Virginia Giussani: Recuerdos de infancia y destierros

Mamá me despertó a las cinco de la mañana, nos íbamos de viaje lejos, en avión, muchas horas de avión me dijo mamá. Todavía era de noche cuando me trajo el chocolate, de pronto, estaba terminando la última galletita y vi el cielo rojo. Me asomé por la ventana y al costado, pero lejos, una gran bola de fuego empezaba a subir por el cielo, parecía un globo enorme, pero era el sol, al ratito estaba sentado sobre una nube.

Hace dos días mamá me dijo que nos iríamos de viaje por un tiempo.

-¿Adónde? -pregunté yo.

- A Europa, mi amor-respondió mamá.

Entonces me contó que visitaríamos a una amiga de ella en Francia, por un tiempo. No sabía cuanto, sólo me dijo un tiempo.

-¿Y la escuela, no voy a ir a la escuela?

- No mi amor, ya volverás a la escuela cuando regresemos o, quizás, te gusta donde estamos y vas a la escuela allá.-

- ¿Y mis amigos mamá, yo quiero empezar tercer grado con ellos?

- Ya veremos Santi, ya veremos. De todas formas podes escribirles.

El abuelo agarró las valijas y las llevó al taxi que nos estaba esperando en la puerta. La abuela me abrazó, me besó, me acomodó la bufanda, me puso bien el gorro tapándome las orejas, me dijo que sea buen chico y que me porte bien. Cuando estaba en la puerta vi que mamá y la abuela se abrazaban llorando.

Llegamos al aeroparque, el abuelo puso las valijas en un carrito, mamá me agarró de la mano y empezamos a caminar por un lugar enorme, lleno de gente que también viajaba. Nos pusimos al final de una cola, frente a un cartel que decía "Air France". Mamá no me soltaba de la mano, estaba muy seria, ella y el abuelo miraban para todos lados. Entonces les pregunté si esperábamos a alguien, me dijeron que no. Cuando llegamos a la ventanilla mamá le dio los pasajes y los pasaportes a una señora que atendía. Estuvimos un rato largo ahí, mientras seguían atendiendo a otras personas.

- ¡Mamá!

- ¿Qué pasa, Santi?

- ¡Me olvidé el camión de bomberos que me regaló el tío!.

- Ay, mi amor, no te preocupes, el abuelo te lo va a mandar o te lo guarda hasta que volvamos.

Y me apretó la mano con tanta fuerza que me hizo doler. Le pregunté si podía ir a comprar unas golosinas para el viaje, ahí al lado había un kiosco. Me dijo que no, que por favor me quedara quieto. Al fin vino la señora que se había llevado nuestros papeles, se los devolvió a mamá y le dijo que teníamos que embarcar por la puerta siete. Hacía mucho frío, sin embargo el abuelo estaba sudando, sacó un pañuelo de su bolsillo, se secó la frente y la miró a mamá con unos ojos que yo nunca le había visto.

Llegamos a esa puerta siete que nos dijo la señora. Las valijas las mandamos por otro lado así que yo sólo tenía la mochila con algunos juguetes y mamá un bolso chiquito. El abuelo me alzó, me abrazó, tenía los ojos rojos, me dijo que no me preocupe por el camión de bomberos, que él me lo iba a mandar por correo. También me dijo que me quería mucho y que cuidara mucho a mamá. Después la abrazó a ella. Me parece que los dos estaban llorando, de pronto me dieron ganas de llorar a mí también.

Cuando subimos al avión buscamos nuestros lugares. ¡Que grande era! Nunca había subido a un avión. Nos sentamos sobre una especie de sillones muy cómodos, yo estaba al lado de la ventanilla y podía ver al abuelo a lo lejos que me hacia chau con la mano. Yo también le hice varias veces chau. El avión empezó a moverse, primero despacito, después parecía un coche de carrera, hasta que de pronto, ¡que susto! empezó a separarse del suelo.

- ¡Mirá, mamá, mirá. Estamos volando!

Entonces mamá se puso a llorar como tampoco nunca la había visto llorar, agarró un pañuelo y se lo apretó contra la boca. Me abrazó fuerte y me acarició la cabeza.

- No llores mamá, no llores, mira como nos vamos acercando al sol.