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La insignia
4 de septiembre del 2002


Perú

Al César lo que es del César


Ernesto de la Jara
Ideele. Perú, septiembre del 2002.
Edición para Internet: La Insignia



Es justo y necesario comenzar haciendo una separación entre monseñor Cipriani y la iglesia católica; una cosa es él y otra cosa es -por más que sea su Arzobispo- la iglesia católica, institución sumamente valorada en el país por estar habitualmente comprometida -en sentido opuesto a Cipriani- con muchas de las causas justas de este país: democracia, derechos humanos, sensibilidad social, entre otras. Hecha la distinción, al tema: el planteamiento de Cipriani de constituir una comisión especial para revisar las investigaciones que el poder judicial viene haciendo de los casos de corrupción vinculados al régimen de Fujimori y Montesinos, y -acto seguido- la noticia aparecida en los medios sobre que el hoy Arzobispo habría sido informado de los asesinatos de La Cantuta el mismo día en que se produjeron.

En esto también es justo y necesario comenzar reconociendo en Cipriani algo importantísimo y que pocos tienen en el país: co-he-ren-cia. Efectivamente, su posición de ahora no es para nada un exabrupto sino todo lo contrario, es la consecuencia con una sola línea ¿qué línea? la de -lo decimos con el respeto que merece su investidura, pero sin tapar el sol con un dedo- estar siempre del lado de la impunidad.

Cuando en el país habían cientos de desaparecidos por año y hasta por mes, él relativizó la tragedia diciendo que "en un contexto violento como el de Ayacucho, las muertes, desapariciones y abusos son parte del enfrentamiento"..., "muertos de un lado y del otro" "si a eso lo llaman desaparecidos". Lo cierto es que los agarraron en una emboscada en un enfrentamiento y se los bajaron" (citas tomadas de Caretas, 14 de abril de 1994 y reproducidas en el número de ideele correspondiente a febrero de 1999).

Cuando Fujimori y Montesinos dieron en 1995 la ley de Amnistía, Cipriani fue uno de los que la defendió abiertamente, considerándola "una decisión política apropiada para lograr la paz interna porque es necesario perdonar para alcanzar la reconciliación" (Expreso, 18 de junio de 1995).

Precisamente sobre el asesinato del profesor y los nueve estudiantes de La Cantuta en su momento dijo que el proceso abierto contra los responsables había empezado "con mucha carga política por parte de todos los interesados",... "con mucha pasión", agregando que "no es un tema muy apropiado para que lo tratemos nosotros los obispos que no somos abogados ni especialistas", aunque al mismo tiempo declaró que las penas que se pedían en dicho proceso no le parecían "benignas", expresión que por el contrario había sido utilizada por Monseñor Vargas Alzamora, ubicada esa vez y muchas más en la orilla opuesta a la de Cipriani.

Y en esa línea tan coherente cómo no recodar los adjetivos e insultos que el hoy Arzobispo en reiteradas ocasiones ha lanzado contra quienes tenemos la osadía de no estar por la impunidad y defender los derechos humanos: "cojudez", la célebre expresión utilizada con todas sus letras en relación a la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, "tapaderos de rabo", "resentidos que quieren hurgar cadáveres para oponerse al gobierno" respecto a los defensores de derechos humanos en general.

Que hoy el mismo Cipriani plantee impunidad frente a la corrupción es más de lo mismo, consecuencia con una línea que ya tiene toda una larga historia.


CIPRIANI CONTRA LA IGLESIA CATÓLICA

Por más que Cipriani no es sinónimo de iglesia católica, y que haya que separar las cosas, tal como lo hemos hecho, lo cierto es que ese tipo de coherencia, ese estar siempre del lado de la impunidad no le hace ningún favor a la Iglesia, sino que la perjudica, le hace daño. Un cargo adicional para Cipriani: no le importa hacerle daño a su propia Iglesia.

Que el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Bambarén, haya salido oportunamente a decir que las opiniones de Cipriami son personales y no institucionales ayuda a hacer la diferenciación, pero a la vez nos hace ver un tercer cargo que podríamos hacerle a Cipriani: tampoco le importa dividir a su propia a Iglesia. Mientras que los sectores que no comulgan para nada con él se cuidan hasta en exceso, él no tiene ningún inconveniente en asumir posiciones y actitudes que enfrentan a católicos contra católicos. Y esto también es coherencia total, porque lo ha hecho ahora y siempre.


EL BANQUILLO DE LOS ACUSADOS, SÓLO PARA LOS "NN"

La investigación y sanción del delito es una de las principales atribuciones del poder judicial. Tratar entonces de quitársela al poder judicial es una posición abiertamente anti ley, anti Estado de Derecho, anti institucionalidad democrática.

Por otra parte, proponer que se debe de exculpar a Héctor Chumpitaz de la investigación judicial de la que es objeto por recibir dinero de manos de Montesinos, debido a que se trata de un jugador de fútbol que le dio muchos triunfos al país, es plantear al mismo tiempo un retroceso de varios siglos respecto a un principio básico: todos somos iguales ante la ley, para bien o para mal.

La lógica de exonerar de la justicia a una persona por ser un famoso jugador de fútbol nos conduce como por un tubo a una avalancha de exculpaciones que fácilmente incluirían al militar que defiende a la patria, al empresario que invierte y da empleo, al político o gobernante que enfrentó con éxito al terrorismo, a los representantes de instituciones importantes, incluida la iglesia católica, y así sucesivamente hasta llegar a que los únicos que tienen que acatar la ley y responder a la justicia son los pobres, los NN.


¿OPERATIVO PSICOSOCIAL? ¿DE QUIÉN?

Que Cipriani haya salido a interponer sus buenos oficios por Chumpitaz y a cuestionar en general las investigaciones judiciales sobre corrupción justo antes de que El Comercio hiciera público que un testigo (el ex ministro fujimorista Alberto Bustamante) había declarado en un proceso judicial que Montesinos contó que Cipriani fue informado por el General Pérez Documet de los asesinatos de La Cantuta inmediatamente después de perpetrados, da para sospechar (ojo, utilizamos la expresión sospechar), que en el Perú son muchos los que han aprendido a hacer operativos psicosociales.

En todo caso la secuencia de la película le esta permitiendo decir a Cipriani y a sus defensores:

- que la citación que el Poder Judicial le ha cursado al Arzobispo a fin de declarar sobre el crimen de La Cantuta, es una represalia del poder político por sus declaraciones previas.
- que se trata de una campaña contra la Iglesia, debido a que una alta autoridad de ella está cuestionando al gobierno.
- que él advirtió oportunamente que las investigaciones judiciales no eran serias.
- que todo esto le está pasando por solidarizarse con el gran capitán de fútbol Héctor Chumpitaz.

Puntos que pueden provocar que nos desenfoquemos de algo fundamental: ¿el actual arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, supo desde el comienzo de los asesinatos de La Cantuta, y a pesar de ello guardó silencio al respecto durante años? Si se llegara a probar fehacientemente lo que hasta ahora no pasa de ser una anécdota (obviamente el testimonio de ex ministro Bustamante es absolutamente insuficiente), sería gravísimo.


¿POR QUÉ CHUMPITAZ? ¿POR QUÉ NOS HICISTE ESO?

Palabras finales sobre Chumpitaz. No somos nosotros los que estamos siendo desconsiderados con él, es él quien fue desconsiderado con nosotros. La pregunta no es por qué el país le esta haciendo esto a él, sino porqué él nos hizo eso a nosotros, porqué sacrificó el cariño y la admiración de todo un país por unos miles de dólares, por qué no recordó a tiempo que era ídolo y ejemplo para los peruanos.

El utilizar el que efectivamente hayan peces gordos que no están sentados en el banquillo de los acusados para exonerarlo de responsabilidad es un sofisma bastante cínico, porque lo que corresponde es exigir que la justicia sea también y especialmente para los peces gordos y no que, como hay impunidad frente a unos, la impunidad debe de generalizarse. Y el mismo Chumpitaz debería indignarse con quienes argumentan que él no sabía nada, que no entendía, que no se daba cuenta de nada, porque de esa manera le están diciendo que por su debilidad mental debería ser inimputable. Eso si es traicionar nuestra memoria sobre él.

Al gran capitán solo le queda asumir la responsabilidad de sus actos y exigir una justicia rápida que con todas las garantías del caso establezca la sanción que proporcionalmente corresponde a la gravedad del delito y de la responsabilidad individual. A partir de ahí, toda la consideración especial que se merece.



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