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14 de enero del 2003 |
Philip Hersel
Traducción: Sergio Correa
II Parte
Enseñanzas para una reordenación actual La primera parte concluyó con la constatación de que una solución global del problema de la deuda debe llevar consigo medidas de prevención político-comerciales para hacer posible un superávit comercial duraderofrente a los acreedores que permita salir del endeudamiento. A este reconocimiento se le llamará de ahora en adelante "Principio del superávit de la balanza comercial" o "Principio de superávit". En esta segunda parte se intentará traspasar este principio a la situación de 66 países endeudados en vías de desarrollo.En un primer paso se mostrará en qué medida los flujos comerciales actuales se desvían de este principio ¿Cómo se muestran los saldos en las balanzas comerciales de estos 66 países? (7) Como se verá, en la mayoría de los países deudores predominan saldos negativos con respecto a sus acreedores, lo que los empuja entonces a caer aún más en el endeudamiento. ¿Cómo puede ser superado este estado de cosas? Ésta es la pregunta clave, la cual será tratada en la segunda sección. Consideraciones metodológicas Comencemos con un modelo de cálculo. Para utilizar el principio del superávit en la situación de los 66 deudores se debe conocer todas las balanzas comerciales bilaterales y todos los pagos para el servicio de la deuda. Los primeros están bien documentados en los informes anuales de la Direction of Trade Statistics de FMI (FMI, 1999), pero los segundos solo están disponibles de una manera insuficiente. La mayoría de los países acreedores se niegan tenazmente a dar a conocer regularmente los ingresos por el servicio de la deuda bilateral. Los datos más nuevos de, por ejemplo, Alemania, se remiten a una consulta del parlamento al gobierno alemán en el año 1994. Hasta la fecha existe sólamente un informe sistemático (EURODAD, 1996) sobre los pagos del servicio de la deuda bilateral. La lista comprende todos los pagos conocidos de la totalidad de los deudores a 19 acreedores, pero se investigan sólo los servicios de la deuda a largo plazo de gobiernos ( acreedores públicos ) y termina en 1994. La lista de los 19 países se encuentra más abajo. Pero ¿ Qué pasa con el servicio de la deuda a largo plazo con los acreedores privados (sobre todo bancos, fondos de inversiones, fondos de pensiones) y con los pagos de deudas a corto plazo (menores a un año)? Tampoco se consideran los servicio de la deuda con acreedores multilaterales tales como el FMI, el Banco Mundial y bancos de desarrollo regionales. Si se quiere transponer el modelo de Londres se debe tener naturalmente en cuenta al servicio de la deuda que cae bajo otras categorías de deudas. Cuando los pagos del servicio de la deuda son conocidos bajo la forma de agregados, no se reparten o sopesan individualmnte con cada país acreedor. De esta manera queda casi en una oscuridad completa quienes son los acreedores y como se reparten los servicios de la deuda. Aparecen, sin embrago, aún más dificultades, tales como: ¿ Cómo, p.ej. deben ser considerados los deudores multilaterales? No pueden ser considerados como países acreedores y ya queda claro que no se puede contar con un superávit comercial con respecto al FMI o al Banco Mundial. Los déficits en la balanza comercial con los acreedores deberían ser tomados teóricamente como un servicio de la deuda con acreedores multilaterales, p.ej. escalonadamente según la parte que le quepa al FMI o al Banco Mundial. De la misma manera es difícil ordenar correspondientemente los servicios de la deuda a acreedores privados. Muchos bancos comerciales y casas de inversiones occidentales desvían los pagos a través de filiales y subempresas en centros off-shore y en paraísos fiscales, aunque los servicios terminan por llegar a las casas centrales de los consorcios en Nueva York, Tokio, Londres o Fráncfort. Este servicio de la deuda debería hacer posible propiamente también un déficit comercial de los EE.UU. Gran Bretaña, Japón y Alemania. Problemas semejantes se dan también en el servicio de la deuda a corto plazo.[CK1] Ya que estos problemas no se pueden solúcionar completamente, se deberá presentar un modelo tentativo, lleno de precauciones y que redunda siempre los cálculos en beneficio del lado del acreedor. No se considerarán la totalidad del servicio de la deuda de parte de acredores privados y multilaterales y el pago de deudas a corto plazo. Se exigirá de los países acreedores únicamente que toleren en su conjunto un déficit de su balanza comercial que corresponde a los pagamientos recibidos en concepción de servicio de la deuda pública bilateral. Como ilustración: La porción del servicio de la deuda de los 66 deudores a acreedores bilaterales en relación al servicio completo de su deuda está ubicado por debajo del 16 % en los años recientes (según el Banco Mundial, 1999). El argumento central del Principio del Superávit es que los países deudores deben poder por sí mismos ganarse las divisas para servir a sus deudas. Hasta ahora se ha partido tácitamente de que las divisas pueden ser ganadas sólo a través de una balanza comercial favorable. Es claro que los países deudores tienen también otras entradas de divisas y por tanto la focalización en la balanza comercial necesita de una fundamentación suplementaria. El ingreso de divisas a través del flujo de créditos no pueden ser obviamente utilizados, según los criterios dados en la introducción, como financiación del servicio de la deuda, ya que estos sólo agudizan la situación de endeudamiento. Lo mismo vale para la entrada de inversiones directas, ya que tales afluencias acarrean posteriores transferencias de beneficios. Quedan por tanto sólo las otras categorías de las cuentas corrientes, a saber, la balanza de transferencias y la balanza de servicios. No existe ninguna razón para no equiparar a la balanza de servicios con la balanza comercial. Los países deudores pueden también conseguir un superávit de divisas a través del comercio de servicios. Ya que los pagos de intereses aparecen como reembolso para la entrega de capital en la balanza comercial y por tanto como importaciones, pesan en la situación de la deuda sobre la balanza de servicios. De los 66 países deudores, 55 exhiben un saldo negativo en su balanza de servicios (Cfr. Apéndice 2, columna 7). Si el servicio de la deuda debe ser pagado, como hasta ahora se ha supuesto, a través del superávit de la balanza comercial, entonces el saldo de la balanza de servicios deberá ser en efecto negativo, en igual proporción que los pagos de intereses. Sin embargo, para 49 de los 66 países, el déficit de la balanza de servicios supera el monto del pago de intereses; es decir, logran un déficit también en los otros servicios. (Cfr. Columna 8) Ninguno de los 10 países con una balanza de servicios positiva puede equilibrar su balanza de servicios deficitaria a través de los servicios. Las balanzas de comercio y de servicios deberían ser consideradas de igual manera en el principio de superávit, pero lamentablemente no existen estadísticas internacionales que sincronicen el comercio de servicios bilaterales. Como se ha visto, por regla general, las balanzas de servicios gravan suplementariamente las cuentas corrientes de los países deudores en lugar de contrarrestar las balanzas comerciales deficitarias, lo que parece no permitir el considerar la balanza de servicios. De hecho su consideración haría patente, para la mayor parte de los países deudores, que están aún más lejos de un superávit con respecto a sus acreedores. En el anexo 2 se mostará una exposición detallada de las balanzas de servicios. Por ende sólo queda la balanza de transferencias como última categoría del ingreso de divisas: La balanza de transferencias contiene la salida y entrada de divisas sin que le corresponda una contrapartida concreta. Para los países deudores sobre todo incluye la ayuda para el desarrollo. Esto muestra ya claramente que la entrada de divisas a través de un superávit en la balanza de transacciones no es de ninguna manera comparable a un superávit en la balanza comercial ni deben ser cargadas a cuenta de ésta. Si se computara a la ayuda para el desarrollo como una entrada de divisas regular de los deudores equiparables a su entrada de divisas a través del comercio exterior, la ayuda externa no seria más que una operación de contabilidad dentro de los gobiernos acreedores/donantes. La ayuda al desarrollo tiene, sin embargo, la intención de ser mucho más que meramente un "reciclaje" para el pago de los intereses y las amortizaciones. En segundo lugar, la ayuda al desarrollo no puede ser controlada por el país deudor ni en su monto ni en su evolución futura. Si se confia demasiado en ellas se constataría una dependencia suplementaria del país donador (normalmente tambien acreedor). En tercer lugar, las ayudas al desarrollo no son dineros a libre disposición, sinó que están destinados a la financiación de proyectos. Existen con miúcha frecuencia imposiciones del lado del donante, como por ejemplo que los dineros de la ayuda para el desarrollo sean empleados por lo menos en parte a importaciones del país donante Las entradas de divisas a través de la ayuda al desarrollo y del comercio exterior no deben ser consideradas de ninguna manera, desde el punto de vista de las estrategias para el desarrollo, como comparables entre sí. Un superávit en la balanza comercial indica a un sector exportador eficiente que a menudo es un lugar de inovación tecnológica y que activa la investigación, el desarrollo y la formación. Por consiguiente, una balanza comercial positiva revela la existencia de un sector económico activo y eficiente que puede aportar en conjunto con la economía interna una importante contribución para el desarrollo. La situación de la ayuda al desarrollo se muestra de una manera completamente diferente. Aquí se trata, muchas veces, de pura alimentación que, ligada a precondiciones político-económicas y a condiciones de entrega, aporta muy poco al desarrollo de una dinámica económica y consigue más bien reforzar la dependencia del país receptor, aún contra los deseos del país danante. Como conclusión se puede constatar que los deudores sólo pueden lograr un superávit con respecto a sus acreedores en los sectores del intercambio de mercaderías y servicios. (7) Véase la Introducción para la justificación de los países elegidos. |
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