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La insignia
14 de septiembre del 2002


Guatemala ya cuenta con su mafia cultural y literaria


Mario Roberto Morales
Siglo Veintiuno. Guatemala, 14 de septiembre.


El proyecto de largo plazo de la "izquierda" riosmontista es constituirse en casta de nuevos ricos, participando junto a su ala derecha y mediante el clientelismo político y las "ofertas que no se pueden rechazar", del control corrupto de la institucionalidad estatal. Cualquier semejanza con conocidas prácticas del viejo PRI de México hay que buscarla en los "exilios" que pasaron allí los "revolucionarios" que ahora viven de la delincuencia oficial en Guatemala.

A la escuela priísta de la variopinta izquierda que huyó del país cuando sonaron los tiros (y aun antes), se debe asimismo el operativo mafioso que explicaré a continuación y que forma parte del proyecto a largo plazo de esta banda, que por el momento es riosmontista. Este engendro está siendo impulsado desde que Portillo llegó a la presidencia, y consiste en crear, con su apoyo, un "poder cultural" local que controle lo que se lee, lo que se publica, lo que se premia, a quién se promueve y a quien se "ningunea" en el terreno cultural. Para el efecto se han formado "roscas" de periodistas y escritores que constituyen la corte de medianos "patriarcas" de las letras locales, que aprendieron en México el know-how de la mafia cultural y que encabezan el operativo, así como grupitos de "críticos literarios" que han empezado (torpemente, por suerte) a publicar "estudios" para formar un canon literario en el que sólo figuran sus amigos, los cuales están obviamente alineados con este establishment cultural "progre" en formación, que se perfila vendible a cualquier partido que llegue al poder, por lo que también pertenecen a él varios "izquierdistas" que por ahora están "en la oposición".

En este operativo también toman parte burócratas de editoriales extranjeras afincadas aquí, que ya publican libros locales según los mandatos de la mafia cultural en formación, la cual también ha creado espacios de esparcimiento para que los escritores y artistas pobretones (que en nuestro medio son los más) puedan beber hasta caerse (lo demás es vicio) y comer hasta enfermarse (lo otro es de un intolerable buen gusto burgués que choca con la ideología "proletaria" de estos hijos de la marginalidad) para hacerlos saborear el confite del "reconocimiento".

Sospecho que es en el marco de la creación y desarrollo de esta mafia literaria que se explica el hecho de que, de pronto, porque el corrupto e inepto Presidente Portillo ofrece una charla sobre el cineasta japonés Akira Kurosawa, en la prensa se empiece a machacar que "hay que reconocer" que el Presidente es "culto", "brillante", "profundo" y no sé cuanta sandez más, como si eso (en el caso de que fuera cierto, que, para cualquiera que lo conoce, obviamente no lo es) lo exculpara de haber encorvado la espalda para que llegara Ríos Montt al poder, o de la corrupción que él y sus amigos (tanto los del "Círculo de Quezaltepeque" como los otros) entronizaron como rasgo inequívoco del Estado guatemalteco.

Francamente, ser culto, brillante y profundo, como algunos de sus exegetas "críticos" han afirmado, requeriría de parte del Presidente algo más que una charla sobre Kurosawa o (para el caso es lo mismo) Welles, Buñuel, Fellini o Bergman (quedémonos en los directores viejos). El "argumento" de la profundidad intelectual y (se me olvidaba) "sensibilidad" del Presidente a mí me parece preparatorio de un clima político en el que, junto con la perpetuación o recambio de la corrupción estatal, veremos surgir un poder cultural y literario ligado al Estado, al mejor estilo priísta mexicano, es decir, verticalista, amiguista, corrupto, impenetrable, mediocre y "prestigioso".

Quizá en algunas personas el súbito deslumbramiento "intelectual" ante una charla de cine de nuestro cerril presidente pueda ser resultado de una ingenuidad digamos juvenilista (ojalá). En otras brota sin duda del largo "colmillo" de viejos coyotes que quieren construir en su aldea el aparato oficial que les garantice una segura y solemne inmortalidad local. Y en otras es sólo parte de ese ruidoso cachondeo de fondera respondona que les es propio a las más públicas y exhibicionistas "amantes de la literatura". En todos los casos se trata de una grandísima estupidez política y de una imperdonable irresponsabilidad histórica. Pero todavía estamos a tiempo de evitarlo.



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