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15 de septiembre del 2002 |
Un valiente discurso
Hamlet Hermann
En días recientes conocí el diagnóstico que presentara el flamante Director General de Radio Televisión Dominicana (RTVD) con motivo de su toma de posesión ante el Presidente de la República. Nada podía ser más deprimente que aquella lista de deficiencias e incapacidades presentadas para identificar las condiciones en que recibía el complejo de comunicación de propiedad pública. En boca de un opositor al gobierno aquello habría conmovido a la opinión nacional. Pero las palabras del periodista Ramón Colombo no fueron dichas para culpar al pasado. Más bien tenían aquel sabor de las proclamas de los años sesenta, con una carga de optimismo y de valentía que refleja la invulnerabilidad de los jóvenes, cosa que él no es.
Se atrevió el audaz comunicador, con su habitual tono irreverente, a decirle al presidente Hipólito Mejía que ya no tendría que hacer uso de las tres opciones que antes le habían planteado en relación con RTVD. Es decir que no tendría que privatizar ese medio, ni descargarla de inventario por inservible, ni seguir financiando el desorden allí imperante. Una nueva visión decía presente y la respuesta buscada era saber si el gobierno tenía el suficiente valor para soportar una verdadera transformación que llegaría hasta la eliminación de los privilegios y del sectarismo partidista. Todos los dominicanos deben apoyar el rescate de RTVD. Alertaba Colombo sobre "el acelerado proceso de concentración de los medios de comunicación en un puñado de grupos económicos muy poderosos y de creciente influencia política, frente a un Estado que todavía, a pesar de todo lo sabido sobre el poder de la información, no acaba de asumir una política nacional en este campo." El nuevo Director opinaba que "la tele audiencia de esa emisora ocupa niveles casi subterráneos porque durante décadas han practicado la anti-televisión." Él tiene sabido de sobra que estará empezando por debajo de cero; desde menos veinte quizás. Ese grupo está obligado a "hacer una programación que le restituya a RTVD su más valioso patrimonio, su inmensa popularidad y su credibilidad, perdidos por basarse en abusos, en imposiciones, en indolencia, en dolo y en ineptitud". Cuando llegue al nivel cero, lo cual le tomará algún tiempo, entonces empezará otra lucha por llevarla a niveles positivos para que no ocurra con su programación como con el invisible e inaudible discurso de Colombo el otro día. Así como una panadería necesita tener pan para la venta, esa emisora pública de comunicación requiere tener una programación aceptable y moderna que hay que empezar a diseñar y a poner en marcha inmediatamente. Y para eso el audaz periodista tiene un "dream team"de profesionales pero hace falta dinero que no está en las arcas de la saqueada empresa. Colombo está consciente de que tendrá que "ser el conductor de una orquesta en la que todos los instrumentos deberán afinarse e interpretar armónicamente una partitura única cuyas notas sean la eficiencia, la profesionalidad y la transparencia". Definitivamente, el sectarismo partidario debe ser erradicado. "RTVD debe ser el mayor espejo de nuestra sociedad y que por sus ondas suene todo el carillón de campanas del país". "Para competir, hay que ver a la planta televisora, no como una oficina pública, sino como una empresa que tiene el respaldo del Estado". Por sobre todas las cosas, la voluntad política del Presidente debe ser cultivada como una rosa en el desierto para que RTVD avance. No es secreto que fuertes intereses partidarios y empresariales apuestan al fracaso de cualquier intento de modernizar esa planta televisora. Ellos quisieran seguir manteniendo allí "los programas de la más pueril y alabanciosa politiquería". Porque hasta ahora la emisora estatal ha sido utilizada como "un juguete gratuito para la exhibición de muchas veleidades, algunas de ellas verdaderamente espurias". El del audaz periodista fue un magnífico discurso. Lástima que se haya transmitido solamente por RTVD porque muy pocos dominicanos se enterarán del valiente contenido de sus palabras, llenas de entusiasmo y plenas del conocimiento de que tendrá que arar el porvenir con nuevos y viejos bueyes. (NOTA: todas las expresiones entre comillas fueron tomadas del citado discurso de Ramón Colombo) |
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