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15 de diciembre del 2004 |
La Insignia. España, diciembre del 2004.
La sociedad israelí, sometida desde la misma fecha de su fundación a las consecuencias de un conflicto en el que se cuestiona su propia supervivencia, se ha visto obligada a lo largo de sus 56 años de existencia a desarrollar un nacionalismo de carácter esencialmente ofensivo y excluyente. El sionismo ha sido capaz, funcionando como ideología de soporte del Estado, de suministrar a la población israelí y la comunidad judía mundial ciertos elementos de cohesión. Cabe destacar entre ellos el "derecho al retorno" y los modos de posesión de la tierra palestina absolutamente imprescindibles para evitar la aparición de los componentes de desintegración social y nacional que comporta una situación de conflicto y consecuente militarización como la que el país vive desde su fundación en 1948. Pero las posturas del sionismo más reaccionario y combativo no son las únicas que podemos encontrar en el debate político israelí.
En esta dirección es necesario señalar la existencia de posturas pacifistas que -desengañémonos y sorprendámonos- siempre han existido en Israel. Desde la aparición de los primeros debates sobre la naturaleza del sionismo a principios del siglo XX (Hugo Bergmann y su organización Brit Shalom "Convenio de paz") hasta la voz de quienes ahora, desde el propio judaísmo, reclaman la implementación de políticas que contemplen la retirada de Gaza y Cisjordania, la sociedad israelí ha debatido sobre su relación con los palestinos. Quienes desarrollan políticas encaminadas a permitir la creación de un Estado palestino viable y la reconciliación con la población árabe -la disidencia interna, en definitiva- nunca hasta ahora había supuesto una fracción relevante dentro del mapa político israelí. Sin embargo, desde hace algún tiempo estas posiciones ganan, poco a poco, peso en el espectro político de una sociedad en permanente cambio. Continúan siendo inmensamente minoritarias pero existen y es importante conocerlas. Debido a esto, y por pura lógica, la negativa imagen del país que continúa proyectándose hacia el exterior ya no representa fidedignamente la realidad de las mutaciones internas que tienen lugar en su interior. Tiene más de caduca foto fija que de representación de una realidad cada vez más permeable al debate civil sobre la paz y la necesidad de convivir con los palestinos que preside gran parte de los diálogos privados que cualquier periodista europeo puede mantener con sus interlocutores israelíes en la actualidad. A lo largo de los últimos años y especialmente desde la firma de los acuerdos de paz de Oslo, en 1993, se ha instalado en la sociedad israelí y en la comunidad internacional, por extensión, una simplificadora dicotomía que identificaba las posiciones del laborismo con los esfuerzos por la paz y los postulados del Likud con una dinámica de enfrentamiento abierto con los palestinos. Nada más lejos de la realidad, al menos para el caso israelí, que la falacia consistente en transmitir que la derecha negocia menos y golpea más y la izquierda está dispuesta a realizar mayores concesiones para el logro de una paz justa. Debido a ese maniqueísmo del blanco y negro y de la fractura izquierda-derecha que durante tantos años se instaló como análisis de referencia válida a la hora de explicar el espectro ideológico israelí, se quedaron por el camino las terceras posiciones de los israelíes que luchan codo con codo junto a los palestinos por el fin de la ocupación militar, la defensa de los derechos humanos en los territorios ocupados y el derribo del muro de apartheid que se construye en Cisjordania. Junto a esta tendencia, irrumpe con claridad desde el bando israelí una autocrítica que se extiende como lo haría una mancha de aceite en un vaso agua, hacia la ocupación militar del Estado palestino. El propio fiscal general de Israel, Menachem Mazuz, desató la polémica hace apenas unas semanas cuando, ante la cercana amenaza de que la comunidad internacional comience a estudiar la posibilidad de aplicar sanciones contra Israel, le propuso al gobierno que reconociese la aplicabilidad a los palestinos de la IV Convención de Ginebra sobre protección de civiles bajo ocupación militar y guerra que el gobierno israelí viene negando desde hace años. Algunos ejemplos concretos de la pluralidad israelí Muchas veces, comportamientos pacíficos y autocríticas como los que empiezan a presenciarse tanto en los territorios ocupados como en el propio Israel, y que hasta ahora podían tildarse de anecdóticos o, peor aún, de antipatriotas -como el gobierno Sharon continúa pretendiendo-, indican la aparición de ciertas tendencias que, aún surgiendo desde la marginalidad, se convierten en la voz de la conciencia de una sociedad y provocan un cambio aún mayor del que esperaban. Como aseguraba el pasado 26 de agosto Arund Gandhi, nieto del Mahatma Ghandi, en una conferencia en Jerusalén: "Algún día llegará la paz, y entonces la sociedad israelí, al igual que lo hizo la alemana de 1945 pretenderá que no sabía lo que estaba pasando". El acto en el que se pronunció tan contundente frase contó con la presencia, junto a Gandhi, de profesores pacifistas de la Universidad Hebrea, y palestinos del Centro para la Reconciliación entre las Personas y fue organizado por militantes de Ta Ayush, "Vida en común". Esta organización mixta palestino-israelí fue la primera en mostrarle al mundo el trabajo conjunto de representantes de los dos pueblos a partir de su fundación en noviembre del 2000. De un tiempo a esta parte y para sorpresa de gran parte de la opinión pública internacional se incrementa la presencia conjunta de representantes de organizaciones palestinas e israelíes en todo tipo de actos, manifestaciones y debates: -Gus Shalom (el bloque de la paz), fundada en 1993 por Uri Awnery, probablemente el activista más reconocido y respetado de todo el país pese a su militancia juvenil en el movimiento terrorista sionista "Irgun", participa activamente en las campañas de recogida de la aceituna que tienen lugar cada otoño en los territorios ocupados. En estas campañas, activistas israelíes acuden a los campos palestinos a recoger la cosecha codo con codo junto a las poblaciones locales con el objetivo de protegerlas de los continuos ataques que sufren por parte de los colonos judíos. Es posiblemente la organización que concita más apoyos entre los israelíes de clase media y la que el 7 de agosto de este mismo año fue recibida oficialmente por el presidente Arafat entre las ruinas de la Mukata en un acto que pretendía demostrarle al Raís que no todos los israelíes están de acuerdo con el juego de las continuas amenazas de eliminación física que el gobierno israelí utiliza periódicamente. Awnery ha escrito al respecto: "El asesinato de Arafat sería el asesinato de las opciones de la paz y sería un crimen contra el pueblo de Israel. Nos condenaría a continuar la guerra durante décadas, quizás generaciones, quizás para siempre. Construiríamos un nuevo Ché Guevara que mostrase al mundo la mentira, la traición y el asesinato con el que Israel responde a los palestinos". Toda una alternativa a la política de negación del presidente palestino que el gobierno Sharon desde que, en marzo del 2002, le encerró en su residencia de Ramala. -Rabinos por los Derechos Humanos lleva rabinos tocados con su kipá judía a frenar demoliciones de casas palestinas: "Condenamos la violencia palestina y reconocemos los legítimos esfuerzos de Israel para defender a sus ciudadanos. Pero el judaísmo nos ha enseñado que incluso en época de conflicto, existen líneas que no deberíamos cruzar. Y el ataque a civiles inocentes es una de ellas". Todo un símbolo y un serio cuestionamiento que surge desde los responsables de interpretar la religión que comparten quienes dan las ordenes y quienes las ejecutan. En diciembre de 2003 en Belén lograron permanecer dentro de una casa bajo amenaza de demolición bajo el argumento de que era Sabbath y el Estado de Israel no podía ser el único estado del mundo que obligase a viajar a un judío en dicho día de la semana. A su Director, que estña siendo juzgado por tan atrevida acción, le gusta recordar el Salmo 119 que dice: "Sean felices aquellos que mantienen el juicio y practican la justicia en cualquier circunstancia". Los anarquistas del Info Shop de Tel Aviv, en un salto cualitativo en cuanto al compromiso que están dispuestos a asumir en su disidencia política tienen que lamentar, incluso, como uno de sus miembros, el joven de 23 años Gil Naamati, fue herido en ambas rodillas por los disparos de un francotirador de su propio ejército en una manifestación de repulsa a la construcción del muro en la localidad de Masha en diciembre de 2003. Ellos son la primera línea del movimiento pacifista israelí. El ala más joven y radical de las manifestaciones. Los únicos que, por ahora, han sido reprimidos con fuego real. ¿Como puede reaccionar un soldado cuando se encuentra con un grupo de activistas por la paz que, en los territorios ocupados, le responden en su propio idioma, desde su mismo código cultural y conociendo plenamente las reglas de la ocupación, le niegan toda autoridad para cumplir las ordenes que tiene encomendadas y dificultan enormemente su materialización?. Usualmente, cualquier acción del ejercito israelí en los territorios ocupados, sea ésta la demolición de viviendas que debido al trazado del muro de separación se han quedado dentro de Zonas Militares Cerradas, la simple detención de un niño que pretendidamente ha tirado piedras a un jeep, o el acoso al que los colonos ortodoxos someten a los palestinos que recogen la aceituna recibe una fuerte respuesta por parte de los grupos palestinos y los activistas internacionales que desde hace años no cesan de interponerse en el camino del ejercito israelí. Es fácil para los soldados enfrentarse a este tipo de protestas. Desde su percepción, los palestinos defienden sus propios intereses que, pese a ser ilegítimos, son comprensibles. Y el uso de la fuerza contra ellos no necesita especial justificación ya que, dentro de su imaginario social, suponen una grave amenaza para la seguridad israelí. Más compleja es la situación que tiene lugar cuando los soldados tienen que desalojar de su camino a grupos de internacionales que, protegidos por sus pasaportes, no pueden ser tratados con la misma dureza de los palestinos. Aun así, los soldados, en estas situaciones, se refieren siempre de modo peyorativo a los turistas revolucionarios que buscan emociones fuertes en los territorios ocupados sin conocer la realidad israelí. Se enfrentan con un enemigo, el pueblo palestino, y un cuerpo extraño, los activistas internacionales, que, desde un conjunto de identidades y unos sistemas de valores enfrentados, se interponen en su camino. El dilema para los soldados surge cuando quien cuestiona su autoridad e impide su trabajo lleva una "kipá" cubriéndole la cabeza y le responde en hebreo. También en Israel hay personas que se niegan a servir al ejército en los territorios ocupados (en torno a 620 jóvenes han dado el paso hasta el momento según Seruv, la organización que les aglutina y que lleva funcionando desde comienzos del 2002). Uno de ellos, Sergio Yahni, Director del centro Alternative Informative Center de Jerusalen escribió, unos días antes de entrar en prisión, en una carta al Ministro de Defensa israelí, como miembro del movimiento de Refuseniks (los que rechazan) "no serviré en su Ejército. Su Ejército que se autoproclama Fuerza de Defensa Israelí, no es más que el brazo armado del movimiento de los asentamientos colonos. Este Ejército no existe para traer seguridad a los ciudadanos de Israel, existe para garantizar la continuación del robo de tierra Palestina. Como judío, me repelen los crímenes cometidos por esta milicia contra el Pueblo Palestino". La extrema derecha apela a la conciencia del ejército para no cumplir las órdenes del gobierno de desmantelar asentamientos (lo que califica de crimen contra la humanidad) y la izquierda apela a la conciencia de los soldados para no servir en un ejército cuyo comportamiento es repetidamente condenado por su incumplimiento del derecho internacional humanitario. Una seria polémica en la cual los refuseniks declaran que su comportamiento se basa en el convencimiento de que la ocupación genera más inseguridad para Israel al incrementar el sufrimiento de los palestinos, y el movimiento de colonos afirma que abandonar los territorios sería desobecer la palabra de Yahvé, que "se los otorgó" a los judíos. Ferran Izquierdo, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (España) y experto en el conflicto, considera respecto al dilema que Israel afronta:"La polarización de la sociedad y de los partidos ante la paz con los palestinos, hace que el futuro de Oriente Medio dependa permanentemente de las peculiaridades del sistema político y electoral israelí que, por sus características de proporcionalidad, conduce a difíciles alianzas de Gobierno en Tel Aviv y a una inestabilidad que impide seguir políticas claras y definidas ante el proceso de paz". Muchos políticos y ciudadanos israelíes pueden y quieren comprender el idioma de la paz. Cada vez más sectores de su sociedad demuestran que la peculiar naturaleza democrática (y resultaría más adecuado escribir la palabra democracia con muchos reparos al hablar de Israel) de su sistema político permite que los cambios necesarios para recorrer este camino nazcan desde dentro y no sólo fruto de la presión y la condena internacionales que, por otra parte, aún continuamos esperando. En todo caso, este cambio podría estar comenzando a ocupar algún lugar en el espectro político israelí. La última y definitiva esperanza para la paz en Oriente Medio proviene quizás del interior de Israel. Nos guste o no, israelíes y palestinos están sencillamente destinados a vivir juntos en ese pequeño pedazo de tierra. Y cada vez más israelíes y palestinos son conscientes de ello. |
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