Portada | Directorio | Buscador | Álbum | Redacción | Correo |
1 de enero del 2003 |
Alberto Acosta
"Un anillo para gobernarlos a todos. Un anillo para
encontrarlos, un anillo para atraerlos a todos y
atarlos en las tinieblas de la tierra donde se
extienden las sombras." Son palabras clave de la
legendaria novela de Tolkien, "El Señor de los
Anillos". Palabras que sintetizan la esencia de la
deuda externa, pues esta deuda -como asevera Jaime
Atienza- en la vida de los pueblos es el anillo de
Tolkien. Este determina la marcha de sus relaciones
económicas y políticas. Es clave para entender la
conducta de los países empobrecidos, para explicar su
estancamiento. Ese anillo es un elemento capaz de
encontrar en los seres humanos su debilidad, su
avaricia, su ansia de poder. Se ha demostrado como una
llave para dominar el mundo y someterlo al imperio del
capital financiero internacional.
La deuda es el anillo que domina a los otros anillos y que impide a muchos países encontrar la senda de su desarrollo al ser un factor que, sin ser el único ni el más importante, articula otros ámbitos relacionados, cuya dinámica no se entendería sin él. Este anillo encierra la explicación a muchas cuestiones del presente, y la lucha contra su poder se convierte en asunto vital de las luchas sociales del comienzo del siglo XXI, como lo fue al final del siglo XX. Y recuérdese que esta tiranía de los mercados financieros ya fue una realidad en el siglo XIX, cuando asomó la relación meridiana entre el financiamiento externo y la enajenación de las políticas nacionales. En este contexto, por la desesperación para asegurar el financiamiento externo, los gobiernos ceden ante el poder del anillo al adecuar su economía y aún su sociedad en la búsqueda -muchas veces infructuosa- de capitales externos. En el momento en que se produce el endeudamiento ya asoma la influencia de los acreedores. En esta fase de expansión del crédito, alientan el consumo y la inversión, financiándolos con recursos externos. Después, cuando aflora la amenaza de una suspensión de pagos, asoma su influencia con nuevos empréstitos para sostener los pagos pendientes y, en especial, con la imposición de "condicionalidades" para adecuar las economías endeudadas en función del servicio de la deuda y de los intereses económicos y aún políticos de los acreedores. En esta segunda fase presiona con mayor fuerza este anillo. Si se desea romper su influencia, habrá que plantear salidas políticas profundas, como se acordó el 27 de febrero de 1953 en Londres, cuando Alemania resolvió su grave problema de deuda externa; tema que hoy empieza a ser discutido a nivel internacional, véase el suplemento Londres + 50. La deuda externa, ayer y hoy, en La Insignia. Y esto significa que luego de diferenciar las deudas legítimas de las ilegítimas, se debe establecer una capacidad de pago realista, apuntalada por cláusulas de contingencia, sin estrangular la inversión social, ni el ahorro interno. Y los acreedores tendrán que ajustar sus economías para asegurar a los deudores una adecuada demanda para sus exportaciones y deberán permitir un cambio en las relaciones financieras internacionales, pues el anillo de la deuda también les tiene atados a los pueblos de los países ricos en las tinieblas de la especulación financiera. |
|||