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2 de septiembre del 2002 |
Eduardo Galeano
Casi la traga el río. Eufrosina Martínez estaba lavando ropa, cuando la atrapó la correntada y la arrastró. Ella salvó la vida, después de mucho manotear entre las rocas; pero perdió el alma. El susto se la llevó: el alma, espantada, se fue en el agua.
Desde entonces, el cuerpo desalmado de Eufrosina ya no pudo moverse, dejó de comer, no consiguió dormir, y ya no supo distinguir la noche del día. La sanó un curandero de la sierra de Puebla. Cuando el alma le volvió al cuerpo, ella nació de nuevo. El cuerpo y el alma volvieron a encontrarse, fueron cuerpalma, fueron almuerpo, y Eufrosina se levantó y volvió a caminar sobre este mundo que a veces te voltea como un río furioso bajo los pies. El ritual de la sanación fue largo y secreto. Nunca se supo. Pero el curandero dijo: -Para que vuelva el alma perdida, hay que perder el miedo. |
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