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22 de febrero del 2003 |
Marena Briones Velasteguí
También publicado en Diario Hoy. Ecuador, 21 de febrero.
Ésa no es la frase con la que Erlassjahr.de, la contraparte de Jubileo 2000 en Alemania, y Jürgen Kaiser, el autor, encabezan la publicación que celebra el quincuagésimo aniversario del Acuerdo de la Deuda de Londres. No, la frase es 'Las deudas no son una fatalidad'. Pero, aunque no haya estado en el título, lo que sí es cierto es que, en los primeros párrafos, Kaiser sostiene que ¨Las deudas no pueden convertirse en trampas que no tienen salida¨. Y la aseveración, no sólo que dice mucho, sino que encierra una extraordinaria cuota de verdad. Pues, en principio y partiendo de la buena fe de las partes, lo lógico es que todo acreedor aspire a cobrar una deuda y que todo deudor aspire a pagarla. Ni al acreedor le iría bien, si no partiera de ese supuesto, porque su negocio se basa precisamente en la recuperación del capital y en el pago de los intereses. Ni al deudor tampoco le iría bien no previendo el pago de la deuda, porque terminaría ahorcado y se le cerrarían las fuentes de financiamiento.
Pero, he allí que, por esas cosas que tiene la vida, el equilibrio deseable entre acreedores y deudores puede verse trastocado y, entonces, las deudas pueden terminar convirtiéndose en una trampa. En cierta manera, es lo que ha venido ocurriendo con países como el nuestro: en vez de disminuir, la deuda crece; y su pago eterno ha sido una de las causas principales del continuo empobrecimiento de la gente. Aunque no haya sido explícito con iguales palabras, en el proceso de meses que culminó con el Acuerdo de Londres subyació el reconocimiento de una situación similar: con una deuda asfixiante, no es posible que un país se levante. El 27 de febrero de 1953 fue una fecha histórica para Alemania, entonces República Federal: tanto sus deudas anteriores como sus deudas posteriores a la guerra fueron reducidas en un 50%; del remanente de 14,5 mil millones de marcos alemanes, 2,5 mil millones quedaron exonerados de pagar intereses, 5,5 mil millones fueron gravados con un 2,5% y los restantes 6,3 mil millones con intereses entre el 4,5% y el 5%; se descartó el pago de intereses compuestos por el largo período de no pago; se previeron cinco años libres de amortización (1953-1957), y se fijaron plazos de intereses y amortizaciones fijos que regirían a partir de 1958. Además, "todos los poseedores de reclamaciones debían aceptar reducciones de igual valor por intereses y amortizaciones. Todos los deudores no públicos disfrutaron de la misma reducción, concedida por sus acreedores a la RFA teniendo en cuenta el interés de garantizar su capacidad de acción económica". Las deudas, pues, no pueden ser una trampa. Así lo vieron hace casi 50 años Francia, Inglaterra, Estados Unidos de América y cerca de 20 países más. Varios de ellos y la propia Alemania son hoy nuestros acreedores. Ha llegado el momento de convidar a la mesa de negociación a la historia. |
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