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La insignia
23 de septiembre del 2002


España: Festival de Cine de San Sebastián

Francis Ford Coppola:
«El cine nos salvará si la industria no lo destruye antes»


Eva Greenberg
La Insignia. España, septiembre del 2002.


«No tengo una película para presentarles, así que sólo puedo ofrecerles mi inspiración y mis sueños. Contestaré a lo que quieran y durante el tiempo que quieran; no tengo prisa». De ese modo se presentó a la prensa el realizador estadounidense Francis Ford Coppola (Detroit, 1939), durante el multitudinario encuentro de dos horas de duración realizado ayer en el Festival de Cine de San Sebastián.

Coppola tuvo palabras de agradecimiento para el conocido festival español por el impulso que significó para su carrera en 1969: «Cuando vine aquí hace 33 años no tenía demasiada fe en mí mismo. Todo era nuevo para mí. Yo era un niño pobre y esto era el esplendor europeo. Gané la Concha de Oro y mis hijos, que creyeron que era de oro de verdad, querían que la fundiera para comprarnos con ella un Porche. Aquel premio me dio mucha fuerza, fue muy importante para mí.»

El cineasta reivindicó «que el cine sea cultura y no industria» y criticó a los realizadores que mitifican el celuloide en lugar de aprovechar las nuevas tecnologías. Tras sintetizar su postura en la frase «el celuloide ha muerto, larga vida al cine», recordó que lleva años defendiendo los nuevos soportes cinematográficos: «cada uno utiliza la tecnología que puede o que quiere, y cuanto más barata sea, mejor para los creadores y peor para los estudios, que poderderán el poder que les da controlar el dinero».

«Recuerdo que hace veinte años asistí en España a un encuentro con cineastas para hablar sobre las nuevas tecnologías. Me tomaron por loco y nadie me hizo caso. Se equivocaron», dijo.

Muy crítico con la industria estadounidense, Coppola declaró que «los estudios acabarán siendo víctimas de sí mismos» porque «sólo les importa el dinero». En su opinión, «el cine tiene el potencial de crear otros mundos más bellos y maravillosos, y si la industria no lo destruye antes, nos salvará».

Sobre el estado de la cinematografía, el director afirmó que «el lenguaje del cine se inventó en sus dos primeras décadas. Lo más innovador sigue todavía ahí, en el cine mudo. Con la llegada de los estudios llegó el control y se dejó de investigar. Yo reclamo que los jóvenes directores vuelvan a investigar el lenguaje, que busquen caminos diferentes a los que existen. Yo mismo busco esos nuevos caminos y espero encontrarlos. Quiero que los jóvenes directores hagan obras contemporáneas en lugar de repetir siempre lo mismo».

En ese sentido, Coppola puso el ejemplo de El Padrino, obra que se enfrentó a la resistencia de los estudios de Hollywood. «No les gustaba ni Marlon Brando ni Al Pacino ni nada. El éxito de El Padrino me ha dado la gran satisfacción de ver que mis convicciones no eran inútiles, que puedo creer en ellas, que no estoy tan loco», dijo el realizador para recordar después que la duda es esencial para la creación artística: «un verdadero artista no puede estar seguro de sí mismo».


Un hombre optimista

Francis Ford Coppola se encuentra actualmente trabajando en su próxima película, Megalópolis, tras haber pasado cinco años sin dirigir. «Esta película será mi particular Guerra y Paz, y como Tolstoi, que tardó diez años en escribir su novela, necesito tiempo para darle el sentido que quiero.»

El proyecto, definido por su autor como «ambicioso y complejo», narra «una historia épica y a la vez humana y pasional sobre la Nueva York actual, que abarca la vida media de un hombre, arrancando después de la II Guerra Mundial, con un segundo acto contemporáneo y un tercero sobre un futuro cercano».

Tras definirse como una persona optimista, el director estadounidense declaró que tiene «una enorme fe en la raza humana y en su capacidad de crear un mundo justo y hermoso; la utopía es algo a lo que debemos aspirar».

«De joven escribía guiones originales, no adaptaciones, y mi ambición era la de ser un cineasta con un enfoque literario sobre lo contemporáneo. Ahora gozo de cierto grado de independencia económica, y después de haberme quemado los dedos arriesgando, puedo volver a mi vocación juvenil», comentó.

Desde su punto de vista, «ha llegado el momento de que los artistas dejen de ser empleados y usen el cine para entretener, sí, pero también para plantear preguntas y ofrecer respuestas de la vida contemporánea, porque el cine tiene el poder de potenciar la creación de un mundo de belleza y justicia, debe ayudar a hacer que nos entendamos mejor y enseñarnos a vivir en paz en lugar de querer ganar toneladas de dinero».



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