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26 de enero del 2003 |
Philip Hersel
Traducción original: Sergio Correa
3. ¿Cómo se vería una nueva administración de la deuda
respecto de un déficit negativo crónico de los deudores? La totalidad de la primera parte de este estudio gira alrededor de la consideración económica de que una superación exitosa de una situación de endeudamiento debe hacer posible al deudor un saldo positivo en su balanza comercial. Si esto se hace imposible, entonces el deudor queda ligado a una permanente crisis de endeudamiento. La única vía de salida en estos casos es una drástica condonación de las deudas, ya que el deudor no puede siquiera hacer frente a un mínimo pago del servicio. Si no se quiere que la condonación sea la única opción, deudores y acreedores deberán desarrollar juntos estrategias a fin de que el deudor pueda alcanzar a largo plazo un superávit de su balanza comercial. La contribución de los acreedores es primariamente dar libre acceso de los deudores a sus mercados. Esto implica que los acreedores deben eliminar barreras tarifarias y no tarifarias al comercio, pero sobre todo en los sectores clave para los deudores como, por ejemplo, el textil y el agrario. Esto significa también que los acreedores apoyan activamente a los deudores en el acceso formal a sus mercados, para los cuales existe una multitud de posibilidades. Muchas veces pasa que sólo unos pocos consorcios dominan, por ejemplo, la distribución de alimentos en los países acreedores y por esto aún en el caso de una apertura formal completa de las fronteras no quedan casi posibilidades de parte de los deudores de entrar en el mercado de los acreedores. Una política competitiva activa de parte de los gobiernos de los países acreedores puede ayudar a superar esas dificultades, aunque a menudo es también deseable un apoyo técnico y asesoría práctica..¿Quién conoce mejor el mercado del país acreedor que él mismo? Los expertos del país acreedor pueden en esto brindar una invalorable ayuda en la asesoría de marketing. Esto es sólo un ejemplo de la amplia paleta de opciones políticas de que disponen los países acreedores. De seguro que todo esto es trabajoso y costoso, pero a menudo estaría en el lugar la ayuda para el desarrollo. Que nada de esto a sucedido hasta ahora tiene que ver básicamente con que los países acreedores intentan con todos sus medios de proteger a sus mercados textiles y agrícolas y que les falta la necesaria voluntad política para hacer las concesiones necesarias. Al lado de la promoción de las importaciones, los países acreedores podrían ir desmontando sus subvenciones. La Unión Europea ha destruído muchos mercados locales de los países deudores a través de una exportación "dúmping" agresiva de la sobreproducción europea, tales como cereales, tomate o carne . Tan pronto como los mercados son destruídos, se instala una nueva dependencia de importaciones desde los países acreedores; tal dependencia de importaciones. Que serían propiamente evitables, sobrecargan aún más la ya precaria balanza comercial entre acreedores y deudores. Dicha promoción de importaciones desde los países deudores debe dirigirse, sin embargo, a una alteración sistemática de la paleta de productos de exportación de los deudores. Si, como hasta ahora, la escalación arancelaria se focaliza en productos elaborados y así los países endeudados no tienen alternativas a especializarse en exportar materias primas, en el futuro debería ser invertida. Los países deudores deberían poder aumentar el valor de sus productos para hacerse de una mayor parte de la la cadena del valor agregado. Para lo que se necesitaría una apertura de los mercados de los países acreedores, pero también su apoyo para que este valor pueda ser alcanzado tecnológicamente. Hoy por hoy, es una completa excepción el que los países acreedores elaboren estrategias integrativas que a la vez abran los mercados y apoyen a los deudores en los aspectos tecnológicos necesarios dentro de esa apertura. Si tal estrategia ayudara a los países deudores para aumentar el grado de elaboración de productos para su desarrollo industrial, podrían finalmente retirarse de la exportación de materias primas. Esto ayudaría además a los deudores más pobres, pues habría menos presión en la competencia para la exportación de sus bienes primarios y estabilizaría o incluso aumentaría los precios de las materias primas, cuyo proceso podría ser apoyado con fondos específicos de estabilización. Al mismo tiempo, a los deudores se les debería permitir de una manera mucho más eficaz que hasta ahora, el limitar las importaciones del mucho más desarrollado país a través de un cálculo de estrategias de desarrollo (p.ej. estrategias de política aduanera para proteger las "infant industries", etc.). En ambos procesos se exigiría lo contrario de lo que imponen los países acreedores a través de la política de adaptación estructural, ya que una política de liberalización y exportación a todo precio como la de hoy no debería existir más en el futuro. La política comercial debería incluír mucho más espacio de juego para el desarrollo económico y social, tomándose mucho más en consideración los aspectos sociales y ecológicos. Todo esto no no debe hacer olvidar que también con tales reformas en las posibilidades de exportación de los países deudores habrán deudores que no conseguirán aún así servir a su deuda. Si deudores y acreedores no logran forjar a largo plazo, a través de una planificación estrategica conjunta (p.ej. con la promesa de los acreedores de comprar algunos productos en un futuro determinado) el logro un superávit duradero en la balanza comercial, entonces el país deudor puede ser considerado como insolvente y sin perspectivas. En ese caso se debe persar en una condonación completa de la deuda, ya que para un deudor así no se puede esperar que sea capaz de lograr por sí mismo de recaudar lo necesario para el servicio de su deuda. El abandono de las subvenciones abiertas o escondidas a las exportaciones por el acreedor y la apertura de sus mercados internos es en último caso la expresión de una fundamental alteración en la manera de pensar que los acreedores necesitan urgentemente hacen: los acreedores deberían terminar de querer extender su posición de acreedores ya que en ese mismo momento logran más bien deudores. Deben desprenderse de la idea de querer ser acreedores para así no condenar a los otros a ser eternamente deudores. Para terminar quedan aún dos recomendaciones que hacer. Hemos aprendido de la experiencia histórica que desde un determinado monto de endeudamiento puede volverse una base para un siempre creciente endeudamiento. Si no se logra siquiera recaudar lo necesario para pagar, se caerá rápidamente a un espiral de endeudamiento sin salida de intereses e intereses de intereses. El saber que las deudas sólo pueden ser disminuídas a través de un superávit de su balanza comercial podría justificar la consideración que para el reendeudamiento se establecen límites objetivos en el derecho internacional. De esta manera se podrían limitar la posición neta del deudor en la suma de las exportaciones importaciones y de esta manera contrarrestar la tendencia hacia la polarización entre acreedores y deudores. Esto debería ser al revés por supuesto igualmente válido para el acreedor. La renuncia a una posición de acreedor neto a más de la suma de las exportaciones e importaciones no debería estar permitido para nadie.Una recomendación parecida fue hecha por el gobierno británico ya en 1944 durante las negociaciones de Bretton Woods para el sistema económico mundial de la posguerra. Para el entonces jefe de negociaciones británico John Maynard Keynes, la limitación de la posición de los acreedores netos y la posición del deudor ocupaban un punto central para un ordenamiento estable de la economía mundial. (Cfr. Keynes, 1980:118ff.) La segunda sugerencia práctica sería que el futuro servicio de la deuda se pague únicamente en la moneda del país deudor. Esta sería probablemente la manera más simple y elegante de obligar a los países acreedores a proveerse de m ercaderías del país deudor y asegurar de esta manera un saldo positivo en la balanza comercial del deudor. Con el servicio de la deuda en su moneda nacional, que a menudo fuera del país deudor es sólo papel viejo, obligaría prácticamente a los acreedores a no tener otra alternativa que cambiarlas contra mercaderías, o sea: con importaciones. Con esto los deudores podrían incluso financiar importaciones para las que hasta entoces necesitaron pagar en divisas, pero con el resultado de que esto obligaría a un superávit en el monto del pago del servicio de la deuda. Para asegurar la limpieza de este proceso se deberían naturalmente indexar los pagos del servicio de la deuda en la moneda nacional para que el país acreedor esté protegido contra pérdidas por la inflación. Sin esta condición sería muy tentador para el país deudor el simplemente inflacionar su endeudamiento y pagar el monto del servicio de su deuda con una nueva y rápida emisión. Sin embargo, si se mantienen las condiciones de estabilidad, esta podría servir por su lado para fortificar la confiabilidad de la moneda nacional e incluso podría , a un largo plazo, abrir posiblidades para endeudarse en la moneda nacional. Si el país deudor ha logrado el importante paso de endeudarse con el extranjero en su propia moneda, entonces se podrán renunciar sin problemas al Principio del Superávit de la balanza comercial, ya que un país endeudado exteriormente en su propia moneda no podrá jamás tener un problema de transferencias. Bibliografía
Abs, Hermann J. (1959): Das Londoner Schuldenabkommen, in: Zeitfragen der Geld- und Wirtschaftspolitik, Frankfurt am Main. |
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