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La insignia
9 de febrero del 2003


La deuda de América Latina:
¿Por qué es impagable? (IV)


__SUPLEMENTOS__
Londres + 50

Óscar Ugarteche
La Insignia, enero del 2003.


La crisis mundial en este contexto latinoamericano

La crisis mundial de 1998 será recordada como la Gran Crisis del siglo XX, del mismo modo como la crisis de 1876 es recordada como la Gran Crisis del siglo XIX. En la historia económica hay crisis financieras de diversa magnitud. Estas se miden por la velocidad de la caída de los precios de las materias primas y por la magnitud de la caída de los índices de las bolsas de valores importantes. Finalmente ambas reflejan el comercio mundial y la pérdida de ahorro de las economías desarrolladas de su tiempo. Luego de las Grandes Crisis hay cambios radicales de teoría económica y de paradigma productivo. La razón de esto es que se entiende que la crisis se produjo de manera inadvertida y la teoría vigente debería servir para advertir el problema. El cambio de paradigma productivo ocurre porque el problema de fondo es uno de productividad que en última instancia es de rentabilidad real. Si la tecnología vigente no asiste en aumentar la productividad es entonces reemplazada por otra que sí lo logra. Siempre las etapas pos crisis han sido etapas de grandes debates teóricos y de una reorganización del orden económico mundial.

La Gran Crisis de 1998 se comenzó a manifestar como una crisis asiática en junio de 1997, que dio pie a una discusión sobre flujos de capitales, tipos de cambio y la imperfección de los mercados. El problema, en la discusión en curso sobre Asia, se ubica únicamente en dicha región del mundo. Cuando las crisis son sistémicas, lo que debe verse son las tendencias de la productividad en las economías desarrolladas. Finalmente este será el problema que arrastre a los demás países a una crisis. Este es un enfoque tomado por algunos y que se viene desarrollando desde la década del 80. Es decir, algunos preveían que existía un problema económico mayor que en algún momento podría desencadenarse en su forma de crisis financiera.

Los primeros problemas de la crisis actual aparecieron en Japón en 1991, cuando dicha economía entró en recesión. Luego de siete años de recesión japonesa, tras una devaluación del Yuan chino de 40% en 1994, se produjo el inicio del final. Los bancos japoneses cambiaron su estrategia de créditos de largo a corto plazo, los precios de las materias primas se volvieron erráticos y a inicios de 1997 el precio del petróleo (y del caucho) cayeron rápidamente. Así al final del primer semestre de 1997, se expresaron problemas de déficits en cuenta corriente en Tailandia e Indonesia (exportadores de caucho y petróleo, respectivamente), financiados con las reservas internacionales de esos países frente el aglutinamiento de vencimientos de créditos de corto plazo. Eso trajo consigo devaluaciones sustantivas y con ellas, retiros de agentes internacionales y nacionales de sus bolsas de valores, precipitando así una corrida sobre sus reservas internacionales (y sus bancos). Eso a su vez generó una imposibilidad de devolver los créditos de corto plazo, básicamente a bancos japoneses, coreanos y europeos que a su vez acusaron el golpe. Los bancos coreanos no pudieron devolver a os bancos japoneses sus propios créditos de corto plazo llevando a una crisis en Corea. Los platos rotos los pagaron los bancos japoneses como efecto de su recesión interna, y la cartera pesada que ya tenían, sumada a las dificultades de recuperar los prestamos a sus principales socios comerciales de Asia (45% del comercio es japonés).


La crisis asiática y la crisis sistémica

Mientras tanto, los agentes en la bolsa de Tokio comenzaron a retirar sus inversiones y el índice Nikkei comenzó a caer. Dichos agentes salieron no sólo de la bolsa sino del Yen y se pasaron a la Bolsa de Nueva York que comenzó a crecer a una velocidad desmesurada mientras el Yen se devaluaba frente al dólar. A la postre, el Yen se devaluó de su pico de 88 yenes por dólar a 140 yenes por dólar, aproximadamente, es decir, más de 60%. Junto con la caída del Yen y del Nikkei, se fueron los precios de las materias primas. Existe una relación altísima entre el índice Nikkei y los índices de precios de las materias primas básicas a partir de junio de 1997.

La caída de los precios de materias primas ha sido de entre 30% y 50% durante el segundo semestre de 1997 y han continuado la caída en 1998 llevando a problemas de déficits en cuenta corriente a economías que exportan estos productos como por ejemplo Rusia, los latinoamericanos y los africanos. Rusia descansa en la exportación de petróleo y gas tanto como México, Venezuela, Ecuador, y los países árabes. El resultado final es que la demanda de crédito internacional ha aumentado y los requerimientos de flujos internacionales de capitales son mayores que nunca mientras la percepción de riesgo es que sacar dólares y convertirlos a otras monedas o prestarlos a terceros países es altamente riesgoso. De allí la crisis Brasileña. La consecuencia es una retracción de los flujos de capital y el debilitamiento de las economías mencionadas. Países como Chile, sólidos hasta hacen pocos meses, con la caída del cobre han visto caer sus ingresos por exportaciones rápidamente y con esto todos se han visto en la obligación de frenar el crecimiento económico.

El primer impacto para los países de economía abierta basados en exportación de materias primas ha sido fiscal. La necesidad de frenar el ritmo de crecimiento económico ha resultado en menor recaudación fiscal que la anticipada. Adicionalmente, como las empresas exportadoras han exportado menos en valor, sus impuestos en dólares han descendido y suelen ser los principales contribuyentes. Así, a un problema fiscal, se extiende un problema macroeconómico de crecimiento y a esto un problema de balanza de pagos, en una espiral contractiva hasta que los precios se corrijan al alza de manera estable.

Mientras tanto, el índice de la bolsa de Nueva York acusó el golpe. Entre el 17 de julio de 1998 y el 31 de agosto, el índice Dow Jones perdió 1.800 puntos que a 1,000 millones de dólares por punto de precio, suma 1,8bn de dólares. En capitalización de bolsa esto representa aproximadamente el PIB de Estados Unidos de ahorro perdido. Las similitudes con 1929 son claras en la manera como se ha desencadenado el problema y la reacción de pánico del 31 de agosto. Las respuestas para el próximo gran ciclo de crecimiento de la economía mundial esperan ahora de ideas, mecanismos y tecnología con la esperanza de una pronta recuperación. Mientras tanto observaremos las consecuencias en los problemas bancarios que derivan de estas crisis.

Mientras tanto, en América Latina la deuda sigue creciendo cuando los ingresos exportadores descienden. La deuda de América latina en total suma lo mismo casi la cartera pesada de la banca japonesa, algo más de 600 mil millones de dólares americanos. Es una manera de financiar pagos de deuda en un contexto de déficits en cuenta corriente crecientes. Según CEPAL, esto no ocurriría, pero la crisis continuó profundizándose. Es decir, ahora se enfrenta una situación que deviene en más crítica por la imprevisión y la seguridad que el mercado resolvería el problema. No lo resolvió. Tan recientemente como mayo de 1998 se escribió que "el valor de las exportaciones crecerá en 8%, después de haber superado los niveles de 10% en años anteriores" (CEPAL: 1998, p. 19)

Las proyecciones publicadas por CEPAL a la fecha son sumamente optimistas en cuanto crecimiento exportador de la región. En los hechos el Perú, por ejemplo ha decrecido 26% en sus ingresos exportadores en 1998 y algo similar debe haberle ocurrido a todos los países de la región pero los datos, desafortunadamente, no están aun disponibles al momento de redacción. Sabemos que hay recesión y deflación en el mundo. También sabemos que los saldos en cuenta corriente son crecientes y que los flujos de capitales son decrecientes. Es decir, las economías de América Latina están ad portas de un problema mayúsculo de devaluaciones. Sobre esto hay que añadir que los acuerdos definitivos de la deuda son rígidos. Es decir, que salvo que se cambien las reglas del juego internacionales, los gobiernos deberán asignar mayores porciones de su presupuesto público a los servicios de la deuda y tanto por el efecto de la caída de la presión tributaria como por efecto de las devaluaciones. En el contexto latinoamericano actual esto es sumamente delicado. Empero las proyecciones del FMI son positivas, lo que es desconcertante:

Las proyecciones son como siguen, suponiendo que las exportaciones sufren como se dice en el cuadro superior, y la tasa de interés sube a 10%, como es previsible por la devaluación del dólar, producto del inmenso déficit comercial americano que va en aumento:

Los efectos sobre África sin lugar a dudas se estarán dejando sentir ante la evidencia que en el período de crecimiento 1990-1995, los países mas pobres de África han perdido ingresos, han sufrido caídas de sus PIB per cápita. Es decir, que en este período van a ver caer más aun sus ingresos.



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