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La insignia
30 de julio del 2004


Hipertexto e Hiroshima


Felipe Romero
La Insignia. España, julio del 2004.


Hiroshima, 1945
Hiroshima, agosto de 1945.

En julio de 1945 la humanidad entró en la era nuclear al estallar la primera bomba atómica en el desierto de Nuevo México. Ese mismo mes se anticipó el nacimiento de lo que acabaría por ser el hipertexto, concepto sobre el que se ha terminado por desarrollar Internet: un mismo científico, Vannevar Bush, participó de ambos hechos.

Bush, a quien Roosevelt había nombrado director de la Oficina de Investigación en 1941 , lideró durante la Segunda Guerra Mundial el trabajo de 6000 científicos estadounidenses seleccionados que debían poner el conocimiento científico al servicio del esfuerzo militar. A la vez, como presidente del Carnegie Institute, formó parte del comité científico formado por Henry Truman que debatió acerca de la conveniencia de utilizar la bomba atómica sobre Japón. Y frente a las posturas que proponían usarla sobre un lugar deshabitado pero de fuerte valor simbólico, como el monte Fuji-Yama o la bahía de Tokio, dicho comité recomendó:

A) Hacerlo,
B) hacerlo sin avisar y
C) hacerlo de forma que quedase patente su capacidad de destrucción.

En julio de 1945, días antes del lanzamiento por el Enola Gay de un nuevo artefacto bélico capaz de matar a 90.000 personas en una sola mañana en Hiroshima y a 73.000 en Nagasaki, Bush publicó un artículo, As we may think donde, conforme a su experiencia insatisfactoria acerca de los modos en que los equipos científicos estadounidenses podían acceder al conocimiento generado por otros equipos e incluso por ellos mismos, resaltaba la necesidad de un repositorio de información disponible y de fácil acceso. Propuso entonces superar el papel mediante Memex, o Memory Extended, un sistema asociativo, descrito en términos mecánicos y no electrónicos, donde las unidades de texto estuviesen asociadas mediante enlaces, unidades de texto sobre las que el usuario podía realizar sus propias notas. Memex combinaba su carácter de repositorio, en el que un individuo o grupo de trabajo almacenaría libros, grabaciones y comunicaciones, con una estructura de organización y acceso a la información.

Mientras en la propuesta de Bush subyacía la preocupación por la accesibilidad del conocimiento desde una perspectiva centrada en la capacitación de los cuerpos militares y científicos de un Estado enfrascado en el desarrollo de un arma que le pusiese por delante de las restantes potencias, H.G. Wells ya había descrito diez años antes, y desde una perspectiva socialista, el potencial de una enciclopedia mundial destinada a poner al servicio de toda la ciudadanía la información que hasta ese momento sólo resultaba accesible a unos pocos.

H.G. Wells confiaba en que la simple creación de esa biblioteca sería «un camino hacia la paz mundial que se podría seguir sin correr ningún riesgo grave de colisión con las fuerzas políticas enfrentadas y los intereses institucionales de hoy en día. Sensata y tranquilamente, la nueva enciclopedia podría no tanto superar esas arcaicas discordias como privarlas, de forma continuada pero imperceptible, de su realidad actual».

En otras palabras, la socialización del conocimiento.



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