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13 de septiembre del 2002


Crisis en Argentina: Con Luis Enrique Ramírez (*)

Desde escombros y cenizas, nace una nueva Argentina


__SUPLEMENTOS__
Crisis en Argentina

Gerardo Iglesias
Rel-Uita. Uruguay, 12 de septiembre.



Desde diciembre pasado, todos los jueves, se lo encuentra junto a miles de argentinos, protestando cacerola en mano frente a la Corte Suprema de Justicia. Muchas veces, cuando el brazo se cansa, toma el megáfono y entonces su voz cascada se suma al caceroleo, con los gritos de la gente, que tienen bien abollada a la impunidad.


- ¿Por qué abogacía?

- Por casualidad. Hasta confesaría que de vago, porque en el Colegio Nacional teníamos que optar por alguna de las especialidades y me pareció que la que menos esfuerzo me iba a llevar era letras. Después, reconozco que el Derecho me gustó.

- ¿Y la especialidad laboral?

- También casualidad. Fue una materia a la que no le di mucha importancia, la preparé en poco tiempo. Luego, en un estudio jurídico en el que compartíamos gastos con otros colegas, había un viejo abogado sindical que necesitaba gente nueva y con él comencé el acercamiento al mundo sindical. Después, buscando una remuneración fija, ingresé como abogado de Ferrocarriles Argentinos y ahí también, por azar, me tocó la gerencia de relaciones industriales, con lo cual tuve que ponerme a estudiar la parte laboral. Así que yo siempre digo y confieso que en mi caso no fue un tema de vocación, sino que la vida me fue llevando, colocándome en un lugar que realmente me agrada.

- ¿Estamos hablando de los años...?

- Me recibí en 1969, y en el 71 ya estaba trabajando en Ferrocarriles Argentinos y en el 73, 74 empecé a trabajar en lo sindical estrictamente, a tal punto que participé en varios convenios colectivos de la ronda de 1975.

- ¿Fue en 1973 cuando tomaste contacto con nuestra afiliada, el SATIF? (2)

- Efectivamente, por intermedio de ese viejo abogado al cual hice referencia.

- Estamos hablando de las postrimerías de 1960. Otro país, ¿y otro movimiento sindical?

- ¡Sin dudas! Un movimiento obrero totalmente diferente al que hoy podemos encontrar.

- Diferente, ¿en qué?

- Bueno eran épocas en la cuales parecía que el progreso social era una constante, podría detenerse, pero todos teníamos la certeza de que íbamos siempre hacia delante. No se nos cruzaba por la cabeza el retroceso, había una fuerza sindical realmente significativa, que hacía posible que los convenios colectivos permitieran mejorar siempre la situación anterior. Hoy tenemos un panorama absolutamente diferente: un movimiento obrero débil y una negociación colectiva que pretende ser, en muchos casos, una herramienta de la flexibilización laboral, es decir de un retroceso. Las diferencias son notables. Por otra parte, los trabajadores sindicalizados son muchísimo menos. Tenemos un movimiento obrero realmente debilitado como actor social.

- ¿Se sabe en cuánto ronda la tasa de sindicalización actualmente en el país?

- No he visto estadísticas confiables recientes, pero ha bajado muchísimo. No creo que llegue a un 40%.

- En la época a la que hacías referencia superaba el 60%.

- Sí, sí. Diría que hubo épocas en que estaba en un 70%, porque las organizaciones sindicales daban respuestas. Hoy en día, mucha gente continúa afiliada porque todavía los sindicatos tienen el control sobre las obras sociales, y este es uno de los grandes desafíos que tienen. Por estar tan compenetrado con el problema de la administración de sus obras sociales, el sindicalismo está descuidando la acción sindical pura. Parecería que el cometido principal del sindicato fuese administrar su obra social, y si algún día cambiara el régimen legal se encontrarían con que están vacíos de objetivos.

- Pero todo parece indicar que también le llegará su hora a las obras sociales. ¿No?

- Lo vengo anunciando desde hace bastante tiempo: el proceso de privatización de la seguridad social ha avanzado sobre casi todas las estructuras. Prácticamente ya está todo privatizado: el sistema jubilatorio, el sistema de accidentes y enfermedades profesionales. Nada más falta el toque final a las obras sociales sindicales, que ya tienen un fuerte proceso de privatización, porque eludiendo un poco la ley con algún subterfugio han aparecido las gerenciadoras, es decir que se han metido por adentro, manteniendo la cáscara, la apariencia de ser sindical, pero de hecho están siendo en muchos casos manejadas por intereses privados.

Hay muchísimo dinero en la salud. Podemos estar hablando de un gasto de 20 mil millones de dólares a repartirse entre el sector público, el privado, las obras sociales. La tendencia en el mundo y en Argentina es exactamente la misma, los grandes negocios tienen que ser para el sector privado, y en este modelo no se tolera nada que tenga cierto color a administración social.

- Entonces, finales de los 60, otro movimiento obrero, pero también se respiraba otro país.

- El movimiento obrero ha ido acompañando los cambios en el país, que desgraciadamente también han provocado un tremendo retroceso en todas las áreas. El modelo neoliberal que se instala definitivamente aquí en la década del 90, ha diseñado una sociedad que nada tiene que ver con aquella que conocimos justamente en la década del 60 o del 70. De todas formas, muchos creemos que esta crisis, que es la crisis del sistema, nos va a permitir construir otro país y una nueva sociedad.

- ¿Y qué cosas hay que cambiar?

- Todo. Por eso se está hablando intensamente en muchos sectores de la necesidad de instalar una asamblea constituyente, porque en Argentina han fracasado todas las instituciones republicanas y democráticas. El único aspecto positivo e importante de este proceso es la brutal y masiva toma de conciencia. Quizás la gente tiene muy claro lo que no quiere, y apenas percibe lo que quiere envuelto en una nebulosa. Es decir, una gran masa de argentinos podemos ponernos de acuerdo sobre lo que no queremos, sin embargo todavía nos cuesta definir con un consenso similar qué queremos. La gente sabe que todas las estructuras sociales, políticas, económicas y judiciales han fracasado. Hubo una degradación tan grande del funcionamiento de esas instituciones que creo que ya no es cuestión de hacer cambios, sino que debemos pensar en nuevas prácticas democráticas. Acá fracasó la democracia, porque la democracia para nosotros los argentinos, ha sido simplemente una convocatoria a votar, pero no ha sido una convocatoria a decidir, que sería la verdadera democracia. Por lo tanto, tenemos que plantearnos nuevas formas democráticas para que, por ejemplo, los partidos políticos expresen la voluntad de la gente y no a la voluntad de las cúpulas.

- En diciembre del año pasado muchos señalaban al gobierno de De la Rúa como el culpable de la debacle. Creo que la crisis tiene raíces mucho más profundas que se nutren de pésimas administraciones anteriores.

- Más allá de los tremendos fracasos del gobierno de De la Rúa, atribuir la crisis a los dos años de su gobierno sería simplificar demasiado. Lo que explotó fue el modelo. Lo que se estaba cayendo a finales del año pasado, y se sigue cayendo a pedazos ahora, es el modelo que se empezó a construir durante la dictadura militar, que introdujo ya algunas bases. Pero lo grave es que después, en 1983, cuando los argentinos creíamos que recuperábamos la democracia nos encontramos con que sólo se restituyó la formalidad, y tenemos una prueba lapidaria en la figura de Domingo Cavallo. Nosotros votamos, siempre hemos votado hasta ahora con la esperanza de un cambio, y después nos encontramos con este personaje que había sido funcionario de la dictadura militar y luego aparece en todas las siguientes administraciones. Si uno votaba a los peronistas aparecía Cavallo, si votaba a la Alianza aparecía Cavallo. Esa es la demostración terminante de que el poder pasaba por otro lado, las elecciones eran fuegos artificiales con las que nos entreteníamos. Por eso en la sociedad argentina hay una enorme frustración que va a costar remontar. No se cree en nadie, y de ahí el slogan "que se vayan todos", porque de alguna forma aún los que no han sido malos de alguna manera han acompañado todo esto.

Sin embargo, en diciembre del año pasado se produjo un movimiento que creo importante, porque va más allá de las movilizaciones y sus consecuencias, un movimiento de toma de conciencia de un sector muy importante de la sociedad, y cuando se toma conciencia no hay retroceso. Con la economía nos puede ir bien o nos puede ir mal, pero cuando uno adquiere conciencia de ciertas cosas, eso está ahí y llega para quedarse. La toma de conciencia de la sociedad está permitiendo un cambio que va a ser doloroso, que va a ser largo, esto no va a cambiar de un día para otro. Sería ingenuo pensar que con las próximas elecciones algo va a cambiar, ya estamos viendo que los candidatos son exactamente los mismos. De todas formas, hay cambios en la sociedad, hay alianzas antes impensables, y esto se detecta claramente en como la clase media ha evolucionado, cuando uno ve marchas como la del pasado 9 de Julio, donde se vio codo a codo a los "piqueteros" -los sectores más marginados de nuestra sociedad- con la clase media; incluso con gente de la clase media alta. Mujeres con tapados que se veían costosos, hombres con sobretodos de pelo de camello, pero juntos y con el mismo fervor, sin mirarse con desconfianza. Esto me impresionó muchísimo.

- Una clase media que antes supo cantarle loas al gobierno de Menem y a la famosa paridad del peso con el dólar, y fue partidaria de las privatizaciones de las empresas públicas.

- Lo más grave de nuestra sociedad, en la cual la clase media urbana ha sido muy importante, es su escala de valores que se ha ido conformando a través de modelos materialistas, insolidarios, consumistas, donde lo que importa es lo que le pasa a uno y nada más. Sin embargo, no voy a olvidar nunca lo que me sucedió en una de las manifestaciones que hicimos frente a la Corte Suprema, donde al final una señora que yo no conocía nos agradeció por lo que estábamos haciendo y dijo: "Mire, yo he vivido en el mismo barrio 25 años, ¿y sabe una cosa?, conocía a una o dos personas, hoy conozco a todos los vecinos." En Argentina hoy nos encontramos, nos reconocemos porque tenemos el mismo tipo de problemas. Bueno, esto es un cambio revolucionario diría yo, esto de encontrar que todos tienen problemas, y esta apreciación de que nadie se va a salvar solo, bueno, ya es el principio para un cambio importante.

- ¿Cuáles eran las reivindicaciones de las manifestaciones alrededor del Palacio de Justicia? ¿Cómo fue esa experiencia?

- Entre el 19 y el 20 de diciembre se produjeron los hechos que terminaron con la renuncia del gobierno de De la Rúa. Poco tiempo antes había salido una sentencia de la Suprema Corte de Justicia que había permitido dejar en libertad al expresidente Carlos Saúl Menem, que causó indignación en muchos sectores, y mucho más entre la gente vinculada con el derecho y con la justicia. Nosotros habíamos hecho una declaración durísima por este tema, cuestionando esa situación y diciendo que era un hecho más de esta Corte que había demostrado estar siempre al servicio del gobierno de turno y que no actuaba como defensora de los derechos de los ciudadanos y de la Constitución Nacional. En nuestro país existe desde la década del 90 lo que hemos llamado un pacto mafioso de impunidad entre los tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial -, que en lugar de funcionar como en una República, como contrapeso y control de los otros, en realidad cada uno actúa como guardaespaldas del otro. Entonces la Corte Suprema era guardaespaldas jurídica de los actos del Poder Ejecutivo, estuviesen o no ajustados a la Constitución, y el Poder Legislativo cubría las espaldas de la Corte desactivando cualquier pedido de juicio político. A su vez el Poder Ejecutivo cuidaba las espaldas del Poder Legislativo, como se pudo comprobar con una ley donde hubo una denuncia de sobornos a los senadores y el Ejecutivo hizo todo lo posible para desactivar la investigación. Funcionaba como un círculo de protección para la impunidad.

Nuestra sensación, como ciudadanos y como hombres vinculados con el derecho y con la justicia, era de impotencia absoluta, porque de nada nos servían las leyes, la Constitución y las instituciones. De pronto la sociedad nos mostró un camino. Había que salir a la calle. Si no nos servían los códigos, la Constitución, las leyes, las instituciones, la gente tenía que salir y manifestarse. Y salimos con la cacerola que es un símbolo del repudio social a una clase de dirigentes. Por supuesto, con un miedo tremendo porque no es fácil que los abogados asuman que hay que sacarse el disfraz de abogado, tan formal, tan acartonado, tan rígido, y agarrar una cacerola y someternos al posible ridículo. Pero de pronto nos encontramos desbordados y hubo que cortar la calle. Más de mil personas, de las cuales llamativamente el 90% no eran abogados ni gente vinculada con el Poder Judicial, era gente común de la sociedad de todos los extractos sociales que compartía ese reclamo. Se hizo una convocatoria prácticamente sin dinero, sin medios, nuestra Asociación de Abogados Laboralistas es una entidad modestísima desde el punto de vista económico, así que prácticamente se hizo con nada, y sin embargo la gente respondió de una forma que nos llamó la atención.

El 28 de diciembre comenzaba la feria judicial, que abarca todo enero, así que nuestra idea era hacer un acto ese día. Luego, cada uno se tomaría su vacaciones, y otros seguirían trabajando pero sin actividad judicial. Sin embargo empezamos a sentir la presión de la gente que nos decía: "Esto no puede quedar así nomás, esto hay que seguirlo"; y nosotros respondíamos: "Tribunales cierra, no hay actividad judicial, no hay abogados"; y nos decían: "No importa, este no es tema sólo de los abogados, es un tema de toda la sociedad, ustedes hicieron punta y tienen que seguir". Bueno, con más temor que el 28 de diciembre hicimos nuestro segundo "cacerolazo" el 10 de enero en plena feria judicial, plena época de vacaciones. ¡Otra sorpresa! Se congregaron más de 3 mil personas. Estábamos muy contentos, imaginate, y la gente que preguntaba: "¿Y ahora qué?, ¿y ahora qué?" Tuvimos que hacer una reunión de comisión directiva informal ahí mismo, en medio del "cacerolazo", y decidimos convocar a otro "cacerolazo" para el 17.

Ese desbordó la plaza, más de 5 mil personas. Llegaron políticos de todos los partidos, los que podían todavía circular entre la gente, asombradísimos de que ignotos abogados de una prácticamente desconocida asociación hubiesen provocado esa manifestación, de la cual nosotros fuimos nada más que el disparador. Ese día nos comprometimos a estar allí todos los jueves. Y cada jueves vino más gente.

Fue un impacto fuertísimo. Y esas movilizaciones, la gente, la sociedad movilizada rompieron el pacto mafioso de impunidad. El poder político le bajó el pulgar a la Corte. El gobierno de Duhalde dio luz verde para que se constituyera la Comisión de Juicio Político que en función del pacto mafioso de impunidad, ni siquiera estaba constituida. Tal era el grado de impunidad y de aceptación de que esto funcionaba así. Conformada la Comisión de Juicio Político, la Corte contragolpeó y emitió una sentencia donde declara inconstitucional "el corralito"; un misil bajo la línea de flotación al plan económico del gobierno, decimos nosotros. Esa era otra prueba de que el pacto mafioso estaba roto. Al día siguiente del fallo, en un programa de radio que tiene los sábados, el presidente Duhalde calificó a los miembros de la Corte de "chantajistas" porque lo habían estado presionando con que si no paraba el juicio político ellos iban a sacar el fallo.

En este momento podemos señalar que se avanzó muchísimo, porque no sólo se constituyó la Comisión de Juicio Político, sino que además avanzó emitiendo un dictamen acusatorio contra los nueve integrantes de la Corte, que están acusados de mal desempeño y de gravísimas irregularidades, algunos más y a otros menos, pero los nueve, que era nuestra aspiración.

- Por último, recogiendo la consigna de esta semana en Buenos Aires, "Otro mundo es posible", ¿es posible otra Argentina?

-Sin duda. Lo que ocurrió desde diciembre hasta ahora ha establecido los cimientos para una nueva Argentina. Nadie tiene que engañarse, imaginar que la vamos a tener en poco tiempo, estas construcciones son de largo alcance, pero hoy se percibe un cambio de valores, y están los pilares para esa construcción. Así que, soy profundamente optimista.


Notas

(1) Secretario General de la Asociación Latinoamericana de Abogados Laboralistas. Expresidente de la Asociación de Abogados Laboralistas de Buenos Aires.
(2) Sindicato Argentino de Trabajadores de la Industria Fideera, primera organización afiliada a la UITA en Argentina.



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