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La insignia
16 de septiembre del 2002


Uruguay

El país se va a la mierda


Antonio Ladra
Latitud 30 35. Uruguay, septiembre del 2002.



Pobreza, marginación, destrucción de la familia, emigración, violencia, desocupación, son sólo algunas de las consecuencias de la angustiante situación de crisis económica que está viviendo el Uruguay.

"Esta es la crisis más importante de su historia", dijo recientemente el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, el contador Enrique Iglesias. Y efectivamente, es la mayor crisis de que se tenga memoria. Es una crisis que no respeta a nadie y que llega a la mayoría de los hogares de los uruguayos y que se manifiesta de diversas maneras.

Pero aunque los uruguayos crean que ya se tocó fondo aún falta mucho. Quedan por lo menos seis meses en los que la sociedad seguirá embarcada en un viaje cuyo único destino es desfondarse. Y después habrá que ver si es posible iniciar el camino de la recuperación, de la salida. Por lo pronto, la única salida que muchos jóvenes y ya no tan jóvenes avizoran es el aeropuerto internacional de Carrasco, que es mudo testigo de la sangría que ha llevado a que en los últimos tres años hayan emigrado más de 75 mil uruguayos.

El efecto candombe hace estragos en la sociedad: todos los días cierran empresas con la consiguiente secuela tanto en la economía del país como en la doméstica. El desempleo se ubica ya en los mayores niveles de la historia -según el Instituto Nacional de Estadística está en el 16,7% - y sigue imparable y los efectos del default interno se hace evidente en la falta de pago a los proveedores del Estado.

Con un aparato productivo diezmado y paralizado por la crisis bancaria y sin créditos para funcionar, se hace muy difícil, cuando no imposible, iniciar la reconstrucción del país. Las cifras del desastre son muy elocuentes y el caos social que se avecina, hace que vivir en Uruguay sea ya una aventura diaria. Como ejemplo bastan los dichos del ex presidente del Banco Central del Uruguay, el contador Juan Carlos Protasi, quien aseguró en una entrevista que concedió al suplemento Economía y Mercados del diario El País, que "Uruguay no tiene capacidad para generar riqueza suficiente como para pagar el servicio de una deuda externa que a esta altura está ubicada en niveles insoportables".

La deuda externa uruguaya representa hoy un 75% del Producto Bruto Interno (PBI), cuando los límites tolerables se sitúan en aproximadamente 50%.

Esto hace que el nivel de endeudamiento se convierta en un serio peligro para la estabilidad social y económica del país.

Según Protasi, insospechado ideológicamente, para honrar la deuda se requerirá de "un sacrificio salvaje de los uruguayos que, por supuesto, no están en condiciones de hacerlo en las presentes circunstancias. El país deberá pagar anualmente entre 6% y 7% del PBI por intereses". El servicio de la deuda, que será de 931 millones de dólares en el segundo semestre de este año, pasará a ser de 1.745 el año próximo, 1.013 en el 2004 y 1.137 millones en el 2005.

"El pago de la deuda, continúa el especialista, le exigirá al país hacer un esfuerzo enorme, lo que va a significar una extracción de recursos a todos los sectores productivos y, por ende, un empobrecimiento muy grande de los uruguayos".

No hay sector de la economía que no se encuentre en problemas y todo ello como fruto de una conducción económica que ha sido ciega y sorda a los reclamos que desde todas las tiendas sociales y políticas se han hecho para modificar el rumbo.

Desde la apertura democrática hasta estos empobrecidos días se ha hecho lo posible para mantener un país en el que se privilegió a ciertos sectores en detrimento de los generadores de riqueza. Y así nos ha ido. En la década de los 80 se puso como ejemplo a seguir a los tigres asiáticos. Más adelante, cuando se derrumbó esa parte del mundo, el ejemplo a seguir era lo que se estaba haciendo en la vecina Argentina, la de la convertibilidad y ésta también se vino abajo.

Ahora se vuelve a hablar de la revolución productiva, de que el Uruguay se salva con las exportaciones, pero los exportadores no tienen créditos para generar la riqueza. Pero se genera además otro mito, puesto que para ser altamente competitivos en este mundo globalizado habría que devaluar, cosa que el mercado se está encargando de hacer pero además habría que ingresar como en la década de los años 60 al modelo de sustitución de importaciones.

Este razonamiento se da de bruces cuando se pretende también reordernar las deterioradas cuentas públicas, cuando no hay crédito, cuando nadie cree en el peso uruguayo y el Estado está paralizado.

Es prácticamente imposible recaudar, luego gastar y menos distribuir cuando la gente le raja a los pesos y se refugia en los dólares. Esta situación nos lleva de cabeza a una hiperinflación en pesos y a una deflación en dólares.

En medio de este caos a Uruguay le pasó lo peor y no sólo por culpa externa, como se trata de hacernos creer desde el gobierno: se cayó el sistema financiero, se tuvo que recurrir a un feriado bancario de una semana y todavía pende sobre la cabeza de cuatro instituciones financieras la amenaza de su liquidación, seguramente la peor de las opciones.

Estamos, entonces, con un país paralizado, sin rumbo económico y con una ausencia de liderazgo evidente.

El gobierno de Jorge Batlle, que lleva dos años en el poder aparece como agotado, sin ideas, actuando a los bandazos. Es un gobierno autista.

Batlle ya perdió todos los créditos ganados al inicio de su gestión y ahora se le hace difícil retomar la iniciativa cuando se le reclama y más que eso, casi se le suplica una acción decidida para enfrentar la crítica situación.

Tan delicado es el momento que se vive y el que está por venir que el propio Protasi lanzó un alerta muy significativo al plantear que "se presentan tres alternativas". La primera que se arregla el sistema financiero, vuelve la confianza y la situación comienza a mejorar, reactivándose la economía. La segunda que el empobrecimiento progresivo y el caos social en el contexto del programa firmado con el FMI hagan que la implementación de este último sea impracticable salvo con medidas prontas de seguridad. Y, finalmente, si el programa no se puede cumplir y la cadena de pagos no se acomoda, el gobierno abandona el programa con consecuencias espantosas como sería declarar un default, que no sólo implica más pobreza y agitación social sino que también va a impedir una salida digna para la economía uruguaya en el futuro".

Como se ve, las alternativas planteadas por el especialista pintan un panorama difícil, cuando no horroroso.

La primera opción, que se arregle el sistema financiero y que retorne la confianza es de difícil concreción. Por lo pronto vamos a tener que acostumbrarnos a un sistema financiero mucho más pequeño y sólo con depositantes domésticos. La plaza financiera off shore ya fue. Pero, además, para que retorne la confianza en los depositantes es necesario que el propio gobierno dé señales de que se dan pasos seguros, que no se van a reprogramar depósitos, por ejemplo o cosas aún peores. En estos días, como índice de esa desconfianza ganó terreno la especulación de un nuevo feriado bancario. Ante este rumor que llenó la city y más allá, ¿qué hace un ahorrista medio? Sin duda que saca su dinero de los bancos. Ya lo vivimos y es posible que ocurra en tanto prosiga el deterioro de las cuentas fiscales y las dificultades para hacer frente a los compromisos del Estado. Pero además, ¿qué confianza se le puede tener a un gobierno que ha asentado sobre la mentira su discurso de que aquí no iba a pasar nada y luego pasó lo que pasó? ¿Qué confianza se le puede tener a la máxima conducción del país cuando todos los días se conoce un nuevo acuerdo confidencial por el que se comprometen porciones importantes de soberanía?

La confianza no se gana con frases hechas, voluntariosas, como la de "debemos creer en nosotros mismos para que los demás crean en nosotros". No. De esa manera no se cimienta la confianza ni en el país ni en los gobernantes. Esto lleva muchos años.

En lo inmediato la falta de confianza en los bancos lleva a que por mucho tiempo no se vaya a contar con un sistema de ahorro y crédito interno. La rebelión fiscal de los empresarios o la simple imposibilidad de pagar es un hecho a pesar de las multas y recargos. Un toque de atención se dio hace dos meses en la ciudad de Durazno, cuando el cuerpo inspectivo del Banco de Previsión Social fue expulsado de los comercios lo que dio lugar incluso al inicio de un juicio. El círculo perverso de un dólar incontrolable - inflación creciente -emisión nos pone contra las cuerdas.

Pero lo cierto es que el gobierno no ha podido, hasta ahora, encontrar una salida y en ese tren de marcha forzada se incluye a la propia coalición blanquicolorada que, por ejemplo, no ha sido todo lo eficaz que la mayoría de votos en el Parlamento le daba de antemano. Como ejemplo de ello está la Rendición de Cuentas que no satisfizo a los propios socios nacionalistas.


El factor Batlle

Pero hay más que hace que la situación se torne mucho más difícil y que en todo caso amplíe el caos. En amplios círculos del propio establishment y de los sectores bien pensantes de la sociedad se habla de que Batlle no llega al final de su mandato. Este hecho, del que por ahora se habla en voz baja, se suma a otro que también se lanza y que puede convertirse en un bumerán y es el que tiene que ver con el estado emocional y de salud del primer mandatario.

Una alta fuente del gobierno confió a Latitud 30 35 que desde el episodio Bloomberg, Batlle no quedó bien anímicamente, lo que de alguna manera se ahondó con el reciente fallecimiento su madre, a todas luces el cable a tierra del presidente.

De otro modo, dijo la fuente, no se explican salidas jocosas como la de "los Red Socks están ganando" cuando se le preguntó en medio de la incertidumbre por la negociación con el FMI y respondió con el resultado de un partido de béisbol en los Estados Unidos. Tampoco es explicable racionalmente el "We are fantastic" dicho ante el Secretario de Tesoro de los Estados Unidos, Paul O Neill, al confirmarse el apoyo crediticio de los organismos internacionales para hacer frente a la corrida bancaria. Y por último, la fuente recordó la otra aparición pública de Batlle, calificando de "antipatriotas" a quienes depositaron sus ahorros en el exterior, en alusión a quienes reclamaban su dinero desviado por el grupo Peirano al Trade & Commerce Bank de las Islas Cayman.

Parece claro entonces, que el país agoniza, que el gobierno agoniza a pesar de que está a mitad de camino. Y es de esto de lo que se habla, de lo que se debate y se especula en los círculos más estrechos del poder y aun más allá, entre el hombre común y corriente.

Claro que esto tiene sus consecuencias desestabilizadoras para un país que está viviendo desde el punto de vista económico en un delicado equilibrio. De popularizarse el reclamo de la salida de Batlle mediante elecciones anticipadas se ingresaría en un camino que si no se encauza debidamente pondría en tela de juicio la propia institucionalidad y agrega, sin dudas, un problema más.

¿Cuál es la salida entonces? Las preguntas se amontonan y surgen inmediatamente explicaciones para todos los gustos y según las características del auditorio. ¿Cuál es la fecha de nacimiento de la debacle? ¿Quiénes son los culpables? ¿Es sólo un problema económico o también político? ¿Es por la devaluación de Brasil del 13 de enero de 1999? ¿Es por culpa de la reforma constitucional de 1997? ¿Es por la crisis argentina? ¿Es por la globalización? ¿El neoliberalismo es el responsable? ¿Fueron las estafas de los hermanos Rohm y los Peirano? ¿Es por la soberbia e ineptitud de Batlle? ¿Es la culpa del ex ministro Alberto Bensión? ¿Es por un Estado gordo al que se hace difícil de reformar? ¿Es por culpa del "tal gordo" Lanata o por los periodistas? ¿Es por culpa de los empleados públicos o por el FMI? ¿Es por la aparición de la fiebre aftosa?'¿Será el frío? ¿Será el calor? ¿O la humedad?


El imprescindible diálogo

La mayor tragedia nacional es que no hay nadie que atine a dar un paso en pos de encauzar aunque sea mínimamente el momento que se vive. La oposición social y política reclama a gritos un diálogo nacional, y el presidente, en lugar de encabezarlo se refugia en su obligado mutismo so pena de cometer algún desliz que haga más difícil el panorama.

Los llamados al diálogo nacional siguen sin tener eco, pero de esto no se salva la oposición de izquierda que ante cada iniciativa gubernamental, antes de analizarla, se la desecha sin pensar que el fracaso de la administración Batlle será heredado, en lo bueno y en lo malo, seguramente, por un gobierno del Encuentro Progresista. Estamos, en suma, frente a un país paralizado donde siguen importando las chacras y los colores partidarios por encima del Uruguay.

En el episodio de los bancos la gente ha dado el ejemplo y de ahí debe abrevar la clase dirigente. Que en un gobierno, de neto corte liberal con un presidente como Batlle, los ahorristas decidan voluntariamente capitalizar y reprogramar sus depósitos para salvar a los bancos privados en problemas es un hecho único en el mundo.

Es decididamente un ejemplo, pero ¡cuidado!, un gobierno no debe dejar en manos del público ese tipo de acción, pues está demostrando justamente la falta de liderazgo.

Por eso no es de extrañar que se asuma como una verdad incontrastable que el país se va a la mierda.



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