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La insignia
22 de diciembre del 2003


Acto tercero, escena I

Ricardo III


William Shakespeare
Transcripción para La Insignia: C.B.


Acto tercero
Escena I

(Londres. Una calle)

(Suenan las trompetas. Entran el Príncipe Eduardo de Gales, Gloucester, Buckingham, el Cardenal Bourchier, Catesby y otros)

Buckingham: ¡Bienvenido, dulce Príncipe, a Londres, vuestra residencia!

Gloucester: ¡Bienvenido, querido primo, soberano de mis pensamientos! La fatiga del camino te ha puesto melancólico. Príncipe: No, tío, sino que nuestras aflicciones por el camino lo han hecho tedioso, enojoso y pesado: echo de menos más tíos aquí para darme la bienvenida.

Gloucester: Dulce Príncipe, la virtud inmaculada de tus años no ha sondeado aún el engaño del mundo; y en un hombre no puedes distinguir más que su aspecto exterior, que, bien sabe Dios, rara vez o nunca coincide con el corazón. Los tíos que echas de menos eran peligroso; Tu Alteza atendía a sus palabras azucaradas, pero no miraba el veneno de sus corazones: ¡Dios te libre de ellos y de semejantes amigos falsos!

Príncipe: ¡Dios me libre de falsos amigos! Pero ellos no lo eran.

Gloucester: Señor, el lord Alcalde de Londres viene a saludarte.

(Entra el Lord Alcalde con su séquito)

Alcalde: ¡Dios bendiga a Vuestra Majestad con salud y días felices!

Príncipe: Gracias os doy, mi buen lord Alcalde, y gracias a todos.
(Se apartan el lord Alcalde, con su séquito)
Pensaba que mi madre y mi hermano York me habrían salido al encuentro mucho antes por el camino: ¡vaya, qué perezoso es Hastings, que no viene a decirnos si van a venir o no!

(Entra Hastings)

Buckingham: Y, en buena hora, aquí llega el sudoroso Lord.

Príncipe: ¡Bienvenido, señor! ¿Qué, vendrá nuestra madre?

Hastings: Dios sabe por qué motivo, yo no, la Reina vuestra madre y vuestro hermano York se han refugiado en sagrado: el tierno príncipe habría querido venir conmigo al encuentro de Vuestra Majestad, pero su madre le retuvo a la fuerza.

Buckingham: ¡Vaya, qué modo tan displicente y oblicuo de obrar es el suyo! Lord Cardenal, ¿quiere Vuestra Alteza persuadir a la Reina para que envíe al duque de York enseguida junto a su ilustre hermano? Si se niega... Lord Hastings, id con él, y arrancadle a la fuerza de sus celosos brazos.

Cardenal: Lord Buckingham, si mi débil oratoria puede obtener al duque de York de su madre, esperadle pronto aquí; pero si es terca a los benévolos ruegos, ¡el Dios de los cielos impida que quebrantesmo el santo privilegio del bendito sagrado! Ni por todo este país querría ser culpable de tan desagradable pecado.

Buckingham: Sois insensatamente terco, señor, demasiado dado a ceremonias y tradiciones: si lo comparáis con la grosería de estos tiempos, no quebrantáis sagrado al apoderaros de él. Sus beneficios se sonceden siempre a aquellos cuyas acciones merecen ese y a aqiellos que tienen juicio como para invocar el lugar: este Príncipe no ha invocado el privilegio ni lo ha merecido; por tanto, en mi opinión, no puede obtenerlo. Así que, sacando a él a quien no está en él, no quebrantáis ahí ningún privilegio ni fuero. Muchas veces he oído hablar de hombres en sagrado, pero hasta ahora, nunca de niños en sagrado.

Cardenal: Señor, por una vez prevaleceréis sonre mi opinión. Vamos, lord Hastings, ¿vendréis conmigo?

Hastings: Voy, señor. Príncipe: Mis buenos señores, daos toda la prisa que podáis.
(Se van el Cardenal y Hastings)
Di, tío Gloucester, si viene nuestro hermano, ¿dónde permaneceremos hasta nuestra coronación?

Gloucester: Donde parezca mejor a vuestra real persona. Si os puedo aconsejar, Vuestra Majestad reposará un día o dos en la Torre; después, donde os plazca y se considere más adecuado para vuestra mejor salud y recreo.

Príncipe: No me gusta la Torre, menos que ningún otro sitio. ¿Construyó Julio César ese edificio, señor?

Buckingham: Empezó el edificio, augusto señor, y después, los siglos sucesivos lo han reconstruido.

Príncipe: ¿Está en documentos, o se ha contado siglo tras siglo, que él lo construyó?

Buckingham: Está en documentos, mi augusto señor.

Príncipe: Pero decid, aunque no estuviera, pienso que la verdad viviría de un siglo en otro, como si se relatara a toda la posteridad, hasta el día del Juicio Final y Universal.

Gloucester: (aparte) Dicen que tan sabios y tan pequeños, no viven nunca mucho tiempo.

Príncipe: ¿Qué decís, tío?

Gloucester: Digo que la fama vive mucho tiempo aun sin documentos.
(Aparte) Así, como el Vicio tradicional, la Iniquidad (1), moralizo con doble significado una palabra.

Príncipe: Ese Julio César fue un hombre famoso que con su valor enriqueció su ingenio y aplicó su ingenio para hacer vivir su valor: la Muerte no vence a ese vencedor, pues ahora vive en la fama, aunque no en la vida. Escucha, primo Buckingham...

Buckingham: ¿Qué, mi noble señor?

Príncipe: Si vivo hasta llegar a ser un hombre, volveré a ganar nuestros antiguos derechos en Francia, o moriré como soldado, igual que viví como rey.

Gloucester: (aparte) Los veranos breves es fácil que tengan primavera temprana.

(Entran York, el Cardenal y Hastings)

Buckingham: Aquí, en buena hora, llega el duque de York.

Príncipe: ¡Ricardo de York! ¿Cómo está nuestro cariñoso hermano?

York: Muy bien, mi temido señor: así debo llamarte ahora.

Príncioe: Sí, hermano, para nuestro dolor, como para el tuyo: acaba de morir el que podría haber conservado ese título, que tanta majestad ha perdido con la muerte de él.

Gloucester: ¿Cómo está nuestro sobrino, el noble lord York?.

York: Gracias, amable tío. Ah, señor, dijisteis que la mala hierba crece de prisa: mie hermano el Príncipe me ha superado mucho creciendo.

Gloucester: Así, es, señor.

York: ¿Y es mala hierba por eso?

Gloucester: ¡Ah, mi lindo sobrino, no debo decirlo de esta manera!

York: Entonces os estará más agradecido que yo.

Gloucester: Él me puede madar como mi soberano, pero tú tienes poder sobre mí como pariente.

York: Por favor, tío, dadme ese puñal.

Gloucester: ¿Mi puñal, sobrinito? De todo corazón.

Príncipe: ¿Mendigas, hermano?

York: De mi buen tío, que sé que me dará, no siendo más que un juguete, que no importa dar.

Gloucester: Mayor regalo que ése daré a mi sobrino.

York: ¿Mayor regalo? Ah, será también la espada. Gloucester: Sí, querido sobrino, si fuese bastante ligera.

York: Ah, entonces ya veo que sólo os separáis de regalos ligeros; en cosas de más peso, decís que no al pedigüeño.

Gloucester: Es muy pesada para que la lleve Vuestra Alteza.

York: Para mí sería ligera, aunque fuera más pesada.

Gloucester: ¿Qué, quieres mi arma, pequeño señor?

York: Sí, para daros un agradecimiento como lo que me llamáis.

Gloucester: ¿Cómo?

York: Pequeño.

Príncipe: El duque de York siempre juega con las palabras: tío, Vuestra Alteza sabe cómo hay que sobrellevarle.

York: Quieres decir cómo hay que llevarme, no sobrellevarme; porque soy tan pequeño como un mono, piensa que me habríais de llevar a la espalda.

York: Quieres Gloucester:Buckingham: ¡Con qué ingenio agudo razona! Para suavizar la burla que hace de su tío, se burla de sí mismo de modod lindo y propio: es maravilloso, tan pequeño y tan astuto.

Gloucester: Señor, ¿queréis venir conmigo? Yo, con mi buen primo Buckingham, iré a ver a nuestra madre, para rogarle que os venga a encontrar en la Torre, y daros la bienvenida.

York: ¿Qué, vais a ir a la Torre, señor?

Príncipe: El lord Protector dice que es preciso.

York: No dormiré tranquilo en la Torre.

Gloucester: ¿Por qué? ¿Qué vais a temer?

York: Pardiez, el fantasma iracundo de mi tío Clarence: mi abuela me dijo que fue asesinado allí.

Príncipe: No tengo miedo de tíos muertos.

Gloucester: Ni de los vivos, espero.

Príncipe: Si viven, espero que no tenga que temerles. Pero vamos, señor: con triste corazón, pensando en ellos, iré a la Torre.

(Se van el Príncipe, York, Hastings, el Cardenal y otros)

Buckingham: ¿Pensáis, señor, que este pequeño charlatán de York no estaba incitado por su astuta madre para burlarse y despreciaros de modo oprobioso?

Gloucester: No lo dudo, no lo dudo: ah, es un muchacho lenguaraz, atrevido, vivo, ingenioso, arrojado, capaz. Es su misma madre, de pies a cabeza.

Buckingham: Bueno, dejémosles descansar, Ven acá, Catesby. Has jurado realizar sinceramente lo que pretendemos y ocultar cuidadosamente lo que te decimos: sabes nuestros motivos, expuestos por el camino. ¿Qué piensas? ¿No es cosa fácil hacer de nuestra opinión a lord William Hastings para entronizar a este noble Duque en el trono real de esta famosa isla?

Catesby: Por causa de su padre, quiere tanto al Príncipe que no se le ganará para nada contra él.

Buckingham: ¿Qué piensas, entonces, de Stanley? ¿No querrá?

Catesby: Hará en todo como haga Hastings.

Buckingham: Bien, entonces basta, vete, amable Catesby, y, como desde lejos, sondea a lord Hastings, a ver qué le parece nuestro propósito, y convócale mañana para que vaya a la Torre para deliberar sobre la coronación. Si le encuentras tratable para nosotros, anímales y muéstrale todas nuestras razones: si está plomizo, helado, frío, reacio, ponte tú también así; e interrumpe entonces la conversación para informarnos sobre sus disposiciones; pues mañana tendremos Consejos separados, en que tendrás mucho que hacer.

Gloucester: Dad recuerdos míos a lord William: decidle, Catesby, que el viejo nudo de sus peligrosos adversarios mañana será sangrado en Pomfret Castle; y, por la alegría de esta buena noticia, di a mi amigo que dé a mistress Shore un dulce beso más. (2)

Buckingham: Buen Catesby, ve a hacer bien este asunto.

Catesby: Mis ilustres señores, con todo el cuidado que sepa.

Gloucester: ¿Tendremos noticias tuyas, Catesby, antes de dormir?

Catesby: Las tendréis, señor.

Gloucester: En Crosby Place nos encontrarás a los dos.

(Se va Catesby)

Buckingham: Señor, ¿qué haremos si percibimos que lord Hastings no se aviene a nuestras conspiraciones?

Gloucester: Cortarle la cabeza, hombre: algo hay que hacer; y mira, cuando yo sea rey, reclámame el condado de Hereford y todos los bienes muebles que poseía mi hermano el Rey.

Buckingham: Reclamaré esa promesa de manos de Vuestra Alteza.

Gloucester: Espera ver cómo accedo a ella con toda benignidad. Vamos, cenemos pronto, para poder digerir después nuestras conspiraciones de algún modo.

(Se van)


(1) La Iniquidad era un personaje habitual de los viejos autos religiosos ingleses, las "Moralidades": como ese personaje en su papel teatral, Gloucester da un doble sentido a "fama", por un lado diciendo que no necesita de la escritura, y por otro lado citándola ominosamente como lo que queda cuando alguien muere.
(2) Ver nota (2) Acto I -Escena I



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