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30 de septiembre del 2002 |
Eduardo Galeano
Jugando sin parar, todos mezclados con todos, los chiquilines vivían en alegre revoltijo con los bichos y las plantas.
Pero un mal día, alguien, algún caminante de paso, llegó hasta aquel resto de estancia en los campos de Paysandú, y trajo el susto:
-¡Cuidado, que viene el Cuco! Olga Hughes advirtió los primeros síntomas de la peste del miedo. La enfermedad que no tiene farmacia había atacado a sus hijos numerosos. Y entonces eligió, entre sus numerosos perros, al más raquítico, al más inofensivo y querendón, y lo bautizó Cuco. |
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