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27 de enero del 2003 |
de la conciencia de los pueblos (I)
Gladys Marín (*)
Este año se cumplen 30 años del golpe militar contra el gobierno del presidente Salvador Allende y será recordado en todo el mundo. El cuadro "Lágrimas de sangre" de Guayasamín es la imagen más fiel y dolorosa de lo que significó para el mundo entero la muerte del Presidente Allende en la Moneda ardiendo, los horrorosos crímenes cometidos, y los 17 años de dictadura.
El 11 de septiembre de 1973 quedó para siempre como una fecha fatídica que sigue siendo convocante para repudiar el derrocamiento de Allende, para valorar los mil días del gobierno democrático, avanzado, revolucionario de la Unidad Popular; por la exigencia de Verdad y la Justicia; por rescatar la memoria histórica y contra la Impunidad. Allende es respetado, admirado símbolo de consecuencia y Pinochet, odiado y condenado en todo el mundo. El golpe contra el Gobierno Popular presidido por Salvador Allende sólo fue posible por la intervención de una potencia extranjera: los EE.UU. Hoy esa potencia sigue interviniendo en cualquier parte de la tierra, declara unilateralmente la guerra, decreta que usará armas nucleares contra cualquier país donde sospeche que pueda haber armas químicas de destrucción masiva, y conmina a que "están con nosotros o están con el terrorismo". EE.UU. ha asumido por sí y ante sí el papel de supremo hacedor y pretende instalar una dictadura global. El desconocimiento y la violación de convenios y tratados internacionales, es un sello de la política exterior de Estados Unidos. Se desvinculó de los acuerdos de Kioto, que buscan disminuir el sobrecalentamiento del planeta; rompió el tratado de limitación de armas nucleares y ensaya su escudo antimisiles; se retiró de la Conferencia Internacional sobre el Racismo y la Discriminación; rechazó la Convención sobre Biodiversidad. En la Cumbre de la Tierra, realizada en septiembre pasado en Sudáfrica, el secretario de Estado Colin Powell se negó a suscribir el compromiso de fomentar el uso de energías renovables, constituyéndose en el principal responsable de los problemas ecológicos que afectan el planeta. Vivimos un momento extremadamente grave y peligroso que puede llevar al Holocausto de toda la humanidad. Un momento de instalación del fascismo en la política de EE.UU., impulsado por los intereses bastardos de la ganancia, de los privilegios extremos del gran capital, contra el que debemos movilizarnos decididamente. En el documento oficial "La estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos de América", presentado en septiembre ante el Congreso de su país, el gobierno norteamericano ha expuesto su doctrina de "guerra preventiva", contra estados hostiles y aquellos que ellos califican como grupos terroristas. Bush proclama el derecho de Estados Unidos a intervenir en cualquier lugar del mundo, aplastando la soberanía nacional y desechando todo lo alcanzado por la humanidad después de horrorosas guerras mundiales. Holocaustos que los pueblos juraron no se volverían a repetir, para lo cual se creó una institucionalidad mundial cuya expresión principal es la ONU, y principios, tratados y convenios que obligan a todos los países. Esta nueva doctrina sólo traerá la multiplicación de los sentimientos de odio, venganza e inseguridad, lo que equivale a estimular el terrorismo en lugar de crear las condiciones para su superación. Esto es sólo una nueva fase del capitalismo y del papel imperialista de los EE.UU. Su papel intervencionista y de dominación viene de siglos. En Chile la ingerencia más directa y grosera de Estados Unidos se dio desde antes del triunfo de Allende. Se expresó en el 64 y el 70 a través de dineros entregados a medios de comunicación y partidos políticos para oponerse al avance de las fuerzas de izquierda. Los documentos desclasificados por el gobierno norteamericano y los informes del Congreso de los Estados Unidos demuestran la más descarada intervención a contar de la victoria de Allende. La decisión del gobierno de Nixon y en especial el papel de Henry Kissinger fueron determinantes para organizar, financiar y ejecutar el golpe militar de 1973. Los documentos desclasificados de la CIA hablan, entre otras cosas, de su trabajo en 1970 con tres grupos diferentes de conspiradores a los cuales suministró armamento, gases lacrimógenos, dinero, con el objetivo de impedir que Allende asumiera el gobierno. El resultado fue el secuestro y asesinato del general René Schneider, comandante en Jefe del Ejército, ocurrido el 22 de octubre de 1970. En este sentido el libro de Cristopher Hitchens "Juicio a Kissinger" hace un buen análisis de la responsabilidad directa de Estados Unidos en el golpe militar del 73, que van desde el asesinato del general Schneider, el financiamiento para organizar el desabastecimiento, la desestabilización, los atentados diarios contra puentes y torres de electricidad, huelgas y paros; el boicot económico, el corte de créditos y embargo del cobre. Y luego ya producido el golpe la asesoría a la Junta Militar, el trabajo con Manuel Contreras siniestro Jefe de la DINA, la realización del Plan Cóndor, que significó la coordinación de las policías secretas de Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay y Chile para perseguir, asesinar a los opositores en cualquier lugar. El crimen organizado sin fronteras. Un grupo de familiares hemos presentado recientemente una demanda contra Henry Kissinger, Michel Townley y los Estados Unidos fundada en quince o más Convenciones Internacionales, leyes de los Estados Unidos y del Distrito de Columbia demandando justicia para las miles de víctimas que produjo su intromisión en nuestro país por los delitos de desaparición forzada, tortura, tratos crueles y degradantes, ejecución sumaria, violencia contra mujeres, detención y encarcelamientos arbitrarios, muertes por error, asaltos, y daños sicológicos. Esta nueva acción demuestra cuan profunda fue la herida provocada, que no podrá sanar si no hay verdad y justicia. Los crímenes cometidos, los miles de detenidos desaparecidos (DD), ejecutados, torturados, quemados, degollados son Crímenes contra la Humanidad imprescriptibles e inamnistiables. Como otra paradoja el presidente de los Estados Unidos nombró - aunque este renunció posteriormente- a Henry Kissinger presidente de la Comisión Nacional que debe conocer de los sucesos del otro 11 de septiembre, el atentado a las Torres Gemelas en Nueva York. Atentado terrible, lamentable, doloroso para el pueblo norteamericano, pero esperable ante la irracionalidad criminal instalada y desatada por el imperialismo de los EE.UU. Ante la acentuación de la política guerrerista, intervencionista ante la nueva estrategia militarista de dominación, ¿qué duda cabe que el 2003 puede ser un año de grandes confrontaciones de todas las fuerzas políticas y sociales humanistas, progresistas, revolucionarias del mundo contra las fuerzas más reaccionarias del capitalismo neoliberal encabezadas por los EE.UU.? ¿Y qué duda cabe de la necesidad del rescate de la memoria histórica de nuestros pueblos, de la necesaria unidad y coordinación de las luchas de América Latina y el Caribe y del mundo entero? ¿Y qué duda cabe que en esta nueva fase de lucha democrática, de nuevos sujetos históricos, de identidades populares, Salvador Allende y su obra serán parte de todo ello? La oligarquía y el imperialismo estadounidense recurrieron a una contrarrevolución sangrienta para revertir y destruir las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo por el Gobierno Popular encabezado por Salvador Allende, y arrasar con todas las libertades democráticas y avances conquistados por el movimiento popular. Pero además esta contrarrevolución construyó un nuevo régimen político y económico que se prolonga hasta nuestros días. En el marco del terrorismo de estado, Chile fue el primer laboratorio en que se implantaron las teorías de los pensadores neoliberales de Mont Pelerín, introducidas en Chile por los llamados Chicago Boys. En los años sesenta, la Facultad de Economía de la Universidad Católica suscribió un convenio con la Universidad de Chicago, una de las primeras en hacer suya la corriente neoliberal, en virtud del cual ésta proporcionaría profesores visitantes y becas para postulantes distinguidos de postgrado. En nuestro país se llevó a cabo la primera transición en el mundo desde el capitalismo con Estado de bienestar al capitalismo globalizado o transnacionalizado, lo que ha provocado tremendos cambios y retrocesos políticos, sociales, culturales e ideológicos. Durante la dictadura se llevan a cabo cinco grandes reformas estructurales que dan paso al capitalismo neoliberal: 1. La apertura al exterior de la economía chilena, mediante la rebaja de aranceles, una política de promoción de las exportaciones de productos primarios, y la eliminación de las trabas para el ingreso de capitales extranjeros, especialmente promulgando el Decreto Ley 600 sobre inversiones extranjeras. 2. La imposición de un nuevo Código del Trabajo, que institucionalizó una brutal superexplotación de los trabajadores, despojándolos de su derecho a organizarse en sindicatos. 3. La privatización de la seguridad social, creando las Administradoras de Fondos Previsionales - propiedad de los grupos económicos -, que administran los fondos de pensiones de los trabajadores en su beneficio. 4. La privatización del sistema de salud, a la par con la desarticulación del sistema público. 5. La transformación neoliberal de la educación, haciendo de ella un negocio, proliferando las universidades privadas, la educación particular subvencionada, y el debilitamiento de la educación pública básica y media mediante el traspaso a las municipalidades. Junto con ello, en 1980 se dicta una nueva Constitución, que institucionaliza un nuevo orden político antidemocrático y diseñado para excluir a la izquierda y evitar que ésta volviese a conquistar los importantes espacios de poder que tenía en los municipios, en el Parlamento, y en 1970 con el Gobierno de Salvador Allende. El viraje y posterior transformación de la Concertación en una fuerza política del capitalismo neoliberal se comenzó a producir ya durante la dictadura, a mediados de los 80, cuando se recompuso la lucha del pueblo y se transformó en un poderoso y combativo movimiento de millones de chilenos luchando por la democracia. Entonces, sectores políticos que hoy componen la Concertación, atemorizados ante la posibilidad de una salida democrática consecuente, y en acuerdo con Estados Unidos, negociaron con el pinochetismo el término de la dictadura aceptando sus condiciones, lo cual marcó todo el desarrollo posterior de los acontecimientos. Después, la derecha y la Concertación consolidaron su Pacto estratégico, que significó la clausura de una transición real a la democracia y la mantención de todo lo esencial del sistema económico e institucionalidad política impuestas en dictadura. En este nuevo marco mundial y nacional volvemos a reflexionar y recordar a Salvador Allende y la experiencia del Gobierno Popular. Allende concibió siempre el proceso revolucionario que encabezó en Chile en el marco de la realidad latinoamericana y asimilando nuestra historia y las luchas de los pueblos latinoamericanos desde Tupac Amaru en Perú hasta los próceres señeros de este continente, como Bolívar, San Martín, Sucre, Morelos, Artigas, O'Higgins, Martí. Fue un incansable luchador por la unidad e integración latinoamericana. En este sentido Allende buscó afanosamente, junto a gobiernos de países del Tercer Mundo construir instrumentos que permitieran concordar con las naciones desarrolladas, en condiciones de respeto a nuestra independencia y soberanía, soluciones nuevas para los viejos problemas de los países subdesarrollados. Bajo esta concepción, su discurso en el acto inaugural de la UNCTAD III (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo), realizada en Santiago el 13 de abril de 1972, aboga por la unidad de nuestros pueblos: "El Pacto Andino, auténticamente latinoamericano, tiene trascendencia no sólo por el pragmatismo técnico con que estamos enfrentando los problemas como surgen, sino también porque estamos realizando una experiencia autóctona de integración, basada en el más absoluto respeto al pluralismo ideológico, al legítimo derecho que cada país tiene de adoptar las estructuras internas que estime más conveniente". Y agregaba: "Corresponde a nosotros, los pueblos postergados, luchar sin desmayo por transformar esta vieja estructura económica antiigualitaria, deshumanizada, por una nueva, no sólo más justa para todos sino capaz de compensar la explotación secular de que hemos sido objeto. Cabe preguntarse si nosotros, los pueblos pobres, podemos hacer frente a este desafío a partir de la situación de dominación o de dependencia en que nos encontramos. Debemos reconocer viejas debilidades nuestras, de distinto orden, que contribuyeron considerablemente a perpetuar las formas de intercambio desigual que condujeron a una trayectoria de los pueblos también desigual. Por ejemplo, la convivencia de ciertos grupos dominantes nacionales con los factores causantes del atraso. Su propia prosperidad se basaba, precisamente, en su papel de agentes de la explotación foránea. No menos importante ha sido la alienación de la conciencia nacional. Ésta ha absorbido una visión del mundo elaborada en los grandes centros de dominación y presentada con pretensión científica como explicación de nuestro atraso. Atribuye a ciertos factores naturales, como el clima, la raza, o la mezcla de razas, o el arraigo a tradiciones culturales autóctonas, la razón de un inevitable estancamiento de los continentes en desarrollo. Pero no se ocuparon de los verdaderos causantes del retardo, como la explotación colonial y neocolonial foránea. Otra culpa nuestra que debemos mencionar es que el Tercer Mundo no ha logrado todavía la unidad total, respaldada sin reservas por cada uno de nuestros países. La superación de estos errores debe tener prioridad". El edificio de la UNCTAD construido en meses en base a trabajo voluntario de obreros de la construcción concebido como centro abierto a la cultura y que adoptó el nombre de nuestra poetisa Gabriela Mistral, fue ocupado por la junta militar golpista y hoy sigue siendo sede del Ministerio de Defensa, sin devolverle siquiera su nombre original. Y en el discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas del 4 de diciembre de 1972 señaló: "Chile se siente profundamente solidario con América Latina, sin excepción alguna. Por tal razón, propicia y respeta estrictamente la política de no intervención y de autodeterminación que aplicamos en el plano mundial. Estimulamos fervorosamente el incremento de nuestras relaciones económicas y culturales. Somos partidarios de la complementación y de la integración de nuestras economías. De ahí que trabajemos con entusiasmo dentro del cuadro de la ALALC, y, como primer paso, por la formación del Mercado Común de los países Andinos, que nos une con Bolivia, Colombia, Perú, Ecuador". En la década de los 60, cuando el movimiento popular chileno desarrollaba un ritmo acelerado de crecimiento, el capitalismo en Chile era una economía dependiente monopólica en que el Estado era determinante para sostener el sistema de producción. Contra ese sistema que para el pueblo y los trabajadores chilenos significaba cesantía, hambre, falta de viviendas, de salud, carencia de perspectivas de educación, ausencia de cultura, Salvador Allende llevó adelante su programa de gobierno que significó profundas transformaciones en nuestra sociedad. Cuarenta fueron las primeras medidas comprometidas por su gobierno. Medidas que apuntaban esencialmente a una distribución más justa del ingreso reduciendo sueldos y jubilaciones millonarias de funcionarios públicos, mejorando los salarios y jubilaciones de los trabajadores. Medidas orientadas a garantizar los derechos civiles de todos los ciudadanos; transparentar la gestión pública, mejorar la calidad de vida de los chilenos y chilenas; desarrollar la cultura; asegurar el derecho al trabajo de todos; mejorar la seguridad ciudadana. Las cuarenta medidas fueron realizadas casi en su totalidad en los mil días de gobierno. En los tres años de Gobierno Popular se profundizó la reforma agraria y ello dio por resultado la expropiación de 4.401 predios agrícolas con 6,4 millones de hectáreas que beneficiaron a más de 250 mil personas. Allende promulgó la primera ley que empieza a hacer justicia al pueblo mapuche entregándoles más de 70.000 hectáreas de tierra a las comunidades indígenas. A pesar del boicot económico desatado por los grandes grupos económicos transnacionales y nacionales, en el período del 71 al 73 el PIB creció 3,7% y la economía 7,7%. Nuestras principales riquezas naturales fueron nacionalizadas y se creó la Corporación del Cobre (CODELCO). Se tocó el corazón del imperio: las corporaciones estadounidenses como la Kenecott y la Braden dueños de los yacimientos de cobre fueron nacionalizadas, así como la ITT (International Telephone ad Telegraph) Bajo el gobierno de Salvador Allende la cesantía se redujo de 8,3% (1970) a 3,8% (1971); se incrementaron los ingresos salariales, asignaciones familiares, pensiones y jubilaciones. Los ingresos mínimos de los años 71 y 72 superaron un 74,41% el valor de la canasta básica, y comparado con 1970, el poder adquisitivo de los salarios y asignaciones de los obreros mejoraron un 57,45%. Mejoró la calidad de vida de los chilenos, aumentó el consumo de calorías diarias a 2.070 por persona, y el de proteínas a 74. Se implementó el Programa de Medio Litro de Leche diario gratuito para todos los niños. Se implementaron Programas Odontológicos gratuitos en las Escuelas, Se amplió la atención médica al sector rural y aumentó el presupuesto para salud. El programa de construcción de viviendas copó la capacidad de producción de cemento, maderas y otros materiales de construcción del país. Fue creada la primera red nacional de Jardines Infantiles y Salas Cunas gratuita. La matrícula en la educación superior creció en más de 80%. Se implementó el Convenio entre la Central Única de Trabajadores y la Universidad Técnica del Estado que permitió a los trabajadores cursar carreras universitarias. Se realizó el I Congreso Nacional de Científicos y se desarrolló el más amplio movimiento artístico de excelencia, masivo y popular. Esto último estuvo compuesto, además de la creación general por brigadistas que realizaban murales en todo Chile, por cantantes como Víctor Jara y grupos de intérpretes. Todo, expresión de un amplio movimiento juvenil que era una fuerza principal en el gobierno de Allende. Se amplió y profundizó la participación del pueblo en la actividad política, social y cultural del país. El Gobierno Popular otorgó el reconocimiento legal a la CUT (Central Única de Trabajadores) que llegó a tener 900.000 afiliados (30% de la fuerza laboral), y en el sector rural la sindicalización aumentó de 512 sindicatos con 114 mil afiliados en 1970 a 870 sindicatos y 230 mil afiliados en 1973. Se crearon 1.013 Asentamientos de Reforma Agraria, 273 Centros de Reforma Agraria, 104 Centros de Producción, 207 Cooperativas de Reforma Agraria, 1.503 Cooperativas Campesinas de Pequeños Agricultores y 50 mil Productores organizados en Cooperativas Campesinas. Se masificaron los Centros de Madres, las Juntas de Vecinos, las Federaciones Estudiantiles, los Colegios Profesionales y se crearon las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP). El Tren de la Victoria, el Tren de la Salud, el Tren de la Cultura, el Trabajo Voluntario fueron formas de participación que incorporaron a millones de chilenos y chilenas al proyecto de construcción de una nueva sociedad para nuestro pueblo, razón por la cual el Presidente Allende decía en 1972: "Del proceso de transformación que vive Chile, pienso que nadie podrá negar que es un proceso de cambios profundos, un proceso revolucionario, que se hace dentro de nuestra realidad, nuestras características, nuestra historia y nuestra tradición"(1). Fue tal la profundidad del proceso, el enfrentamiento a las fuerzas reaccionarias internas y externas, el peso del pueblo organizado, la irrupción de los sectores más humildes, tan radical el compromiso de Allende con el programa, que bajo el imperio del pensamiento único de esta sociedad neoliberal, algunos de los que ayer estuvieron a su lado hoy hacen sus mejores esfuerzos por negar ese atrevimiento histórico. Para unos, Allende es sólo el sueño de los pueblos que siempre anhelan una vida distinta. Otros lo quieren asimilar al sistema resaltando su calidad de "político pragmático", y no faltan aquellos que declaran que el Gobierno Popular fue un error para, así, negar hoy toda posibilidad de transformación revolucionaria. Algunos de los que se dicen sus "amigos y compañeros de lucha" buscan afanosamente despojarlo de su condición de revolucionario, reduciendo su figura y personalidad a la de un idealista, negando sus profundas convicciones revolucionarias demostradas en toda su vida de luchador social. Así ocurrió en el Dialogo "El Significado de Salvador Allende Hoy", organizado por la Fundación Salvador Allende el 5 de diciembre de 2002, donde sus "amigos", Carlos Altamirano y Enrique Correa fueron incapaces de reconocer los logros de su gobierno, menos aún de asumir autocríticamente el papel que ellos jugaron durante los mil días de Gobierno Popular. A ellos sólo les interesa negar el papel relevante que Allende jugó en la formación del movimiento político y social que dio origen a la Unidad Popular y logró el Gobierno Popular con un Programa profundamente democrático que apuntaba a transformar radicalmente las estructuras dominantes. Estos "amigos", hoy propagandistas del modelo neoliberal y de la teoría de "humanizar el capitalismo", algunos de ellos con grandes empresas y consultorías, son fiel expresión de su conversión al sistema capitalista neoliberal y globalizado. Notas (1) Discurso en la Universidad de Concepción, 4 de mayo de 1972. Gladys Marín es presidenta del Partido Comunista de Chile. |
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