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29 de septiembre del 2002 |
El gambito* de Uribe
José F. Cornejo
La entrega a la justicia estadounidense de Carlos Castaño, jefe del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia AUC y la disolución de las mismas, han suscitado diversos comentarios sobre las verdaderas intenciones del nuevo gobierno colombiano. Algunos ven en ello un signo esperanzador del distanciamiento del presidente Uribe con el paramilitarismo y su intención de llevar una lucha implacable contra la guerrilla de las FARC respetuosa de los derechos humanos. Este es el discurso de algunos órganos de la prensa americana, en una campaña muy bien orquestada por Anne Patterson, embajadora de los EE.UU. en Bogota, una de las artífices de esta maniobra. Otros, conocedores del turbio pasado del nuevo presidente, se muestran escépticos y desconfiados, se preguntan por las ocultas intenciones de esta sorpresiva entrega de Castaño y de sus lacrimosas declaraciones de arrepentimiento y congoja. Tal vez un poco de historia pueda ayudarnos a resolver este misterioso enigma.
El 30 de junio de 1934, Adolfo Hitler, en camino hacia la conquista del poder absoluto en Alemania, eliminó de manera brutal y sangrienta a su grupo paramilitar, las SA (Sturmabteilung), en lo que paso a la historia como "La noche de los cuchillos largos" (1). Las fuerzas paramilitares de las SA habían sido un dispositivo esencial en el desarrollo del partido Nacional Socialista y en la victoria electoral del 30 de enero de 1933, día en las que éstas desfilaron como hordas delirantes a través de la Puerta de Brandenburgo celebrando la victoria del partido nazi. Sin embargo, su radicalismo y su conflicto creciente con las Fuerzas Armadas, las habían convertido en un obstáculo para los proyectos imperialistas y guerreristas de Hitler, que se sustentaban en una alianza estratégica con la Reichswehr. Las provocaciones de las SA a las unidades del ejercito, el comportamiento homosexual de su líder Röhm, perturbaban la imagen de respetabilidad que el caporal Hitler necesitaba para reemplazar en la dirección del estado alemán a un Hindenburg muriente. La violenta eliminación de los paramilitares de las SA fue el gambito de Hitler para hacerse con la Cancillería Alemana y, con el poder absoluto en sus manos, nazificar el estado alemán y convertirlo en una maquinaria de guerra. En otros tiempos y latitudes, el gambito de Uribe, con la desactivación de los paramilitares de las AUC, persigue objetivos similares. Desde su aparición en la escena política colombiana, el paramilitarismo fue una parte central de la estrategia de las Fuerzas Armadas en su lucha contra la guerrilla, sobretodo dirigida a eliminar a los sectores civiles sospechosos de colaboración y complicidad con la rebelión armada. Con el triunfo electoral de Uribe, el brazo político del paramilitarismo se ha hecho con el poder del Estado, pero al mismo tiempo, el brazo armado se había convertido en una carga incomoda e insoportable. Incluidas por los EE.UU. en la lista de grupos terroristas en América Latina, las AUC, por sus intimas relaciones con el narcotráfico, por su accionar sangriento y criminal que los hacen responsables de mas del 70% de las muertes en Colombia, se izaban como un obstáculo en las estrechas relaciones que Uribe busca construir con la administración Bush. La docilidad de la disolución y la pacífica entrega de Castaño, muestran claramente que las AUC eran efectivamente la "Sexta División" del ejercito colombiano y que este sin necesidad de recurrir a la violencia podían ordenar: Rompan filas. Al disolverse las AUC, estas desaparecen de la lista de grupos terroristas del gobierno Bush y Uribe se puede presentar como un líder inmaculado, digno de recibir todo el apoyo de los EE.UU. en su valiente y sacrificada lucha contra los "Talibanes colombianos." Basta leer el ditirámbico editorial de Marcela Sánchez en el Washington Post del 27 de setiembre: "Uribe el amigo necesitado y correspondido de Bush". El presidente colombiano es presentado como " la nueva clase de líder latinoamericano, en perfecta armonía con el molde creado por los eventos del 11 de setiembre". Como a su amigo Sharon, Bush no duda en presentar a Uribe como "un valioso ejemplo de determinación para luchar contra los enemigos de la paz y para derrotar al terrorismo." Con el apoyo incondicional de los EE.UU., Uribe puede lanzarse ahora en su estrategia de guerra total en Colombia, decretar el estado de emergencia y suspender las garantías constitucionales, paramilitarizar la sociedad colombiana con la organización de 100 mil informantes y 25 mil guardias campesinos armados. El gambito de Uribe es una maniobra astuta que ciertamente va a causar desconcierto en el complejo y sombrío escenario colombiano. El contundente paro laboral de la semana pasada nos muestra que, a pesar de la difícil situación en Colombia, la partida no esta totalmente perdida. Notas
(*) El diccionario de ajedrez de Ramón Ibero define el gambito como: "La entrega de un peón o pieza por parte de las blancas (...)a cambio de una presunta ganancia de tiempo, espacio o de ambos a la vez". |
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