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15 de septiembre del 2002 |
Una cuestión de clase
Beatriz Muñoz
El programa de Arzallus no representa a todo el PNV, aunque no hay duda de que hoy mantiene una hegemonía incuestionable. Sin embargo, las proclamas de Arzallus, con sus infames contenidos racistas y xenófobos, no son ninguna novedad en el nacionalismo vasco; al contrario, fiel a sus más genuinos orígenes, Arzallus destila la misma bilis reaccionaria y de clase con la que hace más de un siglo Sabino Arana se convirtió en martillo de «maketos libertinos, ateos y socialistas».
Sus provocaciones contra un sector del pueblo vasco: «la culpa de que Euskal Herría no sea independiente la tienen los inmigrantes» o sus afirmaciones acerca de la superioridad racial de los euskaldunes puros debido a su Rh negativo, resultarían grotescas de no ser porque con ellas se alienta y justifica la negra lista de asesinatos y atentados de la banda terrorista ETA y las agresiones de la «kale borroka» contra todo aquel que no acepte ser asimilado por su programa. Pero el racismo de Arzallus esconde, de fondo, una cuestión de clase. En última instancia, el racismo aranista del que Arzallus es fiel representante con sus loas a la superioridad de euskaldunes frente a maketos, tiene su trasfondo en la defensa de la primacía racial para poder explotar mejor. El maketo era el obrero venido de las tierras más pobres de España para levantar la próspera industria vasca; había que mantenerlo lo más aislado y marginado posible para que con su tendencia espontánea al sindicalismo, al socialismo y al ateísmo, no pusiera en peligro los fundamentos de la sociedad vasca. No debía mezclarse, no podía tener acceso al batzoki [locales del PNV]. Pero bajo el disfraz del caserío y la defensa de una cultura ancestral y milenaria, lo que se decidía era el dominio del burgués, del cacique y del cura; su firme decisión de combatir por todos los medios a una clase obrera «extranjera» que pudiera cuestionar el orden establecido y los cimientos de una sociedad atada a las tradiciones y que para la iglesia representaba un impagable vivero de cuadros dispuestos a exportar la fe al mundo colonial europeo. ¿Cuántos maketos han conseguido desde entonces acceder a Neguri -zona residencial de la oligarquía vasca- en calidad de dueños y no de sirvientes? Un sector de la burguesía vasca, muy bien relacionado históricamente con las potencias imperialistas y con la bendición del Vaticano, pretende perpetuar la opresión y exclusión del trabajador inmigrante. La criminal actuación de ETA, sus amenazas y el terror que generan entre los no euskaldunes, forma el clima favorable para que éstos no puedan alzar su voz y reclamar sus derechos. Estos son, en última instancia, los frutos del árbol que remueve el terrorismo etarra y que otros recogen. Limitar la denuncia del programa de Arzallus a sus connotaciones racistas y fascistas, es esconder el fondo de la cuestión, es ocultar su componente de clase. |
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