas de los demiurgos de la "tolerancia irrestricta", nos arroja el dato de que son censuradores de quienes no piensan como ellos, que tratan de ahogar los debates intelectuales acerca de los etnocentrismos, los feminismos y los sexismos existentes, y que construyen poderes institucionales basados en la discriminación de quienes ellos consideran racistas y sexistas. En otras palabras, la práctica de la "tolerancia irrestricta" es una forma más de intolerancia generalizada, pues gira en torno al eje de la censura, la imposición y el autoritarismo.

Curiosamente, los países europeos que protagonizaron la aventura colonial y que fundaron los criterios de diferenciación étnica y racial que animan nuestras crueles relaciones interculturales, son los que ahora financian a los grupos que, al abogar por la democratización y modernización de nuestros Estados (todavía asfixiados por una oligarquía reacia a la modernización del capitalismo), esgrimen la ideología de la "tolerancia irrestricta" y la practican mediante los mismos mecanismos de autoritarismo e intolerancia que el eurocentrismo fundó en los territorios colonizados como una cultura del amo y el esclavo. Es decir, como una dialéctica de amor-odio con la que el oprimido busca parecerse a su opresor para poder oprimirlo.

La ideología de la "tolerancia irrestricta" resulta pues en una conducta hipócrita que se enmascara de comprensión, bondad, tolerancia y humildad, pero que en realidad es incomprensión, maldad, intolerancia y orgullo disfrazados con el ropaje expiatorio y culposo de un puritanismo que empata a la perfección con el conductismo psicoemocional de sus más conspicuos representantes: esos beatíficos "salvadores", "defensores" y "protectores" de indígenas, mujeres, homosexuales y demás víctimas subalternizadas y convertidas en mártires de la causa de la "corrección política".

El gran problema de todo movimiento emancipatorio radica no en liberar a los oprimidos sino a sus opresores, a fin de que la moneda del autoritarismo, la explotación, el racismo y el sexismo no dé simplemente la vuelta y muestre su otra cara. De lo que se trata es de sustituir la moneda de la opresión. No se trata de voltear la vieja tortilla sino de amasar y cocer una nueva. Y para hacer esto, no bastan los ridículos golpes de pecho de tanto blanco y mestizo que arrogantemente se echa encima la responsabilidad de la condición precaria de los indígenas, las mujeres y los homosexuales (de cuya victimización medra), ni basta tampoco su pater(mater)nalista manera de solidarizarse con todo lo que esta subalternidad diga y proponga, aunque a menudo se trate de flagrantes tonterías. Hace falta iniciar un proceso de concientización que no imponga conductas aprendidas y enlatadas, sino que -a partir del conocimiento crítico- propicie la valoración de la historia de la discriminación y la opresión, para así entender sus causas y poder vislumbrar de manera responsable (no puritana ni farisaica) sus posibles caminos de superación.

Ser víctima es digno. Victimizarse no lo es porque inferioriza a la víctima aunque ésta se victimice como táctica de una estrategia "liberadora". Los seres inferiorizados no se liberan porque nunca logran franquear las fronteras del arribismo y el oportunismo. Así lo ilustran los "salvadores", "defensores" y "protectores" cobijados en las oenegés de la industria de la victimización y la "tolerancia irrestricta".


(*) También publicado en Siglo Veintiuno.



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