Portada Directorio Buscador Álbum Redacción Correo
La insignia
15 de septiembre del 2002


Siempre en domingo


Rosalba Oxandabarat
Brecha. Uruguay, septiembre del 2002.


Algunos piensan que es asistencialismo. Otros, que el hambre no puede esperar. Pero es difícil seguir como si nada, cuando los empleos bajan y las colas de los comedores aumentan. Mientras se tramita la espinosa definición del "qué hacer", las gentes de la cultura -algunas de ellas- se movilizan.


Uruguay.- Todo empezó por la pista electrónica, con un correo que Carlos Liscano hizo circular, que pronto se cruzó con otro enviado por Álvaro Ahunchaín sobre el mismo tema. El tema: cómo no quedarse, hoy y ahora, la gente de la cultura con los brazos cruzados. El asunto prosiguió casi en seguida con una reunión en el teatro Victoria. Allí se organizaron los sectores; la gente de teatro arrancó con la preparación de una jornada con espectáculos cuya entrada fuera el equivalente a un kilo de alimentos, y los escritores comenzaron a pensar la suya.

Los teatreros protagonizaron el domingo 25 de agosto una jornada gloriosa, en la que absolutamente todos los espectáculos adheridos tuvieron lleno completo y montones de personas quedaron afuera, porque las salas límite tienen. Juntaron casi seis toneladas de alimentos y, no lo más importante pero sí muy significativo, "hacía mucho tiempo que no nos juntábamos todos con tantas ganas y tanto entusiasmo", como declaró una experimentada actriz a BRECHA. La solidaridad hace bien a ambos lados del lazo.

Los escritores, con Liscano como motor incansable, continuaron su preparación. Hubo dudas, críticas y también alguna condena explícita. En medio de los desencantos -y sustos- sucesivos y la ausencia de debates desinteresados, no es fácil saber "qué hacer", qué es lo que sirve, y por cuánto tiempo. Mientras se dirimen estas cuestiones, unos cuantos no dudaron de que el hambre no espera. Así salió la jornada que se vivió el domingo en la XXV Feria del Libro, en el latu. Una larga tarde donde varios escritores y poetas leyeron cosas propias, algunas especialmente escritas para la ocasión, otras rescatadas de antiguas carpetas, no pocas como estreno absoluto, mientras en la entrada una guardia, también de escritores, recogía los alimentos que llevaban los escuchas.

"Aquí estamos los escritores uruguayos, los escritores nacidos en Uruguay y los escritores que viven y trabajan en Uruguay, uruguayos por elección y no por nacimiento. Nos autoconvocamos para lo de siempre, para lo nuestro: el humanismo, la vida", dijo Liscano en su breve discurso al comenzar el encuentro. Y también: "Éste es el comienzo, es el primer acto para volver a ocupar en la sociedad el lugar que es nuestro: el de la palabra, el del arte, el de la vida. Somos parte de la identidad de nuestro país, y cuando nuestros hermanos están pasando mal, los escritores no somos indiferentes. Queremos decir a todos los que están pasando mal que los escritores no nos quedaremos a la espera de que las cosas cambien. Estamos comprometidos a trabajar para generar esperanza".

Fue un domingo muy frío, cuesta llegar al latu, y el piso de cemento helaba los pies. Pero la sala estuvo repleta, al menos en la primera mitad de la lectura. Fue durante ella que muchos pudieron ver y escuchar -deslumbrante rareza seguramente en las vidas de la mayoría- a Idea Vilariño diciendo algunos poemas de la última edición de sus obras completas, libro de Cal y Canto que fue presentado allí mismo, y que incansablemente firmó después de su lectura. Fue también durante esa primera mitad que, con inocultable emoción, se recordó a Beto Oreggioni, a "quien publicó tantos libros de otros, a quien ayudó a tantos escritores a darse a conocer y a realizar su obra. A quien resistió a la dictadura desde su sitio (...) al editor, al hombre de la inmensa cultura, al del delicado olfato literario, al amigo desalineado, al cálido anfitrión, al cocinero exquisito, al conversador que encantaba a sus invitados".

Después, no es que el interés amainara, pero ese raro, especial y en muchos tramos conmovedor encuentro entre los creadores y su público, que por definición tiene -y tuvo- un carácter recogido, debió interrumpirse con el paréntesis de una ceremonia de carácter híbrido: algo de cultura, un toque de glamour criollo. La entrega de los premios Bartolomé Hidalgo de la Cámara del Libro (a Ignacio Martínez por libro infantil, a Carlos Maggi por su trayectoria, a Mario Delgado Aparaín por autor del libro del año, a Diego Bracco y Susana Cabrera como revelaciones) estuvo a cargo de gente de los medios, la televisión sobre todo, con esa estructura que el Oscar impuso y se repite noveleramente en cualquier medio: "y ahora, para entregar el premio al mejor... que pase al estrado..." (aplausos). Para completar con el toque Hollywood, la iniciativa de que personalidades de la cultura estampen la huella de sus manos en baldosas de cemento empezó a armarse allí mismo, impulsado por el locuaz director de la Biblioteca Nacional, Raúl Vallarino, quien -no se sabe si él solo- optó por un criterio muy democrático y multidisciplinario a la hora de elegir a esos primeros inmortales que tendrán sus huellas digitales en el Hollywood Boulevard gaucho (el callejón entre la Universidad y la Biblioteca). Ellos son Carmen Posadas, Ignacio Martínez y Mario Delgado (escritores), Cristina Morán (periodista, animadora, actriz), Alexis Buenseñor (agadu), los músicos Jorge Nasser y Alejandro Jasa (el compositor de la célebre canción "Mayonesa"), y por supuesto, Raúl Vallarino.

La brillante ceremonia desperdigó los ánimos y la platea raleó bastante, lo que no impidió que, heroicamente, los escritores continuaran con su lectura. Heroísmo compartido por Alicia Garateguy y Mirtha Villa, que se ocuparon de conducir tantas horas de lectura. A Roberto Appratto y Carlos María Domínguez les tocaron las difíciles "puntas": Appratto debió leer apenas concluyó la ceremonia de entregas y manos -esos momentos donde hay gente que sale, gente que entra, sillas que se mueven, nenes que lloran- y Domínguez cerró la serie. Ambos lo hicieron airosamente. Los espectadores que se quedaron fueron premiados, porque la variedad de generaciones y estilos se combinó en una atmósfera de comunicación y encuentro que, si bien tuvo momentos altos muy marcados, en ningún momento decayó, provocó desasosiego o síntomas de aburrimiento.

Se consiguieron muchas cosas. Más de 1.500 kilos de alimento en la puerta. Otros 300 donados por la empresa Disco. La gente de Dolores mandó 12 más. Del exterior llegaron 100 dólares y 50 euros, con los que se compraron más alimentos (hay una meticulosa lista al respecto). Se acordó donar libros a una biblioteca del Interior, donación que se repetirá todos los años en esta época "con feria o sin ella". Y vale la pena transcribir un pequeño fragmento de la carta que circula, dirigida especialmente a los escritores y gente de las letras, pero que puede ser recogido por cualquiera que se sienta involucrado. "Un llamadito: que cada uno en su sitio, en el barrio, en el aula, en la prensa, en la reunión de amigos ocupe el lugar que a los escritores nos corresponde como creadores de parte de la identidad de este país. No más silencio de los escritores. Lo cual, como todos entienden, no significa ningún llamado al activismo político ni pretende violentar las convicciones individuales. Una última cosa: no todo salió bien, y se aceptan críticas y sugerencias. Por favor, que las críticas no destruyan lo poquito que hemos conseguido."


Letras por kilo para niños

Así se denomina la actividad que el próximo martes 17 de setiembre tendrá lugar en la Sala Zitarrosa y contará con la presencia de varios de los más destacados escritores para niños de nuestro país. La actividad planteada tiene dos instancias: La primera, a las 14 horas para los más chicos, será una charla (con historias e imágenes) a cargo de los "ilustrautores" Verónica Leite, Fernando González, Susana Olaondo y Sergio López Suárez. La segunda función, a las 15 horas, consistirá en lectura de cuentos y conversación con los escritores Roy Berocay y Magdalena Helguera, esta última acompañada del ilustrador Alfredo Soderguit.

La entrada a estas actividades cuesta un kilo de alimento no perecedero. Los grupos escolares interesados en participar de la actividad deberán inscribirse previamente y reservar su lugar por el teléfono 9011756 de la Sala Zitarrosa.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad
Ciencia y tecnología | Directorio | Redacción