Mapa del sitio Portada Redacción Colabora Enlaces Buscador Correo
La insignia
26 de agosto del 2004


Jornada primera, parte I

La vida es sueño


Pedro Calderón de la Barca


(Sale en lo alto de un monte Rosaura en hábito de hombre, de camino,
y en representando los primeros versos va bajando)

Rosaura:
Hipogrifo violento,
que corriste parejas con el viento,
¿dónde rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama
y bruto sin instinto
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas te desbocas,
te arrastras y despeñas?
Quédate en este monte,
donde tengan los brutos su Faetonte;
que yo, sin más camino
que el que me dan las leyes del destino,
ciega y desesperada,
bajaré la cabeza enmarañada
deste monte eminente
que arruga el sol el ceño de la frente.
Mal, Polonia, recibes
a un extranjero, pues con sangre escribes
su entrada en tus arenas;
y apenas llega, cuando llega a penas.
Bien mi suerte lo dice;
mas ¿dónde halló piedad un infelice?

(Sale Clarín, gracioso)

Clarín:
Di dos, y no me dejes
en la posada a mí cuando te quejes;
que si dos hemos sido
los que de nuestra patria hemos salido
a probar aventuras,
dos los que entre desdichas y locuras
aquí habemos llegado,
y dos los que del monte hemos rodado,
¿no es razón que yo sienta
meterme en el pesar y no en la cuenta?

Rosaura:
No quise darte parte
en mis quejas, Clarín, por no quitarte,
llorando tu desvelo,
el derecho que tienes al consuelo;
que tanto gusto había
en quejarse, un filósofo decía,
que, a trueco de quejarse,
habían las desdichas de buscarse.

Clarín:
El filósofo era
un borracho barbón. ¡Oh, quién le diera
más de mil bofetadas!
Quejárase después de muy bien dadas.
Mas ¿qué haremos, señora,
a pie, solos, perdidos y a esta hora
en un desierto monte,
cuando se parte el sol a otro horizonte?

Rosaura:
¡Quién ha visto sucesos tan extraños!
Mas si la vista no padece engaños
que hace la fantasía,
a la medrosa luz que aún tiene el día
me parece que veo
un edificio.

Clarín:
O miente mi deseo,
o termino las señas.

Rosaura:
Rústico nace entre desnudas peñas
un palacio tan breve
que el sol apenas a mirar se atreve;
con tan rudo artificio
la arquitectura está de su edificio
que parece, a las plantas
de tantas rocas y de peñas tantas
que al sol tocan la lumbre,
peñasco que ha rodado de la cumbre.

Clarín:
Vámonos acercando;
que éste es mucho mirar, señora, cuando
es mejor que la gente
que habita en ella generosamente
nos admita.

Rosaura:
La puerta
(mejor diré funesta boca) abierta
está, y desde su centro
nace la noche, pues la engendra dentro.

(Suena ruido de cadenas)

Clarín:
¡Qué es lo que escucho, cielo!

Rosaura:
Inmóvil bulto soy de fuego y yelo.

Clarín:
Cadenita hay que suena.
Mátenme, si no es galeote en pena;
bien mi temor lo dice.

(Dentro Segismundo)

Segismundo:
¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!

Rosaura:
¡Qué triste voz escucho!
Con nuevas penas y tormentos lucho.

Clarín:
Yo con nuevos temores.

Rosaura:
Clarín...

Clarín:
Señora...

Rosaura:
Huigamos los rigores
desta encantada torre.

Clarín:
Yo aún no tengo
ánimo de huir, cuando a eso vengo.

Rosaura:
¿No es breve luz aquella
caduca exhalación, pálida estrella,
que en trémulos desmayos,
pulsando ardores y latiendo rayos,
hace más tenebrosa
la obscura habitación con luz dudosa?
Sí, pues a sus reflejos
puedo determinar (aunque de lejos)
una prisión obscura
que es de un vivo cadáver sepultura;
y porque más me asombre,
en el traje de fiera yace un hombre
de prisiones cargado,
y sólo de la luz acompañado.
Pues huir no podemos,
desde aquí sus desdichas escuchemos;
sepamos lo que dice.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto