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10 de enero del 2004 |
Guido Eytel
Mamá Carmen no es mi mamá verdadera pero no me importa porque ella es muy
buena conmigo y siempre me trae algo cuando va al centro: galletas, chocolates,
nunca se olvida.
Mi papá dice que a la otra, la verdadera, mejor ni nombrarla y olvidarse de una vez por todas. Yo de ella no me acuerdo casi, aparte de que era muy bonita y alegre, pero eso no importa porque mi papá dice que no era buena. Ésta no es tan bonita, pero se ve que mi papá está contento, no como cuando la verdadera se fue. Entonces pasaba encerrado en su pieza y salía con los ojos rojos y yo me quedaba callado para que no se pusiera más triste. A mí me gusta que mi papá esté contento porque a veces juega conmigo a la pelota en el patio y deja que yo le meta goles. Yo sé que se deja a propósito, pero hago como que no me doy cuenta para que le dure la alegría. Me gusta que esté contento, por eso no le voy a decir que vi cuando venían a dejar a mi mamá Carmen hasta la esquina y le daban un beso. Tampoco le voy a decir nada a mi mamá Carmen porque no quiero que se vaya y mi papá vuelva a encerrarse en la pieza. |
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