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La insignia
17 de septiembre del 2002


Una «sagrada familia» de padrinos de la cultura


Mario Roberto Morales
Siglo Veintiuno. Guatemala, 17 de septiembre.


En mi artículo del sábado pasado decía que aun es posible evitar que una mafia cultural y literaria ligada al Estado llegue a constituirse en la conciencia única de lo que aquí es estéticamente valioso o no en el terreno de la literatura y el arte. Creo que todavía es tiempo de evitar el creciente control que esta "familia" en plena expansión tiene ya sobre certámenes literarios, críticos y críticas literarias (tanto en la academia como en el periodismo), suplementos, páginas y revistas culturales, y burocracias de editoriales extranjeras afincadas aquí.

Para parar en seco este proyecto mafioso ligado a la "izquierda" riosmontista (más conocida como "portillismo"), es necesario que los cultores que no necesitan de calabazas para nadar se unan a fin de contrarrestar a estos beneficiarios y exegetas del corrupto, cínico y abusivo mundillo oficial de este "pequeño y horrendo país". También es preciso identificar a los mafiosos, para lo cual basta con observar detenidamente quiénes son los críticos y comentaristas oficiales, y quiénes los que están a sueldo de editoriales extranjeras (por lo general son los mismos). Igualmente, quiénes son los columnistas que oficiosamente adulan a Portillo mediante la desvergonzada táctica (aplicada inicialmente como forma de mercadeo político para promover a quien inauguró la modalidad civil de la moderna corrupción estatal en Guatemala, Vinicio Cerezo) de compararlo con los ex presidentes Arévalo y Arbenz (quienes de seguro se están revolcando de pura rabia en sus olvidadas tumbas).

Asimismo es necesario identificar los antros de "esparcimiento" cultural y literario y a sus anfitrionas, en los cuales se "reconoce" a los escritores y artistas pobretones (que son los más) mediante la borrachera, la comilona y la seducción de incautos por parte de viejas leonas que a estas alturas ya sólo cazan echadas. Finalmente, hay que identificar a las vaquillas sagradas académicas que con fallido aire de importancia dictaminan por la prensa quiénes son los "grandes" escritores y artistas y quiénes lo van a ser pronto, según su docto criterio.

Desde que Rubén Darío y otros modernistas "orgánicos" como él adularan sistemáticamente al dictador Estrada Cabrera, Guatemala no experimentaba una proliferación de plumíferos a sueldo que extraen su arrogancia de sus "conectes" con el Estado. La diferencia entre los de entonces y los de ahora es que los de ahora aspiran a constituirse en "padrinos" de la literatura y el arte locales, sólo para darse el gusto de estirar la pata al estilo de Don Corleone mientras algún poeta, pintor, novelista o diletante joven les besa la mano a fin de lograr publicar un libro u obtener una reseña o entrevista favorable en los diarios.

Fue del viejo PRI mexicano que Portillo y sus amigos aprendieron la mafiosa importancia de endiosar el Estado y a los políticos, y la necesidad, para el efecto, de tener un establishment literario y cultural a su servicio, el cual, para poder absorber a los intelectuales "progres" y dotarse así de "prestigio" local e internacional, debe navegar con bandera populista, dicharachera y "de izquierda" (pues la derecha carece de legitimidad en estos campos). En nuestro caso, los "padrinos" de esta mafia jamás confesarían ser riosmontistas, pero sí portillistas, porque, aunque se trata de exactamente lo mismo, en el imaginario internacional Ríos Montt está asociado con fundamentalismos protestantes y genocidio, mientras ellos promueven a un Portillo asociado con la sensibilidad artística, la profundidad académica y la moralidad civilista, y también con una cínicamente admitida corrupción "de izquierda" a la que los "revolucionarios" dicen tener derecho por su alargado cuanto infructuoso "sacrificio".

Urge pues impulsar una alternativa literaria y cultural autónoma frente al proyecto unipolar de esta "sagrada familia" de mafiosos. La reacción de sus "padrinos" y "madrinas" será sin duda la de la calumnia y la represión oficialistas. Jamás asumirán la argumentación intelectual. Esto, sin embargo, puede tornarse en su debilidad más grande y en la mayor ventaja para quienes siempre han hecho valer sus verdades con su capacidad de análisis y su propio pellejo.



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