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4 de septiembre del 2002 |
Texto y fotografías: Eduardo Stanley
Fresno (California).-Mai Vue era muy pequeña cuando su familia empezó el largo camino a través de la selva laosiana para escapar de la guerra a mediados de los 70. Les llevó casi tres años arribar a las orillas del río Mekong. Cuando lo consiguieron cruzaron a Tailandia, donde estuvieron en un campo de refugiados durante tres años. Mai empezó a estudiar allí, siguiendo a sus amigas. Al llegar a los Estados Unidos, su familia se radicó en el Valle Central de California. Apenas llegada, Mai se registró en la escuela. En su primer día se sintió asustada, insegura, extraña. "Creo que este país no estaba preparado para recibir estudiantes como yo", dice Mai. "Mi experiencia a lo largo de la escuela primaria y la preparatoria fue negativa. Sentí mucha discriminación". Sin embargo, recuerda algunas de las cosas positivas de esos primeros días de colegio. "Aprendí cómo usar las tijeras y cortar fotos", dice con voz nostálgica. "Mis primeras palabras en inglés fueron 'gracias' y 'por favor". También recuerda a su primera amiga, Martha, una muchacha mexicana con quien compartía juegos y tortillas frescas. A los 14 años, siguiendo una fuerte tradición Hmong, Mai se casó y se fue a vivir con la familia de su esposo. A los 15 años tuvo su primer hijo, Andrew, y a los 16 tuvo el segundo, una niña que llamó Andrea. Durante su primer embarazo, dejó de estudiar. Afirma que la familia de su conyuge esperaba que fuera ama de casa, que tuviera varios hijos y se dedicara a ellos y a su esposo. "Mi marido era muy posesivo. Yo no tenía amigos, no tenía mi propia vida", dice Mai. "Me sentía mal… fuí víctima de abusos".
Mai comprendió entonces que la educación era su pasaporte a una vida mejor y a la libertad de lo que describe como una experiencia opresiva: "Necesitaba regresar a la escuela. No ir, significaba que sería una prisionera toda mi vida. Vivía fingiendo. Necesitaba salir de donde estaba". Volvió a estudiar durante su segundo embarazo. A los familiares de su marido no les gustó su decisión; no quisieron ayudarla y se negaron a llevarla a la escuela. Entonces, Mai se veía obligada a caminar varios kilómetros todos los días. Iba a la escuela McLane de Fresno. Un día, embarazada de cinco meses de su segundo hijo y sometida a fuertes presiones, no pudo resistir más y comenzó a llorar cerca de la escalera de la escuela. "Me sentía atormentada por mi familia, mis compañeros de clase me hacían burlas … Me avergonzaba de mí ", cuenta casi susurrando. "Entonces ocurrió algo: mi maestra de inglés, Audrie Gendron, me vió llorando. Se acercó a mí, comenzó a hablarme y me empecé a calmar". Mai describe detalladamente el apoyo que su maestra le dió. Después del nacimiento de su segundo hijo, Mai almorzaba diariamente con Gendron. Ella le ayudó con la guardería y, lo más importante, le dió confianza en sí misma. Finalmente se graduó de la escuela preparatoria, en la ciudad de Stockton.
Mai decidió estudiar para maestra. Deseaba educar a otras niñas para que no se casen tan jóvenes, para que estudien, para que busquen algo mejor en sus vidas. Tras graduarse de la Universidad Estatal de California-Fresno, Mai Vue da clases actualmente en la escuela primaria Greeberg de Fresno. Y ahora, ya divorciada, está totalmente dedicada a sus dos hijos y a sus alumnos. "Aprendí a querer esta profesión con el paso del tiempo", dice Mai. "Enseñamos algo más que matemáticas e idioma; enseñamos a los estudiantes principios, honor, respeto". Mai sueña con ser escritora. Le encantaría escribir libros para niños. También sueña con un futuro mejor donde las mujeres sean tratadas con igualdad. "Siento respeto por las mujeres porque mi madre es una mujer maravillosa", dice. Mai también lo es. |
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